Capítulo XXVI: La llama que incendia

68 11 2
                                    

El frío calaba en los huesos, pero eso no era suficiente para apagar la rabia que crecientemente anidaba cada vez más en ella. Impertérrito ante el hecho, Kaleb lucía estoico frente a ella, con los oníricos cabellos un poco revueltos, mirando cómo caían los pequeños copos sobre la inmaculada nieve que cubría el suelo de Glorysneg, con su atención muy lejos de ella.

Le había dicho a Nika que las dos tenían cosas que resolver y era cierto. No quería preocuparla innecesariamente, pero tenía que enfrentar aquello cuanto antes y Dimitri acaba de brindarle una oportunidad irrepetible. Había imaginado tantas veces lo que le diría cuando lo tuviese frente a frente de nuevo que no podría contarlas ni aunque quisiera. Pero en aquel momento, todo le sabía a poco, nada era suficiente y no sabía por dónde empezar a descargar todo aquello que no la dejaba vivir en paz. Su cólera comenzaba a apabullarla y hacerle perder la concentración en el movimiento cíclico de su energía, por lo que decidió romper el hielo.

- Has bajado de categoría. De asesino a un intento pobre de espía - Dejó caer sin tapujos.

La profunda mirada de Kaleb la enfrentó.

-Yo no espiaba a nadie. Sólo he venido a darle un recado a Nika.

-¡Vamos, Kaleb, miénteme mejor! Ya has demostrado que se te da muy bien - Comentó destilando veneno en la voz.

Kaleb pareció dolido pero no sorprendido, como si se lo hubiese esperado. 

- Era sólo un recado - Insistió obstinado, apretando puños y dientes.

-¿Y entre tus recados estaba también el de pelearte con Dimitri Smirnov?

Ahora sí se mostró sorprendido, y le mostró una forzada sonrisa del todo carente de alegría.

-No, pero ese desgraciado. Va por ahí acechando a mi hermana, como si tuviera el derecho de hacerlo. Lo quiero bien lejos de ella. No se le acerca con buenas intenciones, y aunque lo hiciera Nika no es para él. No es un bueno para ella. Sólo es un mentiroso que la anda rondando y que necesita que le recuerden sus límites. 

-Entiendo - Replicó, todavía más enfadada-. Y esto me lo dice, por supuesto, el claro ejemplo de moralidad - Continuó alzando un poco la voz. Él se quedo frío y ella dio un único paso hacia él. Entonces descendió el volumen de su voz hasta que sólo Kaleb pudo oírla y susurró: - Pues yo prefiero mil veces al mentiroso de Dimitri que a ti.

Se mantuvieron en silencio durante un largo tiempo, hasta que Amy decidió que era inútil continuar así, por lo que emprendió su regreso de camino a casa, a paso lento.

-¿A dónde vas?- Lo escuchó preguntar a su espalda.

-A casa. ¿A dónde sino?

-¿Y el chucho? ¿No viene a buscarte?- Preguntó, irritándola de nuevo.

-El chucho tiene nombre, es Ciro, y merece un respeto - Espetó, volviéndose de nuevo para taladrarlo con la mirada -.  Al contrario que tú, criatura del Averno. Y no, no viene a buscarme, aunque tampoco entiendo por qué eso es de tu incumbencia - Esta vez, la confundida fue ella, pero supo disimularlo muy bien. Sus palabras habían nacido sin pensar de lo más profundo de su ser, pero estaba segura de no haber oído antes la expresión "criatura del Averno". Sin embargo, el tiro había sido certero y debía de admitir que sentía cierto grado de regocijo por ello.

Tinieblas NevadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora