Alberto había conseguido encontrar un viejo coche que aún se mantenía en pie y arrancaba, solo le faltaba arreglar algunas cosas y meterle gasolina. Para eso tuvimos que empujar entre los cuatro el destartalado coche hasta la gasolinera más cercana. Los niños se lo pasaban de lo más divertido arrastrando el coche, pero Alberto y yo estábamos agotados cuando llegamos. Llenamos el depósito y conducimos hasta casa para comprobar que nos valdría para el viaje hasta Madrid. Al principio le costó arrancar, pero al final pudimos llegar a casa sin necesidad de empujar más. Durante el camino me fue explicando cómo debía arrancar y manejar el coche y prometió enseñarme a conducir para poder ir haciendo turnos durante el viaje. Yo no estaba muy convencida de saber llevarlo, pero el me aseguró de que lo haría muy bien. Cuando llegamos a casa, Alberto decidió quedarse un rato más con el coche para terminar de darle unos últimos retoques. La verdad es que no le quedó nada mal para ser un simple coche de segunda mano.
Cuando traté de hacer de comer el primer día nos dimos cuenta de que habían cortado la luz así que, teníamos que comer las galletas, yogures y demás alimentos que teníamos en casa. De nuevo, los niños, estaban encantados, a ellos no parecía afectarles lo más mínimo todo lo que ocurría a su alrededor.
Alberto llevaba un buen rato con el coche y decidí salir para llevarle un poco de zumo.
-Toma, descansa un poco.
-Dentro de un par de días estará perfecto para poder salir -dijo él antes de dar un primer sorbo al zumo-. Quiero asegurarme de que no nos dará problemas durante el viaje.
La verdad es que se le veía cansado y se bebió todo el zumo de un trago. Todo había pasado muy rápido y apenas habíamos podido dormir por miedo a que los militares volvieran, teníamos que permanecer alertas. Los días se me pasaban demasiado lentos y no veía el momento de salir de aquí de una vez e irme en busca de Laura. Aún no le había dicho nada a Alberto sobre ella, siempre había sido reservada con mis sentimientos y pensaba seguir siendo así, al menos por ahora. No sé por qué, pero algo me decía que era mejor así.
Tras hablarme de los arreglos que le había hecho al coche entramos en casa y me senté en el sofá. Alberto se dejó caer a mi lado y resopló cansado, así que le ofrecí mi vaso de zumo. Sonrió en agradecimiento y se lo bebió otra vez del tirón. Teníamos poco agua y preferíamos guardarlo para el viaje, y aunque beber zumo no nos saciaba del todo la sed, al menos era algo.
-¿En qué piensas? -me preguntó Alberto sacándome de mis pensamientos.
-En nada.
-Adriana, te conozco muy bien. En algo piensas, ¿es en el viaje?
Asentí sin decir nada. Sí, pensaba en el viaje y pensaba aún más en llegar al internado y encontrar allí a Laura, sana y salva. Poder abrazarla y besarla, decirle cuánto la quiero y lo mucho que la echo de menos. Una repentina tristeza se apoderó de mi y me puso los ojos vidriosos, y Alberto lo notó en seguida.
-¿Estás bien? -Se acercó a mi para ponerme una mano en el hombro.
-Sí, tranquilo -Traté de que mi voz no me temblara.
-¿Echas de menos a tu familia?
Una punzada me llegó al pecho. El pensar en Laura me hacía no pensar en mis padres, pero él me lo recordó y me sentí peor de lo que ya estaba. Todos estos días he tratado de no pensar en ellos cuando recorría mi casa, pero es algo inevitable. Alberto se deshizo del cadáver de mi abuelo enterrándolo en el jardín de casa y todas las mañanas me levantaba e iba allí, le hablaba y le pedía que protegiera a mis padres.
Alberto se dio cuenta de mi disgusto y me estrechó entre sus brazos con fuerzas, cosa que me pareció extraño en él, no solía mostrar sus sentimientos.
-Tranquila, estarán bien -me dijo con su voz cálida.
Intenté aguantar la emoción, pero al final se me escaparon algunas lágrimas, así que Alberto se separó un poco de mi y me miró comprensivo. De pronto comenzó a acercarse lentamente a mi. ¿Qué hace? Por un momento me quedé paralizada, no sabía qué hacer. Cuando rozó sus labios con los mios imaginé que era Laura la que iba a besarme y entonces le empujé para apartarlo de mi.
-No. No puedo hacer esto -dije levantándome nerviosa.
-Lo siento, no quería incomodarte.
Sin ser capaz de mirarla a la cara salí a la puerta a que me diera el aire, ya era de noche y el viento corría fresco. Me crucé de brazos para reprimir un escalofrío y escuché como Alberto se levantaba también y caminaba hacia mi, se puso a mi lado a mirar el cielo. Nunca pensé que podría pasar esto, nos conocíamos desde niños, le consideraba como alguien de mi familia, como un hermano.
-Lo siento -repitió-. Llevo toda la vida enamorado de ti, ¿sabes? -Le miré sorprendida-. Desde que éramos pequeños. Por eso siempre venía a jugar contigo -Suelta una risa nerviosa.
No sabía qué decirle, me entristecía pensar que haya podido estar tanto tiempo enamorado de mi sin obtener respuesta por mi parte.
-Siempre te he considerado mi mejor amigo -contesto al fin-, eres como un hermano. Nunca podría verte como algo más -me costó decir aquellas palabras, pero le fui sincera.
-Te entiendo, no pasa nada -respondió él con gesto triste.
-Pensé que tenías novia -Traté de desviar la conversación, me sentía mal por la desilusión que acababa de llevarse.
-Tenía. La dejé hace unos meses, la verdad es que nunca he llegado a enamorarme de nadie como lo estoy de ti.
Entonces me miró, pero yo no tuve valor para aguantarle la mirada, así que volví a entrar en la casa, pero él parecía seguir teniendo esperanzas y camino tras de mi.
-Sé que puedo hacerte feliz, Adriana. Puedo ser tu mejor amigo, pero también tu novio.
Traté de no escuchar sus palabras llenas de desesperación y tomé asiento en el sofá escondiendo mi cara entre mis manos.
-Siempre pensé que sentías algo por mi, pero eras tan tímida y estabas tan centrada en tus estudios que sabía que no querrías estar conmigo. Pero esto que ha pasado significa algo. El destino quiere que estemos juntos, dame una oportunidad.
Miré a Alberto con tristeza, me dolían sus palabras. Nunca pensé en enamorarlo y mucho menos en darle a entender que yo lo estaba de él.
-No puedo, Alberto. Te has confundido de sentimientos.
-¿Por qué?
-Porque ya estoy enamorada.
Tenía que deshacerme de esta situación, Alberto era insistente cuando algo se le metía en la cabeza.
Él me miró con el ceño fruncido, al principio parecía confundido, pero al momento ató cabos.
-¿Es del internado?
Asentí.
-Por eso tienes tanta prisa por ir allí.
Bajé la mirada al ver como una lágrima descendía por su mejilla, nunca imaginé tener que pasar por esta situación. Los chicos nunca se habían fijado en mi, yo en ellos menos aún. Esta escena me parecía surrealista.
-Lo siento, Alberto -Es lo único que soy capaz de decirle.
-¿Qué tiene él para que te haya enamorado?
No pude responderle y no pude evitar compadecerme de él. Estaba tan perdido...
-¿Qué pasa? Es un ricachón, ¿verdad? Prefieres a un pijo que a un campesino. Por eso te fuiste de aquí.
Le miré perpleja y negué sus palabras al momento, la verdad es que es la primera vez que le veo así de enfadado y sobre todo conmigo.
-No sabes lo que estás diciendo -contesté con dureza.
Me levanté enfadada y me fui a mi cuarto donde los niños ya estaban dormidos. Alberto se había pasado conmigo, no tenía ni idea de lo que yo sentía o dejaba de sentir y tampoco tenía ningún derecho a decirme las cosas que ha dicho. Me puso de mal humor, no me apetecía nada tener que hacer ese viaje con él, ojalá pudiera irme sola.
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Búscame como puedas (Trilogía "Como puedas" Segunda Parte)
RomanceAdriana y Laura están muy lejos la una de la otra. Cada una buscará desesperada la manera de volver a encontrarse. Laura pasará por un infierno mientras que Adriana tendrá que desprenderse de todo aquello que quiere. La guerra a comenzado y las posi...