Capítulo 3.

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Charles y yo llegamos a mi casa. Le pido que espere fuera y entro a mi casa para buscar a mi madre. Busco en el salón, pero no está, por lo tanto me pongo a buscar en la cocina, donde tampoco está. Subo las escaleras hacia el piso de arriba, y escucho a mi madre decir mi nombre desde su dormitorio. Me dirijo hacia su habitación y entro lentamente en él. Miro a mi madre que está frente al espejo de su armario mirándose en él. Decido entrar, y me coloco detrás de mi madre, quien se percata de mi presencia gracias a mi reflejo del espejo.

—Ven hija, déjame que te arregle un poco.—Mi madre coge un peine de su neceser y se coloca detrás de mi.

Mientras ella me peina, miro en el espejo como deja bien liso mi pelo castaño, y atrás coge dos mechones y los une con un gancho que ha usado siempre ella, desde que era niña, y su madre siempre le obligaba a ponérselo. Me entristece ver esta imagen con mis propios ojos, ya que puede que nunca vuelva a ocurrir si salgo hoy elegida. 

—Gracias mamá.—Me giro para mirarla a los ojos.—Debemos irnos, no queda mucho para que empiece.

—Tienes razón.—Me abraza con fuerza, y al sentir sus brazos rodeándome cierro los ojos en señal de protección.—No te elegirán a ti, ya verás cariño.

Me separo de mi madre y agarro su mano con fuerza. Ambas bajamos al piso de abajo, y salimos a la calle, donde Charles nos espera junto a su madre. Supongo que le habrá dado tiempo de ir a buscarla, o que ella ha imaginado que estaría aquí conmigo. Los cuatro nos dirigimos hacia la plaza, como el resto de los habitantes de la séptima Clipta. Nada más llegar a la plaza nuestras madres se separan de nosotros, y se van al lado donde se encuentran todos los padres de los niños. Rodeando la plaza está la guardia, quien se encarga de que nadie consiga escapar de aquí. Antes de separarme de mi amigo, nos damos un abrazo. Él sigue su camino hasta la zona de los niños, y yo el mío hasta la zona de las niñas. Llego a una de las mesas, donde se encuentra un hombre junto a un ordenador.

—Deme su carta señorita.—Obedezco al hombre y le entrego mi carta. 

Veo como la escanea en una impresora, y mis datos salen en el ordenador. Me fijo que sobre mi foto pone la palabra "maga" en grande y en color rojo. Pone un sello sobre mi carta y la deja junto a las demás. Sigo mi camino hasta un hueco que encuentro entre dos niñas que reconozco, ambas están en mi clase. En el momento que estamos todos los niños colocados, la pantalla gigante que hay colocada sobre la alcaldía se pone en marcha, y una bola enorme aparece en ella. 

En los altavoces comienza a sonar un sonido de una pequeña explosión, y un papelito sale de la bola. Una voz de una mujer suena, y el papelito con el nombre de Johan Smith ocupa la pantalla completa. Un chico de unos catorce años sube a la entrada de la alcaldía. Seguido, vuelve a sonar el sonido de la pequeña explosión, y otro nombre aparece en la pantalla a la vez que la voz de la mujer pronuncia el nombre de Katherine Villanov. Siento un pequeño pinchazo en el estómago, a esta niña sí la conozco, y es una pobre niña de once años que es vecina mía, y la pobre es muy inocente. La veo subir a la entrada de la alcaldía, y el alma se me parte al ver la cara que pone su madre. De nuevo el sonido de la explosión y otro nombre sale en la pantalla, junto con la voz de la mujer se escucha el nombre de Matt Britton. Miro atentamente al chico, que por su físico parece mayor que yo, por lo que tendrá diecisiete años, y para ser sincera este tal Matt tiene un buen físico. El sonido de la explosión vuelve a sonar, pero a partir de ahora decido no mirar más a la pantalla, solo quedan dos nombres por salir, y prefiero ponerme a rezar para que el mío no salga. Escucho la voz de la mujer pronunciar el nombre de Fredd Misttem. Un último nombre y habrá terminado este horrible día. Después de unos segundo el sonido de la pequeña explosión vuelve a sonar, y la voz de la mujer pronuncia el nombre de Jane Polski, mi nombre. Siento como mi corazón se detiene por unos segundos, mi sangre deja de correr por mis venas, mi mente se queda en blanco y mis lágrimas luchan por salir. De repente me viene Charles a la mente y lo busco con la mirada, pero no consigo verlo, en cambio si consigo ver a mi madre, quien no para de derramar lágrimas. Camino hasta la entrada de la alcaldía, y durante el camino busco de nuevo a Charles, esta vez tengo suerte y lo veo, él es más fuerte, pero sí consigo ver como sus ojos están brillantes y más rojos de lo normal. Entonces es cuando siento las lágrimas derramarse por mis mejillas. La voz de la mujer se despide de todos, y a nosotros cinco nos meten dentro de la alcaldía junto con la alcaldesa. 

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