18. El baile [Parte 2]

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Eric.

Me tomó mucho tiempo decidir que iría al baile... y tal vez no le dije la verdadera razón a Tae, pero me alegra no haberlo hecho, porque él está emocionado al respecto. Puedo oírlo tararear la canción que está sonando en su estéreo mientras decide que ponerse. Cuando él es feliz de esta manera siento un extraño calor en mi pecho, como si por un momento todo estuviera bien y valiera la pena.

Sin embargo, hay cortos momentos en los que solo quiero estar en mi cama, mirando el techo y pensando en todas las cosas que me hacen sentir triste. Mi psicóloga los llama ataques de ansiedad. Desde el día de ayer he estado en uno de esos trances de tristeza y desasosiego en los que no hay otra cosa que no sean sentimientos feos y desgarradores. No quería desanimar a Tae, ni que me viera en ese estado, así que simplemente no le dije. Desde que me ocurren estas cosas solo los manejo quedándome en casa, pero mamá siempre insiste en hacerme sentir mejor. Tengo que agradecerle que me haya traído hasta aquí y me haya animado para entrar en este traje.

Mientras espero, escucho a Marco jugar sobre la cama de Tae y balbucear palabras que no existen. De pronto él se levanta, se sostiene de mis hombros y me da un beso en la mejilla. Él es un niño bastante cariñoso y como he pasado tiempo en casa de Benjamin, él se ha acostumbrado a mi presencia y creo que incluso se ha encariñado conmigo. Yo lo miro y sonrío; es como una versión bebé de Benjamin.

Eri —él suelta una risa traviesa—. Eri, Eri —luego se lanza sobre mis brazos.

—¿Qué pasa, mocoso? —le pregunto mientras le hago cosquillas en la panza.

Él se ríe; es un poco reconfortante escucharlo reír, tan despreocupado e infantil. Me agrada, me hace sentir mejor así que lo abrazo. Él me abraza de vuelta y se acomoda en mi pecho. Lo sostengo por un buen rato mientras Tae se arregla. Ni siquiera me doy cuenta de cuando se queda dormido en mis brazos. Se ve tan lindo y pacífico... y callado. Sí, definitivamente los niños son mucha mejor compañía cuando están dormidos.

—Oh, pequeño ángel —susurra Tae al salir del baño—. Se quedó dormido el pobre.

Levanto mi mirada hacia él y casi pierdo el aliento cuando me doy cuenta de que está usando el mismo vestido que compramos cuando nos tomamos esas fotos en mi habitación el día que me di cuenta de que ya no podía escapar de mi atracción por él. De alguna manera se ve incluso más hermoso que ese día; sus ojos tienen un hermoso brillo de emoción que no cambiaría por nada y su linda boca de corazón me sonríe con gratitud. Él quería ir a ese baile conmigo, por lo que agradezco un motón haber venido hoy.

Dejo al niño a un lado en la cama, con cuidado y me levanto.

—Te ves perfecto —digo en voz baja, acercándome a él para tomar sus manos—. Te ves totalmente hermoso... Dios, no traje un ramillete ¿Me perdonas?

—No importa —él se encoge de hombros—. Es para chicas —hace una mueca divertida y yo me río.

—Pensé esto demasiado tarde.

—¿Estás seguro de que era por las personas del baile y no por otra cosa?

Dudo en contestar que sí, pero al final le doy una sonrisa y me encojo de hombros.

—Eric... —él toma mi mano—. No tenemos que ir si no...

—Oye, ya estás vestido ¿Me vas a decir ahora que no puedo ir a presumir a mi despampanante pareja?

Se sonroja bajando la mirada y se cruza de brazos, escondiendo un mechón de pelo detrás de su oreja. Yo lanzo mi brazo alrededor de sus hombros y lo aprieto contra mi pecho, empujo mis labios contra su sien en un beso ruidoso. Él ríe y me abraza de vuelta. Un segundo después la puerta de su habitación se abre. Es su madre... y la mía, que dijo que se iría en taxi luego de traerme y dejarme el auto, pero al parecer encontró más diversión en entrar en casa de Tae también a socializar.

El desastre de Ty |Payson 3|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora