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¿Le cuento o no le cuento? No sé qué hacer, estoy demasiado confusa. Se va a enojar, porque él no está listo, pero es, MUY posible que si que esté embarazada. Espero que cuando vaya al ginecólogo, no haya problemas y me diga que mi útero está libre de personitas que van a depender de mí.

-y pasaron varios días y llegó el día del ginecólogo-

— Señorita Espósito — la enfermera Lee sonríe al verme y viene conmigo de inmediato —. La señora Frank ya puede revisarla.

— Muy bien — la enfermera me sonríe y me lleva directamente a la consulta. La enfermera Lee es alta y delgada. Tiene el pelo por encima del hombro de color castaño y los ojos verdes, muy hermoso. La verdad es que es una persona muy amable.

La señora Frank me recibe también con una sonrisa:

— Siéntese señorita. ¿Qué la trae por acá?

Me siento un poco nerviosa y comienzo a hablar:

— He estado unos días fuera de casa, bastantes.

— Sí.

— Me mandó unas pastillas anticonceptivas.

— Exacto.

— Durante todos esos días que he estado fuera, no me he cuidado ni un solo día.

A la señora Frank se la borra la sonrisa de la cara:

— ¿Su novio se ha estado... cuidando mientras lo ha hecho?

Niego con la cabeza:

— Ni una sola vez.

— Haremos entonces una prueba de embarazo.

Asiento con la cabeza. Me siento fatal pero no hay otro camino, tengo que hacerme una prueba de embarazo.

Rebusca en el cajón de su mesa.

— Creo que ya sabe qué hacer con esto. —Me da un recipiente pequeño—. El baño está justo al salir de la consulta.

Me levanto como en un trance. Todo mi cuerpo funciona como si llevara puesto el piloto automático mientras salgo hacia el baño.

Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. Cómo he podido dejar que pase esto... ¿otra vez? De repente siento náuseas y suplico en silencio: no, por favor. No, por favor. Es demasiado pronto. Es demasiado pronto. Cuando vuelvo a entrar en el despacho de la doctora Frank, ella me dedica una sonrisa tensa y me señala un asiento al otro lado de la mesa. Me siento y le paso la muestra sin decir nada.

Ella introduce un palito blanco en la muestra y lo examina. Levanta las cejas cuando se pone azul.

— ¿Qué significa el azul? —La tensión me está atenazando la garganta. Me mira con ojos serios.

— Bueno, señorita Espósito, eso significa que está embarazada.

¿Qué? No. No. No. Joder.

Me quedo mirando a la doctora Frank con la boca abierta mientras se hunde la tierra bajo mis pies. Un bebé. Un bebé. No quiero un bebé... Todavía no. Joder. Peter se va a poner furioso.

— Señorita Espósito, está muy pálida. ¿Quiere un vaso de agua?

— Por favor — apenas se oye mi voz. Mi mente va a mil por hora. ¿Embarazada? ¿Cuándo?

— Veo que le ha sorprendido.

Asiento sin palabras a la amable doctora, que me pasa un vaso de agua de un surtidor convenientemente situado allí al lado. Le doy un sorbo agradecida.

—Estoy en shock — le susurro.

—Podemos hacer una ecografía para saber de cuánto está. A juzgar por su reacción, sospecho que solo habrán pasado un par de semanas desde la concepción y que estará embarazada de cuatro o cinco semanas. Por lo que veo no ha tenido ningún síntoma.

Niego con la cabeza sin palabras. ¿Síntomas? Creo que no.

—Pensaba... Pensaba que era un tipo de anticonceptivo muy seguro.

La doctora Frank levanta una ceja.

—Normalmente lo es, cuando la paciente se acuerda de tomarse las pastillas — dice un poco fría —. Debo de haber perdido la noción del tiempo...

Peter se va a poner hecho una furia, lo sé.

—¿Ha tenido pérdidas?

Frunzo el ceño.

—No.

—Es normal con la pastilla. Vamos a hacer la ecografía, ¿vale? Tengo tiempo.

Asiento perpleja y la doctora Frank me señala una camilla de piel negra que hay detrás de un biombo.

— Quítese el jeans y la ropa interior y tápese con la manta que hay en la camilla — me dice eficiente.

¿La ropa interior? Esperaba que me hiciera una ecografía por encima del vientre. ¿Por qué tengo que quitarme la tanga? Me encojo de hombros consternada, hago lo que me ha dicho y me tapo con la suave manta blanca.

—Bien — la doctora Frank aparece en el otro extremo de la camilla tirando del ecógrafo para acercarlo. Se trata de un equipo de ordenadores de alta tecnología. Se sienta y coloca la pantalla de forma que las dos podamos verla y después mueve la bola que hay en el teclado. La pantalla cobra vida con un pitido —. Levante las piernas, doble las rodillas y después abra las piernas — me pide.
Frunzo el ceño, extrañada — Es una ecografía transvaginal. Si está embarazada de pocas semanas, deberíamos poder encontrar el bebé con esto — dice mostrándome un instrumento alargado y blanco.

Oh, tiene que estar de broma. Creo que va a meter eso... ahí. Quiero morirme de dolor desde ahora mismo, sin duda.

50 Sombras Laliter (2º Parte) - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora