Capítulo 16

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Con la sensación de tener la cabeza embotellada o sumergida, Jane entró en la comisaria solo para tropezar con su madre.

- ¡Ma, no te cruces así como así! – siseó la morena, cuidando de mantener el volumen de la voz bajo.

- Era la única manera de que pararas un momento – replicó Angela, tan escandalosa como siempre.

Jane apretó la mandíbula para contener una mueca de dolor cuando su cabeza palpitó. Se apretó el puente de la nariz entre los dedos pulgar e índice, los ojos cerrados brevemente y lentas respiraciones llevando oxígeno a sus pulmones. Cuando los volvió a abrir, se sintió capacitada para confrontar a su madre.

- ¿Qué quieres?

- Necesito hablar contigo.

- Aquí me tienes – dijo la detective extendiendo los brazos en un gesto vago.

- En privado, a poder ser – Angela miró a ambos lados como si no quisiera que nadie les escuchara.

- Ma, nadie se va a parar a cotillear, la gente tiene trabajo que hacer – bufó Jane. – A todo esto, ¿no deberías estar atendiendo la cafetería?

- Jane Clementine Rizzoli, no me digas lo que debo hacer.

- ¡Sshh! – exclamó la aludida, alarmada, tratando de acallar a su madre.

Una carcajada exagerada resonó a espaldas de la morena, quien masculló por lo bajo a pesar de ganarse una mirada fulminante por parte de Angela.

- ¿Clementine, en serio? – gritó Crowe mientras se secaba una lágrima imaginaria de la comisura del ojo.

- Vete a la mierda, Crowe – espetó Jane en un intento de ignorarle.

- Solo si tú vienes conmigo, Rizzoli – replicó el detective antes de marcharse con aires de superioridad.

Con un gesto cansado, la morena se giró hacia su madre.

- Ma, ¿cuántas veces te tengo que repetir que no digas mi segundo nombre aquí? – inquirió con los dientes apretados, señalando con un dedo hacia el suelo de la comisaria.

- No entiendo por qué te avergüenzas, es un nombre precioso.

- Sí, hace un siglo quizá – refunfuñó Jane. - ¿De qué querías hablarme?

- En privado – le recordó Angela.

- Está bien, acompáñame hasta Homicidios y hablamos en el ascensor.

- No – la señora Rizzoli plantó ambos pies en el suelo, frenando a Jane cuando esta la sujetó del codo para guiarla hacia el fondo de la recepción. Frunciendo el ceño, la detective se cruzó de brazos a la espera de una explicación. – Baja a la hora de la comida al despacho de la Dra. Isles y hablamos.

- ¿De Maura? ¿Qué tiene ella que ver en todo esto? – inquirió la morena totalmente confundida.

- Ya lo verás – dijo Angela como toda respuesta, volviendo con paso apresurado a la cafetería para atender a la larga cola de clientes.

Todavía sin saber a qué demonios había venido eso, la cabeza dándole vueltas entre los restos de la resaca y las mil teorías que se le ocurrían que podían explicar el comportamiento de su madre, salió del ascensor y entró en la sala diáfana, demasiado abstraída como para escuchar los saludos de Korsak y Frost. Unos dedos chascaron frente a su mirada perdida, logrando que aterrizara bruscamente en la realidad.

- ¿Estás bien? – inquirió el más joven de los detectives, ligeramente preocupado.

- ¿Eh? Sí, perdona, cosas familiares – dijo Jane quitándole importancia al tema con un gesto de la mano.

The Yin to my YangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora