Mensajes en el cielo.

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En el otro extremo de la ciudad se encontraba un aeroparque. Era un lugar grande con un gran espacio despejado. Una avioneta estaba siendo sacada del hangar, mientras dos personas estaban preparándose para despegar. Llevaban gorro, guantes y bufanda.

—¿Estás preparada? —dijo un hombre mayor.
—Si —respondió una chica más joven—. Aunque sigo prefiriendo dejar mensajes en el cielo.
—Lo vamos a hacer, en cierto sentido.
Ella iba delante de la avioneta, piloteando. El iba detrás,
verificando que todo saliera como era esperado. Él, en su
momento, había sido su instructor.

Avanzaron por la pista. Cuando recorrieron un trecho despegaron.

El objetivo de la avioneta era el bosque. Ellos servían de
refuerzo de los bomberos en situaciones como ésas, que no
eran muy frecuentes. Pero se aseguraron de que estuviera
lleno poco antes. También tenían en cuenta la visibilidad.Una vez que estaban dadas las condiciones se dispusieron a ir.

—Noelia. —dijo el hombre mientras metía una mano en el
bolsillo.
—Decime, Héctor. —respondió ella, sin mirarlo.
—No vamos a ir allá.
—¿Qué?
—Mirame.
Ella se dio vuelta y vio a Héctor apuntándole con un arma. Se
quedó inmóvil.

—¿Qué estás haciendo?
—El incendio es parte de un plan. Y no recibí indicaciones de
que se cambien los planes.
—¿De qué estás hablando? —preguntó ella, asustada—
Tenemos que ir. Ésas fueron las indicaciones.
—No las de ellos. Virá. —le dijo, moviendo el arma hacia un
lado.
Ella hizo caso.

—¿Hacia donde vamos?
—Hay un refugio. Rodeando la zona del incendio. Antes de llegar al río.
—¿Cómo vamos a encontrarlo?
—Seguí mis indicaciones. Estuve preparándote para este momento.
—No entiendo. Todo este tiempo que nos conocemos...
—Ya vas a entender. Pero no te podía decir todo desde un
principio. Tenía que estar seguro de tus habilidades.
—¿Y los otros?
—Saboteamos a los demás. No vamos a hacerles daño por
ahora.
—¿Quiénes son?
—Por el momento no puedo revelártelo. Tampoco
conocemos a todos los miembros. Tenemos señas y un lema. Que las alas se eleven. Que el fuego ascienda. Repetí: ¡Que las alas se eleven!

Noelia miró el paisaje que se extendía debajo de ellos.
Estaban cerca del lugar del incendio. Podía ver los distintos
vehículos que lo rodeaban. Tenía que decidir rápido.
—Decilo —insistió—. Que las alas se eleven.
—Que las alas... ¡Giren!
Hizo que el avión diera vueltas sin cambiar su dirección.
Esperaba que a Héctor se le cayera el arma. Lo dejó invertido.
—¿Pensás que ésto me asusta? Estamos preparados para
morir. No creo que sea tu caso.

Le disparó con una pistola de fogueo. La ropa de Héctor
empezó a quemarse. Noelia llevó el avión al incendio y
empezó a largar el agua. Los bomberos, abajo, la recibieron
extasiados, al ver como apagaba una gran parte del fuego y los
salpicaba. Festejaban. Sus gritos se detuvieron al ver el resto
de la escena.

Noelia tenía puesto un paracaídas. Estaba a poca altura para usarlo, pero tenía que aprovechar el momento hasta que Héctor reaccione. Saltó. Abrió el paracaídas cuando pasó el avión, para no engancharse. Cayó entre ramas, raspándose
hasta quedar colgada. Vio que varios bomberos se acercaban.
Dirigió una última mirada hacia el hombre que tanto había
admirado.

Héctor disparó cerca, sin llegar a impactar a nadie. Luego
intentó pasar a la parte de adelante del avión. Éste venía
bajando rápidamente. Héctor no logró su cometido y el avión
terminó estrellándose en un claro.

La llama interior. La secta del dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora