Capítulo XXIX: Reminiscencias

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Abrió la puerta y parpadeó varias veces antes de volver en sí. Dimitri tenía el cabello plagado de copos de nieve, y una brillante sonrisa torcida lucía en su rostro. Ella carraspeó antes de saludar:

- Vaya, hola – Los recuerdos de su último encuentro recorrieron su mente a toda velocidad.-. Qué sorpresa.

En realidad, lo sorprendente era verlo aparecer como una persona, llamando a la puerta y a la luz del día. Sabía bien que aquel beso en la mejilla sólo podía ser suyo.

- He encontrado algunas cosas que podrían interesarte – Se abrió la gabardina y sacó de su interior un pequeño libro ajado y envejecido que tendió a la muchacha.-. Sobre, ya sabes, tu investigación.

- Oh – Se sorprendió, tomando el libro.-, adelante.

La puerta se cerró, y ambos avanzaron lentamente. Nika tardó poco en darse cuenta de que llevaba ropa cómoda para estar en casa, esa camiseta ancha y esos minúsculos pantalones negros que bien podían servir como pijama. Aun así, era demasiado orgullosa como para sentirse avergonzada, y ¿para qué negarlo? Le sentaban de muerte.

- ¿Estás sola en casa? – Preguntó Dimitri al no sentir a nadie cerca.

- Eso parece – Respondió, encogiéndose de hombros. Ni siquiera había oído la puerta al cerrarse.-. Habrán salido de compras.

- Debes estar haciendo algo muy interesante, lo suficiente para no saber si hay dos o doscientos demonios en casa – Bromeó.

- ¿Te importa si subimos a mi cuarto? – Sonrió, a modo de disculpa.- Mi padre está haciendo inventario en la biblioteca, y me ha pedido que esta semana no baje por allí.

- Sí, claro – Subieron las escaleras en silencio, y pronto se encontraron en el dormitorio de Nika. Todo estaba perfectamente ordenado, a excepción de la montaña de ropa usada que ocultaba la silla del escritorio y los libros y apuntes que se extendían sobre la cama. El demonio parpadeó mientras ella comenzaba a recoger algunos de aquellos papeles.-. ¿Estabas estudiando?

- Exactamente – Habiendo recogido parte de aquel desastre, se sentó con las piernas cruzadas e invitó a Dimitri a hacer lo mismo. Este, ni corto ni perezoso, se descalzó y se sentó frente a ella sobre la gran cama. Desde allí observó cómo sus cabellos oscuros caían elegantemente sobre sus hombros, curvándose al cubrir uno de sus senos, y terminando en delicadas puntas brillantes y lacias. Podía impregnarse del aroma afrutado de su champú, de la fragancia dulce que utilizaba como perfume, e incluso podía maravillarse del frescor de su dentífrico. Si algo había aprendido, era que las mujeres podían seducir a los cinco sentidos, y aunque Nika no lo sabía era toda una experta.

- Eso sí que es divertirse – Apuntó, irónico, regresando a la realidad y desprendiéndose de su gabardina.

- No importa que sea divertido, es mi deber. Es mi último año de instituto, quiero explotarlo al máximo. No sé qué pasará de ahora en adelante – Sus pupilas se perdieron en algún punto del horizonte que la ventana permitía contemplar.

- ¿Irás a la universidad?

- No lo sé – Se encogió de hombros.-. Hace unos meses, sabía que la mayoría de edad significaba matrimonio y encarcelamiento – Una sonrisa ácida se dibujó en esos labios, rosados como el atardecer y carnosos como un melocotón maduro.-, pero ahora ni siquiera el destino de todas las mujeres demonio de mi edad se me puede aplicar.

- ¿Te cuento un secreto? – Alargó la mano, su voz se había convertido en una melodía muy tenue, y colocó  un mechón de sus cabellos tras su oreja.- En realidad, puedes hacer lo que quieras. Eres libre.

Tinieblas NevadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora