Cenicienta

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Un hombre rico llamado Cheech, tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, Linda llamó a su único hijo y le dijo:

- Querido Frankie, sé piadoso y bueno, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré.

Poco después cerró los ojos y espiró. El pequeño Frank iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre Linda y continuó siendo siempre piadoso y bueno.

Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y Cheech se casó de nuevo.

Su nombre era Barbara, con ella trajo dos niñas: Eliza y Lindsey. Ambas tenían un rostro hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para el pobre huérfano.

- No queremos que este pedazo de idiota esté sentado a nuestro lado, que gane el pan que coma, que se vaya a la cocina con la criada.

Le quitaron sus trajes buenos, le dieron ropa harapienta y unos zuecos.

- ¡Qué sucio está el orgulloso príncipe! – decían riendo.

Lo mandaron a la cocina. Tenía que trabajar allí desde la mañana hasta la noche, levantarse temprano, traer agua, coser y lavar; sus hermanastras le hacían además todo el daño posible, se burlaban de él.

Por la noche cuando estaba cansado de tanto trabajar, no podía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostado al lado del fuego, y como siempre estaba lleno de polvo y ceniza, le llamaban Cenicienta. Haciéndole pasar por criada. Dejando el nombre en género femenino pues le molestaban diciendo que no era digno de ser llamado hombre.

Sucedió que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus hijastras lo que querían que les trajese.

- Un bonito vestido – dijo Eliza.

- Una buena sortija – añadió Lindsey.

- Y tú, Frank ¿Qué quieres? – preguntó.

- Padre, tráeme la primera rama que encuentres en el camino.

Compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque cubierto de verdor, tropezó con su sombrero una rama de zarza, y la cortó.

Cuando volvió a su casa dio a Lindsey y Eliza lo que habían pedido y la rama a Frank, quien lo agradeció. Este corrió al sepulcro de su madre y plantó la rama en él y lloró tanto que la rama no tardó en crecer y convertirse en un árbol hermoso.

Frank iba tres veces todos los días al árbol, lloraba y oraba y siempre iba a descansar en él pajarillo, y cuando sentía algún deseo, en el acto le concedía el pajarillo lo que deseaba.

Había dos príncipes en el reino - Gerard y Michael -  los hermanos habían perdido a un padre y el pueblo a un rey. Sucedió que el mayor de ellos, Gerard, cumpliría la mayoría de edad; por ello, se celebraría una fiesta que duraría tres días. En esta, estaban invitados todos los jóvenes y jovencitas del país, pues el príncipe Gerard escogería una pareja para llevar y acceder al trono.

Cuando las dos hermanastras lo supieron, llamaron a Frank y le dijeron.

- Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a un baile al palacio de los príncipes.

Frank las escuchó llorando, pues las hubiera acompañado con mucho gusto al baile, y suplicó a Barbara que se lo permitiese.

- Cenicienta – le dijo en modo burlón – estás lleno de polvo y ceniza y ¿Quieres ir a una fiesta? ¿No tienes trajes o zapatos y quieres bailar?

Los cuentos del FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora