Respiro fuerte antes de entrar al lugar, a pesar de no conocer el bar fue fácil llegar. Entro y como es fin de semana me imagino que está más lleno de lo habitual.
Nunca me había costado vestirme para ir a un lugar tanto como hoy, me gusta usar vestidos con zapatos altos pero hoy tuve que hacer una excepción así que me he colocado un pantalón negro de cuero bien ajustado, una blusa holgada beige y una chamarra de cuero, entre menos piel expuesta menos problemas tendré o mayor facilidad será para huir. Aunque al inicio ardía de deseos o me imaginaba tantas cosas para nada decentes decidí que mejor sería evitar y controlar cualquier impulso y pensar con cabeza fría.
Por más que barro el lugar con la mirada no consigo hallarlo, el colmo sería que me deje plantada aquí sola. Pienso que debería aprovechar e irme pero al mismo tiempo decido quedarme a esperarlo unos minutos más. Pido una cerveza diciéndome que será la única porque ando en el auto y no puedo beber más de lo debido.
Miro el reloj y han pasado más de quince minutos, me parece una falta de respeto porque odio la impuntualidad. Cuando decido girarme para irme me encuentro con un girasol enorme frente a mi cubriendo su rostro, cuando intento descubrir quien es se descubre su rostro y veo que es él. Sonríe con pesar.
—¿Has esperado mucho? —pregunta apenado. —. Esperaba que fueras una de esas chicas impuntuales.
—Pues ya ves que no —digo fastidiada —. Ya me iba.
—Por favor siéntate —extiende el girasol y lo tomo por educación —. Es para ti por haberte hecho esperar.
Lo miro un poco extrañada porque siento que es otro Ronald y no el mismo salvaje e idiota que pensé que era. El de ahora parece sincero y avergonzado por su comportamiento. Al ver que lo tomo se quita su chamarra y la cuelga en el asiento de a los lados tal como está la mía.
—Al menos hubiese preferido una rosa —señalo el ostentoso girasol —, esto es un poco grande y extraño. Nunca me han regalado uno.
Sonríe.
—Si pensé en eso, pero para ser sincero el girasol me recuerda mucho a ti.
Me sorprende escucharlo decir eso.
—¿Sí?
—Si —lleva las manos a la mesa —, el girasol es una de mis flores favoritas. Me imagino que sabes que se mueve en dirección al sol para obtener los máximos rayos del sol —le doy la razón al escuchar —. Eso me gusta de él porque a diferencia de las demás plantas que dependen del sol esta no espera, va en busca del él. Lo siguen desde que nace por la mañana y hasta que muere al atardecer. Lo persiguen con pasión, desean sus rayos y es objeto de su devoción
—Interesante, no lo había pensado en girasol con tanta pasión como lo dices ahora.
—Por eso quise regalarte uno, en este momento yo simbolizo a uno de estos. Te has convertido en mi sol quiero que me guíes me ilumines por eso te busco y no me importaría dar vueltas todo el día con tal de recibir tus rayos.
Me remuevo un poco inquieta al escucharlo porque aunque me parece interesante su explicación es evidente hacia dónde quiere llegar.
—Luego quiero convertirme en tu sol. —sigue diciendo con seguridad logrando que me quede concentrada en esos ojos profundos pero reacciono enseguida.
—¿Y a Mónica con que flor la conquistaste? Porque ese día en el ramo que llevabas no iba ningún girasol o es que ese es el primero y después llegan las demás.
Niega y suspira echando su cabeza hacia atrás, no pierdo oportunidad para darle una breve mirada a ese cuello provocativo y ese mentón cuadrado con esa dulce boca que es capaz de llevarme al infierno.
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Quiero vivirlo... no importa si me arrepiento
Teen FictionLIBRO 3 Trilogía "Querer" Emilia más que nadie sabe que para ser feliz no basta estar enamorado; el amor es tan jodido que puede convertirte en víctima de su juego. Pero lo que ella no sabe es que podría convertirse en lo que más ha llegado a odiar...