La historia no contada de Roland y Miranda

Amor a primera vista

Roland y Miranda se quedaron viendo a los ojos por un momento, incluso él había puesto sus brazos alrededor de ella para ayudarla a levantarse. Cuando el rey se dió cuenta de esto tosió alejándose tímidamente de la joven.

Roland dió una sonrisa nerviosa para después invitar a Miranda y a Sofía a tomar el té con él.

~Pero señor, tiene muchas obligaciones. El día de hoy vendrá el embajador de Freezenberg a resolver  problemas con ambos reinos. Titubeó Balleywick observando un gran rollo de papel que se encontraba en sus manos.

~¡Cancelalo!, dile que lo veré mañana, por el momento quiero atender a mis invitadas.

Balleywick asintió y salió de la habitación mientras Roland dirigía a sus invitadas al jardín.

~Es un gran honor poder pasar tiempo con usted rey Roland. Habló Miranda rompiendo un poco la tensión.

~¡Agradezco que aceptarán mi invitación! Sé que están muy ocupadas. Pero al enterarme de que la esposa del gran Joseph llegaba a Encantia no pude evitar conocerlas.

~Joseph murió hace cuatro años... Pero dígame cómo se encuentra la reina Lorelei, tuve la oportunidad de conocerla durante mi juventud.

El rostro de Roland cambio mostrando un semblante de tristeza.

~Lorelei murió cuando nacieron mis hijos... Lamentablemente no resistió.

Miranda sintió una opresión en el pecho, ¿Cómo era posible que no se hubiera enterado de la noticia? Lo que no sabía era que Joseph le había ocultado todo para no complicar su estado de ánimo debido a que se encontraba en sus primeros meses de embarazo.

~Lo siento mucho... He sido tan indiscreta.

~No es tu culpa... No sabías lo que había pasado. Aunque aún la extraño he salido adelante con mis hijos. Tengo dos, una niña y un niño, son gemelos. Susurró Roland sacando su pequeño reloj de bolsillo.

~Tiene unos hijos hermosos, yo solo tengo a Sofía... Desde que Joseph murió hemos estado más juntas que nunca. Es una buena niña, muy bondadosa y carismática.

Miranda y Roland desviaron su vista hacia la pequeña niña que se encontraba jugando con los animales del jardín.

Mientras tanto Amber observaba desde la ventana a su padre.

~¿Con quién está papá? Habló James haciendo que la rubia se sobresaltara.

~¡James no me asustes de esa manera!
Papá está con una mujer y una niña del pueblo. Supongo que tiene asuntos que resolver con ellas. Susurró Amber escondiéndose detrás de su abanico.

~La niña se ve muy divertida... Me gustaría jugar con ella. Respondió el príncipe.

~¡No James!, No debemos mezclarnos con la gente del pueblo, somos de la realeza ¡Recuérdalo! Deja que ella se divierta y disfrute de nuestra gran vida... aunque sea por unos minutos, se lo merece ya que nunca vera algo igual.

James bajó la cabeza y salió del cuarto de Amber, mientras la rubia seguía observando desde la ventana.

~Rey Roland.... Creo que ya debemos irnos, tiene muchas obligaciones que atender. Alzó la voz Miranda levantándose de su asiento.

En ese momento Roland tomó su mano provocando que ambos se vieran directamente a los ojos.

~¿Puedo volver a verte?

~Claro su majestad, cuando guste.

Roland se sonrió y vió como la joven y su pequeña hija se dirigían a la salida.

Antes de llegar a la puerta Sofía le brindó una sonrisa para después agitar su mano despidiéndose de él.

Este gesto le causó una gran ternura hacia la pequeña. Si tan solo su hija fuera así de agradable.

Entonces llegó a su mente una idea... Quizás Amber podría aprender de Sofía. Además de esa forma podría seguir viendo a Miranda.

Al entrar al palacio la princesa rubia se puso frente a él bloqueandole el paso.

~¿Quienes eran ellas Papi?

~Trajeron unos zapatos para mí, así que decidí invitarlas a tomar el té conmigo.

~Oh con que era eso Papi, la niña que venía con la aldeana parecía tan feliz de estar en el castillo. Debió disfrutarlo ya que nunca pisará uno de nuevo. Se burló Amber.

En ese momento el rey frunció el ceño.

~¡Amber sé más educada!, No debes referirte a ellas de esa forma.

~Pero Papi es la verdad, ellas jamás estarán a nuestra altura... Son solo plebeyas.

Roland mandó a su hija a su habitación. Su actitud era despreciable. Sabía que Amber solía ser caprichosa, pero siempre trató de hacerla ser una persona de bien que respetará a sus súbditos y tratara a todos por igual.

Sofía y Miranda llegaban a su pequeña casa después de unos minutos de caminar.
Sofía se encontraba feliz saltando de emoción.

~¡Creo haber visto a la princesa!, Me observaba desde la ventana solo que no vi bien su cara porque se encontraba detrás de un abanico. Habló Sofía emocionada.

~¡Que lindo Sofía!, Me agrada que te hayas divertido tanto.

~¡Si mamá, fue una experiencia mágica!

Sofía y Miranda se acostaron en la cama para descansar. La pequeña niña se abrazó de su mamá para sentir su calor. De esa forma se sentía protegida y podía dormir profundamente.

Miranda por su parte no podía conciliar el sueño. El recuerdo de ese día seguía presente en su mente, pero tenía que frenar esos sentimientos ¡Él era el rey de Encantia! Y ella una simple campesina. Además juro jamás volverse a enamorar, Joseph aún seguía presente en sus sueños, pensamientos y eso era algo muy difícil de sacar.

Esa noche, mientras dormía tuvo un sueño algo peculiar. Se encontraba corriendo por el bosque con un inmenso miedo recorriendola, sintiéndose perseguida sin saber por qué. Cuando ya no pudo más su pie falseó cayendo al piso. En ese momento comenzó a  llorar desconsoladamente recordando a Joseph.
~¡Perdoname Joseph! Perdón por sentirme atraída por alguien más.
Una mano se posó en su hombro. Al alzar su vista notó la cara amable de su esposo. El joven le tendió la mano con delicadeza ayudándola a levantarse y limpió sus lágrimas.
~No te sientas culpable Miranda, yo te dije que me encantaría que algún día rehicieras tu vida y esté es el momento. El joven le dió un beso en la frente para después desaparecer. En ese momento Miranda vió a Roland recargado en un gran árbol. La joven corrió hacia él abrazándolo con fuerza.

En ese instante sus ojos se abrieron. Su corazón latía con fuerza, la joven se llevó las manos a la cabeza para calmar sus nervios. Quizás ese sueño era una revelación.