Sollozos

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Ayano solo se estaba dejando llevar, su extraño comportamiento se debía a que antes de poder saltar, el gato negro que aparece y desaparece cuando quiere, había aparecido saltando encima de su cabeza y volviéndola una semi gato.

En su mente podía escuchar como hablaba telepática mente el gato con ella.

-Hola Ayano!! -. Era una muy dulce voz, era como el de una pequeña niña, lo que le dio una pista de que era una gatita.

-¿Quien eres? -. Preguntaba con una gran curiosidad Ayano.

-Aun no tengo nombre -. Dijo moviendo su cabeza.

-¿Que quieres? -. Probo con otra pregunta.

-Solo quiero ayudarte -. Dijo acostándose en su cabeza, como si estuviera jugando.

-¿Como? -.

-Pues... Ahora eres una semi gato por lo que podrás saltar perfectamente al otro edificio, no me gustaría que mueras, pues me he encariñado contigo... a veces mientras duermes voy a tu habitación y duermo a tu lado -. Esos comentarios, en verdad sorprendían a Ayano.

-Pero el ruido que he hecho -. Dijo Ayano preocupada, seria extraño que escuchen un ruido dentro de tu casa y no sea nada.

-Yo me quedare, Creerán que yo hice el ruido, mientras tu saltas, bajas y vuelves a entrar, haciendo como que llegaste recién -. Dijo la inteligente gatita.

-Bien -. A Ayano le parecía una buena idea, por lo que acepto.

Iba a saltar y se había fijado que el tiempo que llevaba hablando con la gatita no fue mucho, fue como si su conversación hubiera detenido el tiempo.

La gatita que estaba encima de la cabeza de Ayano, se bajo y Ayano tomo el vuelo suficiente para saltar, cuando sus pies se separaron del suelo y se unieron al aire, sintió como si volara, de seguro sin este poder hubiera tenido una muerte segura por que el edificio estaba mas lejos de lo que aparentaba.

Sus pies tocaron el techo del otro edificio y con gracia aterrizo.

Se escondió detrás de unas cajas, si es que por casualidad miraban por la ventana, hasta que encontró las escaleras y bajo para volver a entrar.

Se detuvo en la entrada, se adentro en un callejón, se escondería hasta que Taro saliera.

Por mientras miraba a todos lados y jugaba dando grandes saltos de un lugar a otro, nadie la notaria pues estaba bastante oscuro.

Noto que en su mano cerrada, estaba una pequeña bolsa de cuero, que cuando la abrió encontró la semilla de cerezo de Sakura.

¿Como había llegado a su mano? Se preguntaba Ayano.

La semilla se veía algo seca, miro a todos lados y al ver arriba donde en un balcón tenían masetas con pequeñas plantas y algunas sin nada, sonrió.

De un salto llego sin esfuerzo al balcón.

Tomo una pequeña maseta que de seguro no notarían que faltaba y planto la semilla.

Busco algo de agua y de inmediato como callo el agua en la tierra seca, un pequeño brote salio de ella, que después de un tiempo se convirtió en un pequeño árbol.

Ayano no se extraño ya que era mágico, pero...

¿Que hubiera sido de la pobre semilla si no la hubieran regado?

Tal vez el alma de Sakura se quedaría atrapada en el cerezo de la escuela, otra vez.

Cuando vio que Taro paso por ahí, bajo del balcón lentamente por las escaleras de emergencia, no quería votar o romper la planta.

El Amor del CerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora