¡Tuvimos que regresar!

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Al otro día regresamos al apartamento por algunas cosas, del afán no había sacado ropa para cambiarme, y debía subir al correo algunos trabajos escolares que estaban en el disco duro. Al llegar a la portería nos encontramos con don Manuel, el vecino del 605, y no dejaba de preguntar por lo sucedido la noche anterior. Al entrar en el apartamento lo primero que hicimos fue correr el sofá para trancar nuevamente la puerta. Tatiana fue al refrigerador a servir dos gaseosas, mientras yo prendía el computador para enviar los trabajos por correo.

─¿Cuantos hielos quieres? ─preguntó Tatiana.

─Dos... Tatiana... Escucha...

Sentí que todo mi cuerpo se acalambraba... se escuchaba que alguien movía cosas en la habitación de papá... luego no se escuchó nada... y luego... unos pasos... Sacamos una fuerza brutal para mover el sofá que hacía pocos minutos nos había dado tanto trabajo; lo movimos como si fuera de plástico y dejamos la puerta abierta, pero el ascensor estaba en el sexto piso... escuchamos más ruidos que provenían del apartamento; vimos que la puerta de la habitación de papá se abría... nos volteamos a mirar:

─¡Por las escaleras! ─gritamos.

Volví a mirar hacia el apartamento y alcancé a ver la silueta de Carlos antes de correr detrás de Tatiana. Llegamos sin aliento a la portería.

─¿Qué pasa niñas? ─preguntó el vigilante. 

Antes de la TragedíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora