Capítulo 2

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Jane se acercó con parsimonia al pequeño grupo formado por sus dos compañeros, el detective Crowe y la Dra. Isles, quien otorgaba un poco de disparidad y color.

- Ya era hora – la recibió Crowe con una mueca. – Tienes que enseñarle a tu madre dotes secretariales.

- ¿Perdona? – espetó la detective poniendo los brazos en jarras.

A su derecha, Korsak rodeó a Maura para tener mejor acceso a su compañera en caso de necesitar sujetarla. Era bien conocida en toda la comisaria la enemistad existente entre Crowe y Jane, habían chocado ya desde el primer día por la actitud machista y prepotente del detective, que se negaba a reconocer el talento de Rizzoli porque era una mujer y las mujeres no pueden ser exitosas fuera del ámbito de la casa. No sería la primera vez que casi habían llegado a los puños, parados únicamente por algún compañero que se interponía en el momento justo.

- Te he llamado como diez veces y tu madre dijo que te pasaría el recado.

- ¿Y?

- Pues que eso fue hace exactamente... – miró su Rolex. Probablemente falso, pensó la morena enarcando una ceja con escepticismo ante el poco disimulo con el que el detective alardeaba de su dinero. - ...una hora. - Se rascó la barbilla de manera pensativa. – Ah, ya sé qué paso. Seguro que se olvidó mencionártelo porque tu hermano delincuente llamó para deciros que salía con la condicional, ¿verdad?

Jane dio un paso hacia delante amenazadoramente, su rostro, sumido en las sombras nocturnas, tenía una expresión fiera que solo adquiría cuando el tema estaba relacionado con su familia. Frost lazó una mirada furiosa a un Crowe muerto de risa mientras Korsak sujetaba suavemente a la detective por el brazo, disuadiéndola de hacer cualquier tontería. Esta se soltó con un gesto brusco y se acercó al hombre que tendría que estar dando gracias a que las miradas no matasen. Rizzoli era alta y usó eso en su provecho forzando a Crowe a inclinar la cabeza hacia atrás para poder mirarla a la cara.

- Darren – dijo con gravedad. Alzó una mano y vio una sombra de miedo cruzar rápidamente por los ojos del detective, pero se limitó a apoyarla sobre su pecho con la palma estirada. - ¿Cuántas veces te he dicho...? - quitó una pelusa inexistente de la camisa del detective con delicadeza, necesitaba mover las manos para resistir el impulso de estampar su puño en la mandíbula de Crowe. - ¿...que dejes a mi familia en paz? No, no contestes, todos lo sabemos. Y si tienes alguna queja sobre mi puntualidad, haces como yo: te callas la boca y ya se la dirás a Cavanaugh; porque lamento informarte de que... - se inclinó hacia él bajando el tono de voz hasta un susurro. - ...no eres mi superior. – alisó la camisa del detective y separó de él.

Al girar, sus ojos tropezaron con los de la forense. Ambas se sostuvieron la mirada, midiéndose. Maura se mordió el interior de la mejilla, levemente excitada por la actitud sobreprotectora de la mujer plantada frente a ella. La primera vez que había oído la voz de la detective, se le había secado la boca. Era gutural, ronca, sexy. Y esa sensualidad inconsciente que desprendía la morena... Sacudió la cabeza, rompiendo el contacto visual con Jane, que se giró hacia sus compañeros.

- ¿Entramos o tenemos que esperar a alguien más? – No pretendía que sonara como un reproche y deseó que la forense fuera consciente de ello.

- Estamos todos – musitó Crowe con el ego por los suelos. Se estiró cuan alto era pero, aun así, solo llegaba al hombro de la detective.

Traspasaron la gran puerta de madera de roble de aquella casa señorial. Ahora estaba cubierta por el musgo y diferentes clases de hongos y plantas, pero Jane supo que, en su época, había resultado imponente con la combinación de madera y piedra.

- ¿Cuánto tiempo lleva abandonada? – inquirió carraspeando a causa del polvo que flotaba densamente en el aire.

- Casi quince años – contestó Frost leyendo la información de su pequeña Moleskine.

The Yin to my YangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora