La cumbre Piel-pudor

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Mis dedos huelen a tinta y cigarrillos, las palmas me apestan a óxido de gente y nicotina. Y con estos dedos y con estas manos te acaricio, amas mis caricias deseas mi tacto, sí que me amas querida mía. Ya no sé como haz de aguantarme ni yo me soporto, quizá por eso mi desdén. He aquí el eremita que tanto escudriñáis, atribulado en tu aquiescencia, no hallo más que quedarme ataviado en tu espera, señora de mil vestidos, venga acá, donde mi respiración ahumada la impregna y dígame de una vez cuál es su deseo, de qué cosa usted carece y al parecer yo suelo acaparar, mi sustentáculo muestra ser el causante de su pronta sonrisa. Vuelva a las sábanas blancas que aguardan circunspectas su retorno ya sé que usted ha rozado otras telas más su merced sabe bien que no puede evadir el hecho que éstas, son suyas al igual que mías.

Bajo La Piel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora