Theo
(Actualidad)
Hace más de veinticuatro horas que no duermo, no pude hacerlo. No quise cerrar los ojos por miedo a despertar y darme cuenta de que todo fue producto de mi imaginación, otra vez. Mi puta e hiperactiva imaginación. Es sorprendente lo creativo que puedes llegar a ser cuando tu mundo se reduce a un cuadrado de dos por dos, cuando olvidas los rostros amigos, tu vida sexual es solo un acalorado recuerdo y tus papilas gustativas son de cartón. La imaginación lo es todo cuando el mundo que conoces se ha extinguido. Puede ser tu mejor aliada, o la inyección letal que te paraliza el diafragma y los músculos torácicos hasta que respirar es un vago recuerdo.
—¿Qué sientes? —pregunta Pedro, mi compañero de celda y mentor.
Levanto la vista y lo miro mientras sigo guardando mis casi inexistentes pertenencias. Está acostado en su catre, mirando las fotos de sus hijos, como cada día. Es veinte años mayor que yo y enfrenta una condena de doce, de los que todavía le quedan tres. Nunca quiso contarme cómo fue que terminó acá, pero quiere cumplir hasta el último segundo de su condena.
No soy precisamente hablador, pero cuando estás obligado a dormir, comer y cagar mirándole la cara al mismo tipo, cada día, hablar se vuelve un mecanismo de defensa para no morir.
—No lo sé. —Meto mi libreta en el bolso que me dio el guardia hace algunas horas.
—¿No lo sabes? —Deja las fotos sobre el colchón y se sienta—. Estás a punto de salir, sentir el sol encegueciéndote, abrazar a tu familia.
¿Familia? ¿Cuál? ¿La que no vino a verme ni una sola vez desde que me trasladaron de la comisaría a la Unidad Penitenciaria de Batán?
Dejo el bolso en la punta de mi colchón, me siento y apoyo los antebrazos sobre mis piernas entumecidas. Hoy no hice mi rutina de ejercicios, los músculos me pasan factura.
—¿Qué sentirías tú?
—Miedo.
—¿A qué? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.
—A vivir.
Resulta extraño saber que la gente tiene miedo a morir. Pero cuando morir es fácil, vivir aterra.
—A mí me dan miedo los planes de reinserción social —el sarcasmo habla por mí.
—¿Alguna vez vas a dejar de fingir que todo te importa una mierda? ¿Vas a admitir que estás cagado hasta las pelotas, porque no sabes lo que te espera ahí afuera? Porque olvidaste cómo se siente respirar sin que te digan cuánto oxígeno puedes inhalar...
—Te estás poniendo como una puta sentimental. Deberías decirle a Rocky que esta noche tiene mi catre libre, ya estás necesitando mano dura.
—Hijo de puta. —Se levanta—. Aún no mereces salir.
—¿Y tú sí?
—Ya no tienes que ser implacable. Lo sabes, ¿no? Vas a irte de aquí en minutos, ya no necesitas esa máscara de Voy a arrancarte los ojos con los dientes si sigues mirando mi comida. —Palmea mi hombro, se acerca a mí de una manera que provocaría que nos tomaran de putas a los dos si alguien nos ve—. Recuerda todo lo que aprendiste estos años, hijo. Ya no eres el adolescente herido y rabioso que cruzó esa reja hace cuatro años, eres un hombre que tuvo tiempo para amigarse con el dolor, ahora eres una persona nueva. Hónralo.
Sé que tiene razón, sé que ya no soy el Theo dinamita, sé que soy un hombre con un solo objetivo: una segunda oportunidad; sin embargo, las emociones y los pensamientos me abruman.
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EXIMIDOS
Ficção GeralENCONTRALA EN TODAS LAS LIBRERÍAS. (Aquí disponibles solo los primeros capítulos) ¿Cómo se sobrevive al horror? Hay dolores y situaciones imposibles de olvidar. Hay rencores que se encarnan en lo más profundo del alma y no logran disolverse con el p...