La caperucita roja versión 2

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Ojalá les guste porque es diferente. Saludos.

Érase una vez un chico de corta edad llamado Gerard que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a la casa de su abuela, pero porque aquello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.

Así, Gerard cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Gerard, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidado por una imaginación colectiva.

De camino a casa de su abuela, Gerard se vio abordado por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.

- Alimentos saludables para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.

- No sé si sabes, querido – dijo el lobo – que es peligroso para un niño pequeño recorrer solo estos bosques.

- ¿Cómo te llamas?

- Frank – entonces Gerard le respondió.

- Encuentro esa observación en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.

Gerard enfiló nuevamente el sendero. Pero Frank, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela.

Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.

Gerard entró en la cabaña y dijo:

- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.

-Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente Frank desde el lecho.

-¡Oh! -repuso Gerard-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!

-Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.

-Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.

-Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.

-Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!

Respondió Frank:

- Soy feliz de ser quién soy y lo qué soy – y, saltando de la cama, aferró a Gerard con sus garras, dispuesto a devorarlo.

Gerard gritó; no como resultado de la aparente tendencia de Frank hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.

Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí, su nombre era Bob. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto Frank como Gerard se detuvieron simultáneamente.

-¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Gerard.

Bob parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.

-¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Gerard, Frank asentía dándole la razón-. ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que los niños y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?

Al oír el apasionado discurso de Gerard, Frank le arrebató el hacha a Bob y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Gerard y Frank creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.

Ojalá les haya gustado.
Atte. Alex 👻💀

Los cuentos del FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora