Capítulo 22

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Cerró la puerta del baño de mujeres tras ella con un fuerte portazo. Paseó nerviosamente por el pasillo, ambas manos en el pelo tirándose de los alborotados rizos morenos, gruñendo por frustración. Frustración con Crowe, con Cavanaugh, con sus compañeros, con ella misma.

Dejándose llevar por la rabia una vez más, estampó su magullado puño contra una de las puertas de los cubículos con tanta fuerza que esta chocó sonoramente contra la pared. Volvió a gruñir para suprimir el grito de dolor que luchaba por salir de su garganta. Jane se agarró la cabeza, resbalando por los azulejos blancos hasta quedar hecha una bola en el suelo, sus rodillas firmemente apretadas contra el pecho. Se quedó en esa posición lo que le pareció una eternidad y solo se levantó cuando recordó que tenía que plantarle cara a su Teniente y explicarse. Se imaginaba la conversación:

"- ¿Por qué has pegado a Crowe?

- Verá, señor, creo que estoy enamorándome de la Dra. Isles y solo pensar en que pueda estar en peligro hace que pierda el control".

Bufó, sacudiendo la cabeza. ¿Podía romper más normas del Departamento? Entró en uno de los cubículos y cogió un buen puñado de papel de váter. Mojándolo un poco en agua, se enfrentó a su reflejo. Tenía el labio partido, un corte que sangraba copiosamente donde el anillo de casado de Crowe había cortado la piel de su mejilla además de otro encima de la ceja. Con un suspiro, procedió a quitarse todos los restos de sangre seca que le manchaban la cara, pero no podía hacer nada con la que había salpicado a su ropa.

Justo en ese momento, la puerta del baño se abrió. Sin mirar quien era, Jane gruñó:

- ¡Fuera!

Entonces recibió una colleja y fue toda la confirmación que necesitaba.

- ¡No le hables así a tu madre! – la regañó Angela con el ceño fruncido y tratando de ocultar su profunda preocupación. – Mírate, estás hecha un desastre.

- Ma, realmente no tengo fuerzas para discutir ahora mismo – suspiró la morena mirando a su madre a través del espejo.

- Claro que no, las has gastado todas peleando como si fueras del WWC. – Cuando Jane rio quedamente, le dio otra colleja. –No te rías, jovencita, te has metido en un buen lío.

- ¡Auch! – se quejó la detective llevándose una mano a la nuca. – Ya lo sé, Ma, pero...

- ¡No hay peros que valgan! – Cortó Angela con brusquedad. Obligó a su hija a mirarla y comenzó a desinfectarle las heridas con un algodón empapado en Betadine. - ¿De todos modos, qué pasó con Maura?

La detective cuadró la mandíbula y endureció el rostro. Apartó la mano de su madre cuando se acercó con un nuevo algodón, escapando de su agarre.

- Nada – masculló sumergiendo su magullada mano en el chorro de agua del grifo.

- Por nada no se le da una paliza a un compañero, Jane.

- Ma, es Crowe, ya sabes que siempre está tocándome las narices, solo que está vez salté – contestó la morena con una evasiva.

- Quizá eso cuele ante Cavanaugh pero no conmigo. No estabas molesta, estabas... Completamente furiosa. Perdiste el control. Solo te he visto así cuando... - Angela dejó que su voz se apagara sin terminar la frase.

- Dilo – instó la detective. – Solo me has visto así cuando lo de Hoyt.

Se hizo el silencio por unos minutos mientras Jane se secaba cuidadosamente, prestando especial atención para que no se le quedara el papel enganchado en los nudillos despellejados. Le dolía la mano cada vez que movía los dedos pero en ningún momento se quejó para no preocupar más a su madre. Esta se agachó y sacó una camisa y una americana limpias de una bolsa. La detective las cogió con un asentimiento agradecido y se cambió rápidamente, haciendo un guiñapo con las prendas rotas y manchadas de sangre.

The Yin to my YangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora