Capítulo 9.

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Matt desvía su mirada hacia mi nada más escuchar mis palabras. Se queda atónito ante ellas. Presiento que va hacerme alguna pregunta, pero entonces vuelve a clavar su mirada en Sawyer y solamente susurra unas palabras.

—Lo siento.

Por una parte agradezco que no me pregunte nada sobre ese tema, ya que es doloroso recordarlo, pero por otra parte no me habría importado contarle a él lo que pasó, seguramente él llegaría a entender el odio que siento hacia el hombre que está frente a nosotros.

—Vamos a comenzar con la prueba. Colocaros todos en las aulas —Ordena Sawyer.

Cada uno nos colocamos en una distinta. Yo me coloco en la número once, mientras que Katherine en la diez y Matt en la doce. Una balda de color gris separa la aula de la zona de tiro. Sobre la balda hay colocada una pistola, y junto a ella unas cuantas balas. El suelo de la zona de tiro está repleta de hierba, y la pared está decorada de forma que parece un bosque. En el medio de la zona de tiro hay un muñeco colgado de la pared. El muñeco tiene una diana dibujada que ocupa todo el pecho y una parte del estómago. En su mano derecha lleva una varita. Lógico, el muñeco representa a los magos, y aquí estamos para aprender a combatir contra ellos. Está claro que lo que cuelga de la pared es un muñeco, porque si fuera un mago de verdad ahora mismo los niños que están disparando estarían desarmados nada más ponerse frente a él.

Cojo la pistola con mi mano derecha, y con la otra la recargo. Me coloco unas gafas que encuentro sobre la balda. Mantengo la pistola agarrada con las dos manos apuntando hacia el muñeco. No quiero disparar a la diana, quiero disparar a la varita para arrebatársela de la mano y así dejaría de ser un muñeco mago, pasando a ser solamente un muñeco. Sé que si lo hago llamaré demasiado la atención y estaré fichada, y es lo último que quiero. Después de lo que vi ayer solo quiero mantenerme con vida pase lo que pase, y si destaco sé que no saldré con vida de aquí a no ser que consigan que sus métodos funcionen conmigo.

Apunto hacia la diana, y aprieto el gatillo. Fallo el primer disparo, la bala ni siquiera ha rozado el muñeco. Vuelvo a intentarlo una y otra vez teniendo el mismo resultado.

Disparo de nuevo, esta vez doy en la diana, en la parte inferior justo en el estómago del muñeco.

—Ya vas aprendiendo poco a poco —Escucho decir a Matt.

No me hace ninguna gracia disparar a un muñeco que representa a los de mi especie, pero el hecho de aprender a manejar un arma me gusta, nunca se sabe para qué se puede utilizar. Quizá acabe usándola contra los míos, o a lo mejor teniendo un poco de suerte la uso contra los enemigos.

Las siguientes dos horas las hemos pasado del mismo modo, disparando al muñeco. Para ser la primera vez que manejo un arma he estado bastante pésima, peor de lo que me esperaba. He acertado solamente cuatro tiros, y ninguno ha sido en el centro de la diana.

Todos hemos vuelto a nuestros dormitorios. Rachel no está en el nuestro, en la media hora que llevo aquí no ha aparecido. Media hora que he estado con el colgante en mis manos, mirándolo y pensando en mi madre y en Charles. En cuánto los hecho de menos, y en lo mucho que deseo escapar de aquí para volver con ellos.

La puerta del dormitorio se abre. Rápidamente cierro mi mano escondiendo el colgante. Rachel entra dentro, pero se queda junto a la puerta. Es el momento para preguntarle por qué no hemos tenido la misma prueba.

—¿Por qué hemos tenido distinta prueba? —Le pregunto.

—Porque la tortura es la única que siempre tendrás con los niños que llegaron el mismo día que tú. Tienen que tener todo controlado, y de esa forma se les hace más fácil —Responde—. Y por eso has hecho la primera sesión de armas con los demás niños que vinieron contigo. La siguiente sesión ya será con tu grupo.

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