El día comenzó prósperamente. No habían perdido ningún perro más durante la noche, y se lanzaron al trillado sendero, y con él al silencio, a la oscuridad y al frío, con ánimo bastante tranquilo. Bill parecía haberse olvidado ya de sus pronósticos de la víspera, y hasta acogió con sardónicas burlas a los perros cuando estos, al llegar el mediodía, volcaron el trineo en un punto del camino en que el paso era difícil.
Se armó un lío que nada tenía de agradable. El trineo boca abajo metido entre el tronco de un árbol y una enorme roca, y ellos viéndose obligados a desenganchar los perros para poner orden en aquel enredo. Se hallaban los dos hombres encorvados sobre el vehículo, forcejeando para colocarlo bien, cuando Henry observó que Oreja Cortada se escurría hacia un lado con intención de marcharse.
—¡Eh, tú!, ¿adónde vas? —le gritó, llamándole por su nombre, enderezándose y volviéndose
hacia el perro.Pero Oreja Cortada salió escapado a través de la nieve, dejando tras sí las huellas que marcaban su fuga... Y allí, en la nieve, donde estaba el otro rastro que habían dejado ellos a su espalda, se hallaba la loba esperando al nuevo fugitivo.
A medida que el perro se iba acercando, se volvía cauteloso. Fue deteniendo la carrera hasta convertirla en una serie de pasos cortos y vigilantes, ansiosamente. Pareció que la loba le sonreía. El perro la miraba con cieno cuidado y como dudando, pero enseñándole los dientes de un modo más bien insinuante que amenazador. La loba dio hacia él algunos pasos, como jugando, y se paró.
Oreja Cortada se acercó a ella cautelosamente, aún ojo avizor, enderezadas la cola y las orejas y alta la cabeza.
El perro trató de aproximar su hocico al de ella; pero la hembra retrocedió entre traviesa y esquiva. Cada avance de él iba seguido del correspondiente retroceso de ella. Paso a paso fue apartándolo de la protección que podía prestarle la compañía humana. Una de estas veces, como si una vaga sospecha o aprensión hubiera cruzado por el cerebro del animal, volvió la cabeza y miró hacia atrás, hacia el volcado trineo, sus compañeros de tiro y los dos hombres que lo estaban llamando.
Pero sea la que fuera la idea que empezaba a tomar forma en su cabeza, se borró cuando la loba avanzó hacia él. Se olisquearon un brevísimo instante, y luego la hembra volvió a adoptar su esquivo sistema de retirada al verse requerida de nuevo.
Mientras tanto, Bill había pensado en la posibilidad de utilizar el rifle, pero con el vuelco se había quedado debajo del trineo, y antes de que lo hubiesen levantado, Oreja Cortada y la loba estaban demasiado cerca ya uno de otro y a sobrada distancia de los hombres para que cualquiera se arriesgara a disparar.
El perro comprendió su error demasiado tarde. Antes de que nuestros hombres se percataran de la causa que a ello le movía, lo vieron volverse en redondo y empezar a correr en busca de su compañía. Entonces vieron una docena de lobos flacos y grises que se acercaban en ángulo recto al camino trillado y le cerraban la retirada. Inmediatamente, toda la esquivez y travesura de la loba desaparecieron como por encanto. Dando un gruñido y un salto, se lanzó sobre Oreja Cortada. Este le dio un empujón con el hombro para apartarse. Veía la retirada cortada, pero persistió aún en el propósito de volver donde estaba el trineo, así que cambió de dirección intentando dar un rodeo. A cada momento aparecían más lobos que tomaban parte en su caza. En cuanto a la loba, se hallaba a la distancia de un salto detrás de Oreja Cortada y se preparaba al ataque.
—¿Adónde vas? —preguntó de pronto Henry, poniendo la mano sobre el brazo de su compañero.
Bill le apartó de una sacudida.
—Eso no lo aguanto —exclamó—. No van a quitarnos ni uno más de nuestros perros si yo puedo impedirlo.
Rifle en mano, se hundió en el bosque bajo que bordeaba el sendero. Su intención era evidente. Tomando el trineo como centro del círculo que iba trazando Oreja Cortada, se proponía penetrar en este círculo en un punto en que pudiera ganar por la mano a sus perseguidores. Con su rifle y a plena luz del día, era muy posible que pudiera amedrentar a los lobos y salvar al perro.
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Colmillo Blanco
AventuraColmillo Blanco - Jack London En las tierras inhóspitas de Yukón, un cachorro mestizo, con mucho más de lobo que de perro, empieza a descubrir cómo funciona el mundo. Con bastante sufrimiento, pero también con cierta satisfacción, aprende las leyes...