Capítulo XXVIII: Sofiya Sorokina

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Aquella tarde el pequeño pueblo de Glorysneg rebosaba de una calma tan extraña por aquellos lares como su propia existencia. Amy se sentía agobiada, encerrada como estaba en casa de los Doyle, llevaba varios días sin hacer otra cosa aparte de ir al instituto y volver directamente a aquella su humilde morada. Todo se había vuelto monótono con todo el cuidado que estaba teniendo por no relacionarse con demonios. Quizá lo hubiese llevado mejor si sus sueños dejaran de repetirse sin descanso, dejándola en alerta y crispando sus nervios desde las primeras horas de la mañana. Pero continuaba viendo morir a esa mujer, sin poder hacer nada por remediarlo, y era algo verdaderamente muy frustrante, la hacía sentirse impotente a cada instante.

Apartó su mirada del libro que hacía rato había dejado de leer pero que permanecía abierto sobre sus piernas. Esa noche había nevado con fuerza y el pueblo parecía más helado que nunca, aunque ya apenas caían pequeños copos que no lastimaban a nadie. Nunca había visto Glorysneg tan frío, como si la atmósfera y el paisaje quisieran colaborar con su extraño estado anímico. Por suerte, no era la única que empezaba a agobiarse en aquella casa, y Ciro no tardó en subir a su cuarto para ofrecerle ir a dar un paseo. 

Encantada, aceptó. La fría bisa que acostumbraba correr en las calles del pequeño pueblo de la gloria nevada parecía querer cortar sus mejillas, y Amy se aseguró de resguardarse bien dentro su bufanda blanca. Mientras, caminaba en silencio deleitándose con la visión de las pequeñas casas con tejado a dos aguas que tanto le gustaban.

-Amy, ¿te encuentras bien? - Le preguntó Ciro, manteniendo su mirada perdida en el horizonte.

Ella se sintió confusa con la pregunta, y no supo bien cómo contestar.

-No entiendo ¿a qué te refieres? Me estás viendo ¿no? ¿Me pasa algo raro?- Preguntó, examinándose de arriba abajo.

-No, no es eso. Es sólo que últimamente, te noto diferente.

Amy entendió perfectamente lo que quería decir, ella también creía que había cambiado. Desde luego, ya no era la misma niña asustada que había despertado ensangrentada sobre la mesa de su cocina, pero tampoco quería volver atrás, a aquella desalentadora burbuja de ignorancia que la había mantenido perdida durante tanto tiempo. No quería hacerlo, ni siquiera por mucho que desease que algunas cosas fuesen diferentes.

-¿Y eso es malo?- Preguntó un poco angustiada, no quería decepcionarlo.

-No, no es malo. Sólo te veo distinta, más decidida quizás. Pareces incluso más linda - Añadió con una sonrisa que por un segundo iluminó su rostro, aunque seguía pareciendo que algo le preocupaba.-. Es sólo que me preguntaba de dónde sale tanta fuerza y determinación. Es como si estuvieras dispuesta a enfrentarte a algo, y me da miedo no saber a qué.

Sorprendida, guardó silencio meditando su respuesta.

- Creo que no deberías preocuparte tanto - Aseguró revolviéndole el cabello y sonriendo con él.-. Quizás tan sólo esté creciendo, y eso es bueno ¿no?- Preguntó con inocencia.

- Sí - Confirmó él, y esta vez parecía verdaderamente más tranquilo, sonreía con sinceridad.

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