Una noche de pasión, como otras muchas que habíamos tenido, pero esta vez, sin el ruido constante de la ciudad. Solos, Peter y yo, en una casita preciosa en medio del bosque, sin nadie que nos molestase.
Creo que acabo de despertarme. Peter está a mi lado, profundamente dormido todavía. Está soñando con algo lindo (seguramente conmigo), ya que está sonriendo.
— Mi amor — lo llamo entre susurros.
— Mmm — me responde dormido.
Río.
— Peter, ya es de día...
— Un poco más — después se da la vuelta, y queda dándome la espalda.
— Ya es tarde dale — comienzo a hacerle cosquillitas por la espalda, dado que eso le encanta, y así me siga el juego y logre despertarlo.
— Lali pará — avisa riendo —. Ya me levanto.
— Dale, tenemos que conseguir algo para desayunar — digo pensando que seguramente la heladera de esta casa lleve años vacía.
— Iré a pedirle a Gilda — me dice abriendo los ojitos de a poco e incorporándose en la cama con sumo cuidado.
— Dale — le doy un beso en la sien —. Yo mientras voy al baño.
— Bueno, espero que después de tantos años el agua no salga negra — Peter suelta una carcajada, aunque a mí no me hace ni gracia. Nunca me lavaría la cara con agua sucia.
— No hace gracia, me la lavaré entonces con agua mineral embotellada.
— Con tener la canilla un rato encendida, dejá que corra el agua hasta que salga fresca y entonces bebe — Peter me acababa de dar un consejo que desde que tenía uso de razón me había dado mi papá.
— ¡Qué gran consejo!
— Sí, ¿verdad?
— Ya lo sabía — respondo riendo.
— Bue, anda haciendo lo que sea y yo voy a pedirle a Gilda pan, leche y café, ¿si?
— Okey — respondo levántandome de la cama. Camino hasta el baño y entro. Al verme en el espejo, veo a una Lali con ojeras, con el labial completamente corrido, el pelo alborotado y los ojos hinchados. Dios mío, fueron dos veces, casi seguidas en una noche. Dos veces muy intensas, practicando casi todas las posturas que existen. Creo que es un milagro que el condón no se haya roto.
Otra de las cosas a las que temo en este mismo momento, es a cortar el tratamiento anticonceptivo. Cortarlo así porque sí, sin el permiso de un doctor especializado. Yo por el momento no quiero quedarme embarazada, y mucho menos, Peter quiere que yo me quede embarazada, ya lo hemos hablado muchas veces.
Salgo del baño antes de lavarme la cara y de hacer todo el resto de mi ritual matutino, para avisar a Peter de que compre pastillas anticonceptivas, las de mi marca, las que me recetó el ginecólogo. Peter aún está sentado en la cama, como hace siempre, desperezándose, pasando su mano una y otra vez por su mirada para mantener los ojos abiertos.
— Mi amor — lo llamo.
— ¿Pasó algo con la canilla? — clava los ojos en mí y me sonríe.
— No es eso. Es que necesito que compres también pastillas anticonceptivas.
— ¿Por? — pregunta, creo que algo asombrado.
— Porque me da miedo dejar el tratamiento por unos días así porque sí, podemos tener un error, y ninguno de los dos aún estamos preparados para ello. Lo sabes, ¿verdad?
Peter asiente con la cabeza:
— Se los encargaré también no te preocupes.
— Que me los traiga antes de las seis, es a la hora que me tomo la píldora siempre.
— Sí, estara acá con los recados antes de la hora de comer, por eso no te preocupes. Gilda lo tiene todo controlado.
Sonrío y vuelvo al baño, mucho más tranquila. Escucho como Peter se viste y baja las escaleras para ir a casa de la vecina. Después bajo a la cocina, a esperar a Peter que vuelva con nuestro desayuno. Debería escribir a sus papás para que se encarguen de Willburd, porque el pobrecito se ha quedado solo en casa.
Peter regresa a los 15 minutos con una bolsa llena de cosas. Yo sonrío al verlo llegar:
— ¡Ya tenemos provisiones! Gilda bajara a la ciudad a eso de las 12, antes de las 2 tenemos el resto de las cosas.
— Me alegro, espero verla para darla las gracias. Por cierto, les deberías decir a tus papás que se encarguen del perrillo.
— ¡Es verdad! Le pondré un mensaje a Bautista, espero tener cobertura telefónica después cuando salgamos con los caballos.
— ¿Caballos?
— Sí, ¿no te gustaría?
— Es que... — no quiero contarle a Peter que me dan un poco de miedo los caballos, no en sí los pobres animales, sino montarlos y que me tiren de encima suyo.
— La, están bien adiestrados. Son de competición, además, vamos a salir a dar un simple paseo por el bosque.
— Bueno, pero vamos juntos en el mismo caballo.
— Juntos pesamos mucho — me dice riendo.
— Es que sino me da miedo — digo por fin.
— La, es un simple caballo, no tenés que tenerle miedo.
— ¿De verdad que no me va a tirar?
— Te lo prometo — me sonríe para tranquilizarme.
— Entonces sí quiero.
— Primero a desayunar.
Peter saca las cosas que nos ha dado Gilda y comenzamos a desayunar. El café ya viene hecho, y como ya hace mucho calor no hace falta meterlo en ningún lugar para calentarlo.
— ¿Te gusta? — me pregunta Peter a punto de meterse un trozo de tostada con mantequilla en la boca.
— Sí, está delicioso... — sonríe.
Terminamos de desayunar, recogimos todo lo que había en la mesa, y subimos a vestirnos. Peter buscó las antiguas botas de montar de sus abuelos, me dejo las de su abuela y él se quedó con el otro par. Ambos nos vestimos con ropa cómoda y salimos de casa para ir hasta los establos.
— Te presentaré a los chicos — dice mirando a dos caballos, uno de color negro y el otro de color castaño, de esos caballos a los que se les llama palominos —. Ella es Wings — me muestra a la yegua palomina —, y el Rayo.
— Hola — digo sonriendo.
— Vas a montar en Wings... Vamos a ponerles las monturas, y a galopar.
¿Galopar? Uh, no no Lanzani...
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50 Sombras Laliter (2º Parte) - Terminada
FanficHan pasado 6 meses desde la última vez que se vieron... Lali y Peter han cambiado, aunque se siguen amando el uno al otro. Aparecerán 3 nuevos misterios, los cuáles harán que nuestros protagonistas tengan problemas. ¿Estás preparado para volver a vi...