Capítulo VIII: Vida en Familia

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En cuanto se despidieron de los hermanos Kirchev, Ciro bajó un poco la guardia y empezó a sentirse algo más relajado. Estaba acostumbrado a los demonios que con su habitual arrogancia se creían mejor que todos; bueno, a excepción de Nika, que era un encanto de chica. Sin embargo, Kaleb había ido más allá de  la arrogancia, los había insultado al insinuar que no podrían cuidar bien de Amy, por más que lo hubiese suavizado después.

Abrió la nevera y descubrió que, a menos que fuese a comprar algo de comida, no cenarían esa noche. Exhaló un profundo suspiro, en momentos como ese recordaba cómo había estado la casa de James y Judd antes de su llegada. Tenía cuatro años cuando llegó a Glorysneg, tres días después del entierro de su padre. Su madre los había abandonado pocos días después de darle a luz, y eso dejaba a Ciro con un único familiar que se pudiera ocupar de él, su tío James. Al principio, y a pesar de los esfuerzos de James y Judd por poner algo de orden, siempre parecía que un huracán los hubiese ido a visitar. Así que Ciro  decidió tomar cartas en el asunto, y entre los tres habían conseguido mantener la higiene de su hogar. Luego, cuando se hizo lo suficiente mayor como para hacerlo, Ciro aprendió a cocinar, pues temía que si seguía comiendo la bazofia que les preparaba James, acabarían muriéndose por indigestión.

Tenía muy frescos esos recuerdos, pues Amy no había parado de hacerle preguntas sobre su familia hasta que no contestó a todas ellas. No le había desvelado su naturaleza licántropa, no quería asustarla, pero sí había tratado de ser lo más sincero posible, ya que en los últimos días se había dado cuenta de que Amy  había aprendido a distinguir  si mentía o decía la verdad, aunque no tenía ni idea de cómo lo hacía. No le había costado contárselo, como le había ocurrido con Vladimir tiempo atrás, pero le había resultado extraño. Amy no había reaccionado como el resto de las personas que conocía, no le había mirado con lástima sino con comprensión; además, a pesar de que era ella la convaleciente, le había ofrecido su consuelo. Ciro admitió para sí que le había conmovido.

Cerró la nevera y se dirigió al salón, donde sabía que encontraría a Amy mirando el televisor desde su esquina del sofá. Ella sintió su presencia en la habitación y se volteó para dedicarle una fragante sonrisa.

-Estoy muy contenta- Sus verdes orbes relucían con absoluta dicha-, es la primera vez que alguien viene a visitarme.

-Te ha hecho ilusión ¿a que sí?

-Sí, además Nika es muy buena conmigo, siempre que me ve me saluda- Parecía algo verdaderamente importante para ella, y conociéndola lo más probable era que lo fuera-, y es la primera vez que veo a su hermano desde que me encontró y me desperté aquí.

Él último comentario hizo que Ciro apretase los puños y aumentara la tensión en sus hombros. Pero su reacción no pasó desapercibida para Amy.

-¿Pasa algo?

-No- Ante su escueta respuesta, Amy arqueó una ceja. Ciro suspiró resignado, pues sabía que ese gesto significaba que Amy no lo iba a dejar correr y que de hecho no pararía hasta sonsacárselo-. Es que Kaleb no me cae bien.

-¿Por qué?- inclinó la cabeza ligeramente hacia la derecha, esperando su respuesta.

-Porque es...- Se detuvo a tiempo antes de decir demonio y buscó una explicación mejor- un engreído, que se cree mejor que nadie. Además, hoy nos ha insultado al decir que no sabríamos cuidarte bien, tanto a mí como a mi familia.

-Entonces no te cae bien por mi culpa- El rostro de Amy reflejaba un total desconcierto, parecía estar intentando encajar las piezas de un puzzle al que no encontraba ni pies ni cabeza.

-No, por supuesto que no es culpa tuya, tú no tienes control de las cosas que él diga- Dijo Ciro armándose de paciencia, la pequeña tenía tendencia a echarse las culpas de todo a ella misma- Es por su forma de ser que  no me gusta.-Eso zanjó el asunto aunque la muchacha todavía parecía confusa.

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