Capítulo Quince - El Misterio de Pansy [parte 1/2]

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15. El Misterio de Pansy [parte 1/2]

El verano estaba a punto de comenzar. El buen tiempo brillaba con su total resplandor y todo el mundo, ya que los TIMOS ya se habían terminado, se quedaba en su rato libre a tirarse por el césped o ir a darse un baño al lago. Sólo quedaba unos días para irse de allí y pasar las vacaciones de verano con la familia.

Draco y Harry pasaban juntos todo el tiempo que podían, sobretodo por las noches, cuando todo estaba en completo silencio y no eran víctimas de miradas extrañadas. Se veían en todos lados y, por así decirlo, habían empezado una relación de pareja sólo por las noches. Por el día, en cambio, intentaban ignorarse como podían, pero no era fácil.

Harry no dejaba de pensar en Draco mientras estaba con sus amigos, y estos habían empezado a notar que estaba más raro de lo habitual. Obviamente, Hermione seguro que sabía qué andaban tramando esos dos tortolitos, pero Ron estaba frustrado porque su mejor amigo estaba ausente la mayor parte del tiempo.

Y, para alegría de Harry, todo estaba saliendo muy bien aquellos últimos días. Demasiado bien, se podría decir. Umbridge había sido despedida, Dumbledore había vuelto y, por consecuente, McGonagall y Hagrid también, su relación con Draco estaba yendo de perlas y los TIMOS le habían salido medianamente bien. No se podía quejar de absolutamente nada.

Sin embargo, su felicidad no podía durar tanto tiempo.

(---)

  —¡Te odio! —bramó Harry enfurecido, mientras lágrimas salpicaban su rostro y su puño se hundía en la mejilla de Draco.

Este echó la cabeza hacia atrás y cayó al suelo del castillo con un golpe sordo.

—¡Tienes que creerme, Harry!   —sollozó él mientras retrocedía.

*Una noche antes* 

Último día antes de irse al Expreso de Hogwarts. Ya caía la noche y el sol empezaba a ocultarse tras las montañas. Sólo unas pocas personas permanecían fuera del castillo, por lo que Harry y Draco no tenían peligro para verse.

Harry sonrió de oreja a oreja al ver un chico con el cabello rubio platino desaparecer tras unos árboles en dirección al lago. Habían quedado para verse allí al anochecer y, por lo visto, Draco llegaba puntual. Rara vez lo hacía, aunque como era la última vez que se iban a ver antes de las vacaciones era normal.

Apretó el paso y le siguió. Tenía pensado hacer muchas cosas aquella noche con Draco y estaba emocionado. Cuando pasó los árboles en los que le había visto adentrarse, escuchó voces. Harry frunció el ceño. Habían quedado más veces allí y nunca habían coincidido con nadie. Caminó despacio, procurando no hacer ruido.

  —¿Draco? —susurró.

No quería estar allí mientras hubiera otras personas rondando. Podrían ir a otro sitio más tranquilo, como el baño de los Prefectos. 

Escuchó unas risas y después un gemido. Harry abrió los ojos de par en par y buscó frenético a Draco. No quería ver a nadie haciendo nada. No era agradable.

Entonces vio la cabellera de Draco a su derecha, de reojo. Aliviado, se dirigió a aquella dirección. Abrió la boca para avisar al rubio de que estaba allí pero la voz no llegó a su garganta de la impresión.

Draco estaba de espaldas a él, despojado de la túnica y la camisa, besando una persona que estaba apoyada en un árbol: Pansy Parkinson. El rubio la besaba tan apasionadamente que parecía que se iban a comer mutuamente y, para horror de Harry, la chica estaba en ropa interior con las piernas alrededor de la cintura desnuda de Draco. Gemía sin parar, y la mano de Parkinson desaparecía tras el pantalón de Draco.

  —No sabes cuánto he esperado esto —murmuró Draco con la voz ronca llena de excitación.

—Lo sé —contestó ella, aún sin darse cuenta de que Harry estaba tan sólo a cinco metros de ellos, medio oculto tras un árbol.

El pelinegro sintió unas náuseas terribles y notó que su corazón se rompía en mil pedazos. Trastabilló hacia atrás y, antes siquiera de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, dio media vuelta y se largó de allí tan rápido como su piernas le permitían mientras lloraba y lloraba desconsoladamente.

Llegó a la entrada del castillo. Se sentía aún mareado, pero se obligó a entrar en él y seguir corriendo por los pasillos, balbuceando disculpas cada vez que empujaba a alguien. Llegó al retrato de la señora gorda y vio que la sala común estaba atiborrada de gente.

  —¡Harry! —exclamó Hermione cogiéndole del brazo mientras intentaba pasar inadvertido—. ¿Qué te ha pasado?

—Déjame, Hermione —contestó Harry, intentando librarse de su agarre.

—¿Por qué has llorado? ¿Te sientes mal? Estás muy pálido...

—Déjame, ¿vale? —se libró de ella bruscamente y se dirigió a su habitación hecho una furia, odiando a Draco y a Parkinson con toda su alma. Ya allí, solo, en la intimidad, el dolor llegó hasta él y no pudo reprimir el gemido de angustia.

A Por Él || Drarry || TERMINADA y EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora