Entro dentro de la sala de la tortura. Las puertas se cierran tras mi entrada. Miro a mi alrededor mientras me quedo inmóvil junto a la puerta. El techo está iluminado con luces blancas. A cada lado de la sala hay cinco sillas reclinadas, como la de un dentista, con un maquina al lado. Nueve sillas están ocupadas. Reconozco a los niños que están sentados en ellas, todos ellos son los que llegaron ayer aquí, al igual que yo, y fuimos todos juntos a hacer la prueba de conocimiento. Al lado de cada niño hay una persona manejando la maquina, aunque todas están paradas. La única silla libre está al final de la sala, en el lado derecho, y junto a ella una mujer de cabello oscuro. La mujer hace un gesto con la mano, mirándome fijamente a mi. Comprendo lo que significa, es hora de ocupar mi sitio en la silla.
Camino hasta el final de la sala. Al llegar me siento en la silla y me reclino, apoyando la cabeza en el reposacabezas. La mujer pone en marcha la maquina, y miro como lo hace.
—Tranquila, no duele tanto como parece—Dice mirándome mientras remanga mis brazos.—Por cierto mi nombre es Kate, y soy quien te hará siempre esta prueba, para poder controlar tus resultados.
—No te creo—Respondo.
—Como quieras. Ahora voy a hacerte preguntas, dependiendo de tu respuesta aumentaré la potencia o la disminuiré.
Kate coloca dos parches en mi brazo izquierdo pegándolos en mi piel. Hace lo mismo en mi brazo derecho, y vuelve a su posición de antes. Miro hacia el techo, intentando mantener mis pensamientos en algo que no tenga nada que ver con el presente.
—La primera pregunta es la más sencilla—Dice Kate.—¿La magia es buena o mala?.
—Buena—Respondo. Sé que es la respuesta incorrecta, pero el ser orgullosa forma parte de mi.
—Mal. Lo siento mucho pero esto funciona así.
Kate gira un botón hacia arriba. Noto como una descarga proviene de los parches y recorre mis brazos expandiéndose por todo mi cuerpo atravesando hasta mis huesos. El dolor es parecido al de un calambre o una descarga eléctrica, solo que por triplicado. La descarga produce espasmos en los músculos de mi brazo haciendo que se endurezcan y se contraigan. Siento como mi cuerpo comienza a tener sudores fríos.
—¿Estás de acuerdo con que la magia esté prohibida?—Pregunta Kate.
—No—Respondo como puedo.
—Mal de nuevo.
Kate vuelve a girar el botón hacia arriba, solo que esta vez más que antes. La descarga vuelve a salir por los parches entrando en mis brazos. Esta vez la siento más cargada, tanto que al expandirse por mi cuerpo noto como mis brazos se contraen aún más, y en la zona del pecho unos fuertes pinchazos, más dolorosos de lo que suele ser normalmente un pinchazo de este tipo. Cierro los ojos. Me agarro con fuerza a la silla para procurar que las siguientes descargas duelan menos, aunque lo veo poco probable.
Dos horas. Estas dos horas se me han hecho eternas. Cada descarga ha sido aún peor que la anterior. En las últimas sentía que no iba a poder aguantar más, me he sentido mareada en más de una ocasión. Kate retira los parches de mis brazos, y vuelve a colocarme bien las mangas del uniforme.
—Bebe un poco—Me entrega un baso de agua.
Bebo todo el agua de un trago. Me incorporo en la silla entregando de nuevo el baso a Kate. Ésta lo recoge y me mira.
—Este rollo que llevas no te va a funcionar aquí. Estás perdiendo el tiempo y te estás perjudicando tu sola. Cuánto más orgullosa te sientas y más defiendas la magia, más irán a por ti. Tienes que cambiar tu forma de actuar o no saldrás con vida de aquí—Dice Kate.
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Ebrisia
Science FictionEbrisia, un país donde está terminantemente prohibida la magia, debido a eso cada mes cuarenta niños son llevados a un lugar donde los convertirán en soldados anti-magia. Cuando Jane Polski, una maga de dieciséis años, es elegida para ir a ese lugar...