Mario despertó horas después, confundido. Se le había pasado el dolor, aunque se sentía con poca fuerza.
Estaba sobre una cama, dentro de lo que parecía una carpa. A su izquierda, en otra, se encontraba Samanta. No reaccionaba y tenía algunos moretones. En un rincón estaba el traje de Mario. En la entrada había un hombre que no conocía, con la ropa que usaban Leonardo y Romina. Este se dio vuelta.
-Avisen al maestro que Mario Saltiva despertó.
Pasaron varios minutos. Mao entró, acompañado de tres hombres más.
-Que bueno que hayás despertado. Puedo responder algunas dudas y dejarles las cosas en claro a ambos. Pero ya que mentiste para llegar a nosotros, te sugiero que hablemos algo sin que ella escuche.
-Hablen. No sé que pretenden.
-Primero, vamos a mostrarte los motivos por los que ya no podés volver atrás.
Uno de los hombres le alcanzó una carpeta. Sacó una hoja y se la extendió a Mario.
-¿Qué es?
-Tu verdadero examen -dijo Mao-. No pasaste las pruebas sicológicas. Nunca debiste ser bombero.
Mario se sentó y lo leyó. Decía que era una persona inestable, con fobia social, que necesitaba un tratamiento para superar la muerte de sus padres y le recomendaba mantenerse lejos de incendios y situaciones riesgosas.
Se quedó pensando unos momentos. Parecía un documento original. Ya no podría continuar con su actividad. Finalmente se había despedido de todos. Miró a Mao.
-¿Quieren convencerme de que estoy tan mal como todos ustedes?
-Esa sería la interpretación que daría la gente. Vamos a mostrarles que se equivocan.
Samanta empezó a moverse. Los observó a todos. Dio un respingo.
-Despertaste justo a tiempo. Estábamos conversando con Mario sobre nuestra causa -dijo Mao -. Es tu turno de asumirte como miembro.
-No sé por qué insisten. Tarde o temprano voy a matarte.
-No tenés ninguna oportunidad. Si usás la fuerza contra la fuerza, siempre hay alguien que te puede superar. Necesitás una estrategia.
-La tengo. ¿Creen que mataron a todos? ¿Que nadie nos siguió?
-Nadie lo hizo. Al menos, nadie de un bando enemigo -miró al hombre de la entrada-. Llamá a Ramirez.
Mario y Samanta se asombraron. El hombre salió y volvió acompañado.
-Hola, Samanta. ¿Sorprendida? -dijo, imitándola.
-Traidor. Siempre estuviste trabajando para el enemigo.
-Es tu mismo bando. ¿Me permite, maestro? -extendió su mano.
Mao le alcanzó la carpeta, quedándose con algunas hojas. Él se las dio a Samanta.
-¿Nunca te preguntaste a quién matabas o ayudabas a hacerlo?
Samanta la abrió. Pasó varias hojas. Había fichas con datos y recortes de varias personas. También explicaba la razón por la que habían sido asesinadas. La cerró y dejó al costado de su cama. Mario no alcanzó a verla. Pero su expresión indicaba demasiado. Se la veía dolida. Trató de cambiarla rápido.
-Entonces ¿esta gente sabía de ustedes?
-Algunos no. Pero iban a denunciar a gente clave. Necesitábamos mantener la cadena de mando.
-Necesitan al Artista. Y le dan poder. Aunque no sepan quién es, el mito prevalece. Nunca podrán derrotarlo.
-Ya está derrotado -dijo Mao-. Y las víctimas también lo necesitan. Así que vamos a entregárselos. Entonces seremos la llama de esperanza que los guíe. Y seremos el mito, que prevalecerá incluso después de nuestra muerte. Porque la continuarán.
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La llama interior. La secta del dragón.
ActionSegunda parte. Mario saltiva está con dudas. Tiene la posibilidad de dejar su profesión de bombero y vivir más tranquilo en pareja. Pero se cruza con Samanta, quien forma parte de una banda criminal y le ofrece un trato. Unirse para resolver la muer...