La niebla cubría las calles y el ambiente húmedo hacía que el frío calara en los huesos. El callejón en el que se encontraban se presentaba inhóspito a los ojos de Amy. Su corazón palpitaba de forma desenfrenada porque el miedo la acometía. No lo entendía, nunca había sido cobarde, pero esa noche solo quería poder alejarse de allí con sus padres. Tenía la sensación de que algo no andaba bien, pero no sabía qué y el no saber lo hacía todavía más terrorífico. Sus padres, ignorantes de su agitación, permanecían delante de ella cogidos de la mano esperando a que la puerta se abriera. Necesitaban ayuda y habían ido allí para pedirla, por ella.
Amy miró a la luna que brillaba en el cielo nocturno a pesar de la niebla y deseó que la envolviera con su hechizo. Sin embargo, por primera vez, el influjo de la luna no fue capaz de calmarla. Se aferró al medallón que su madre le había regalado el día de su cumpleaños y se esforzó porque sus emociones no se reflejarán en su rostro.
Un ligero ruido rompió el silencio de la noche y eso fue todo lo que recibieron como aviso del caos que se avecinaba. Una bestia, que una parte de su mente reconoció como un demonio, apresó a su padre y en el tiempo que duró un parpadeo le quitó la vida, delante de sus ojos. El demonio se volvió hacia Amy, que se había arrodillado desesperada junto al cadáver de su padre, mientras las lágrimas caían a raudales por su rostro y de su boca emanaban pequeños gemidos de los que no era consciente.
La sangre manchaba su ropa y cubría sus brazos. Su respiración era cada vez más agitada, pero eso no le impidió comprender que el demonio la estaba buscando a ella. Trató de alejarse arrastrándose por el suelo. Oía gritos desde hacía un rato pero sólo entonces comprendió que procedían de su madre que, como vio en sus intensos ojos verdes, idénticos a los suyos, estaba destrozada por el dolor que la muerte de su padre le producía. Intentó llegar hasta ella, pero en cuanto pudo su madre la empujó fuera del alcance de las garras del demonio y cayó contra unas cajas que se le incrustaron en las costillas, dejándola sin aire.
Su madre se enzarzaba ahora con el demonio, luchando por mantenerla a salvo. Algo golpeó la cabeza de Amy cuando trataba de levantarse para ayudar a su madre, y de inmediato se sintió mareada, mientras notaba como un caliente chorro de sangre corría por su mejilla. Pero eso no influyó en su determinación por socorrer a su madre. Una garra del demonio abrió una herida en el vientre plano de Amy, la sangre brotó a borbotones y el dolor la abrasó, haciéndola volver a caer al suelo mientras un alarido salía de su interior.
El demonio sonrió y bloqueó con facilidad el nuevo ataque de su madre. La alzó en vilo agarrándola por el cuello.
-¡Mamá!-gritó Amy todavía desde el suelo.
-Te quiero, hija- su voz sonó ahogada- ¡Huye!
Fueron las últimas palabras de su madre, antes de que el demonio clavase las garras en su pecho y le arrancase de cuajo el corazón.
Cuando vio caer el cuerpo sin vida de su madre al suelo, el tiempo se detuvo para Amy, un poder inmenso la inundó anclándose en su alma y mostrándose infinito dentro de ella. Aquel poder clamaba por la sangre del asesino de sus padres, y Amy lo dejó salir.
El poder que palpitaba en sus venas era tan intenso que dolía y su ataque golpeó de lleno al demonio, reduciéndolo a algo menos que cenizas, y dejando únicamente unas llamas verdes que se extendían a lo largo del callejón. Amy se sumía en la agonía a la que estaban siendo sometidos todos sus sentidos, que le informaban de que se estaba excediendo. Su cuerpo se convulsionó mientras ella retraía de nuevo su poder.
Algo en su interior le indicó que seguía rodeada del peligro y, sin saber cómo ni por qué, se teletransportó. Ahora se encontraba aturdida, en un bosque cubierto de nieve en el que no recordaba haber estado nunca, cosa que le extrañó. Nadie se teletransportaba a un lugar que no conocía, y supuso que había una razón para que se encontrara allí, no le importaba. La cabeza le daba vueltas y un incesante dolor martilleaba todo su cuerpo. Amy no entendía nada, todo lo que consideraba su realidad se había transformado en una neblina de pesadillas que palpitaba con horror. Sus sentimientos la desbordaron y Amy se aferró a un árbol mientras dejaba caer sus rodillas en el suelo, y sin poder evitarlo gritó. Un grito que le nacía de lo más profundo de su ser, las imágenes volvieron a su mente, torturándola, el llanto agónico la envolvía, pero no menguaba la opresión de su pecho; tampoco podía pararlo, así que se abrazó al árbol y trató de no sucumbir a la oscuridad que se cernía sobre ella.
Para su desgracia, su llanto y el olor de su sangre fueron suficiente reclamo para los lobos de esa región. Intentó huir, corrió a través de la bruma de aquel bosque que era nuevo para ella, pero que todos sus instintos reconocían, mientras la nieve caía sobre su pelo castaño. Pronto se encontró acorralada, asustada y sin ganas de vivir. Las lágrimas amenazaban con ahogarla mientras la manada se abalanzaba sobre ella y comenzaba a morderla. Chilló, presa del dolor y del espanto. Ya no podía más, su fuerza se había agotado y casi podía vislumbrar como su vida pendía de un hilo que estaba resquebrajándose.
Entonces le vio, un hermoso hombre con el pelo negro azabache empezó a intentar liberarla. Su prominente figura abarcaba toda su visión. Amy no sabía por qué la ayudaba pero se lo agradeció, no quería que la muerte de sus padres fuese en vano, ellos se había sacrificado por ella. Y ella no podía defraudarles muriéndose en ese lugar y momento. Debía seguir a delante, por ellos. Sus castaños rizos oscuros estaban extendidos sobre la nieve, se agarró a una roca y trató de incorporarse lo suficiente como para ver lo que ocurría. La espantó el contraste de su sangre con la fría nieve, estaba a punto de caer presa del pánico cuando se encontró con los serenos ojos grises del muchacho, que luchaba de forma grácil contra los furiosos lobos, y asintió.
Se concentró y con gran esfuerzo volvió a liberar el poder que había dentro de ella. Aquellas llamas de un intenso verde esmeralda reaparecieron, envolviendo a los lobos, y Amy requirió de toda su concentración para evitar que las llamas se llevaran al muchacho con ellas. Pero matar a los lobos y proteger al valiente hombre que la había intentado salvar le costó muy caro. Se quebró por dentro. Todo en ella se hizo añicos y la oscuridad de la inconsciencia la acogió entre sus brazos.
Angie.
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Tinieblas Nevadas
Fantasy¡Sed bienvenidos a Glorysneg, un pueblo perdido donde nada es lo que parece y nadie es quien dice ser! Angie y yo, Emily, hemos decidido experimentar con algo que ninguna había hecho antes: crear una historia espontánea entre ambas. Os explicaré cóm...