Capítulo Once - Lo que podría cambiarlo todo

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11. Lo que podría cambiarlo todo.

—Con que al final has decidido venir —dijo Snape con voz grave, apretando la mandíbula. Malfoy parecía muy incómodo—. Siéntese al lado de Potter, señor Malfoy.

El rubio caminó arrastrando los pies hasta el asiento al lado de Harry. Se dejó caer en él y esquivó la mirada del pelinegro.

—Tendrá que limpiar las ampollas sucias —continuó Snape—. Cuando las limpiéis todas, podréis iros. Mientras tanto... —hizo un movimiento con la varita y varios frascos en la mesa de Harry se movieron a la de Draco. Después, siguió escribiendo en el pergamino.

Durante una hora, lo único que se oía era el frotar de los paños contra el cristal y el rasgueo de la pluma sobre el papel. Cada uno estaba absorto en sus pensamientos, cada uno pensando y no pensando en otras cosas. De vez en cuando, Harry miraba de reojo a Malfoy, pero al ver que este no daba muestras de querer devolverle la mirada, se volvía a concentrar en su trabajo.

Sin embargo, de repente se escucharon pasos al otro lado de la puerta que parecían que se dirigían allí. Corría, de eso no había la menor duda, y le importaba muy poco que sus pasos resonaran por todo el pasillo. Los chicos levantaron las cabezas y miraron a la puerta. Harry frunció el ceño y miró a Snape, que había dejado de escribir con pesar.

Ni siquiera llamaron a la puerta: la profesora McGonagall apareció can una expresión de preocupación.

—Severus... es Parkinson. No se sabe qué ha ingerido, pero se encuentra grave en la enfermería. Tenemos la esperanza de que usted sepa qué ha tomado. Además, es el jefe de su casa —Snape miró a los dos chicos, que no se habían perdido palabra de aquello, y se levantó —. Rápido.

Snape se giró hacia ellos.

—Como vuelva y no estén limpios—amenazó mirándoles fijamente—, añadíos otro mes de castigo —dicho eso, dio media vuelta y salió por la puerta haciendo frufrú con su túnica, seguido de McGonagall.

Cerraron la puerta al salir.

Hubo un silencio sepulcral durante unos segundos. Ninguno de los dos sabía qué hacer.

Harry no podía creer su buena suerte. Se había librado del castigo de Snape. ¡Se había librado! Cogió su varita del bolsillo interior de su túnica y apuntó al montón de frascos que tenía enfrente de él.

—¡No! —exclamó Malfoy sujetándole la muñeca—. ¿Estás loco? ¡Es sin magia!

Harry le miró sorprendido, pero después se zafó de su agarre y se colocó bien la túnica.

—No tiene por qué enterarse —replicó, apuntando de nuevo. Entonces Draco se abalanzó y le quitó la varita de las manos —. ¡Eh! ¡Qué coño haces?

—No voy a tener otro mes de castigo por tu culpa —dijo Malfoy aún con la varita de Harry en alto.

—Devuélveme la varita.

—Ni soñarlo.

—¡Devuélvemela! —Harry intentó cogerla, pero Draco la apartó a un lado y no lo logró—. ¿Qué mosca te ha picado?

Harry le miró con una mueca mientras el rubio se la guardaba en la túnica y se volvía a sentar, dispuesto a continuar. Harry estaba tan sorprendido que no sabía cómo reaccionar. Le había quitado la varita. Se la había quitado.

No se sentó.

— No te la voy a pedir dos veces, Malfoy —amenazó Harry. Extendió el brazo—. Dámela.

A Por Él || Drarry || TERMINADA y EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora