CAPITULO 28 DESHAGANSE DE EL

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_Espera Leonel -se adelantó Alfonso el hermano mayor de Santiago dirigiéndose al esposo de su hermana mayor, el padre de Nicolás. _¿Cómo podremos estar seguros de que no cambió el testamento?.
_No lo hizo, es imposible que haya tenido tiempo de hacerlo -intervino Macario el esposo de su hermana menor.
_No estoy seguro de que quiera hacer esto -se pasó una mano por el pelo nervioso, es mi hermano.
_Es eso o quedarte en la calle -lo reprendió Leonel. _nunca has trabajado, ¿de qué vas a mantener a tu familia?, además, ¿que le vas  a decir a tu madre?, ¿que a última hora te entró el remordimiento?. ¡Por favor! -lo miró sarcástico. _todos sabemos que siempre lo has envidiado, sobre todo cuando tu padre le dejó todo a él y a los demás los dejó en la calle.
Era verdad. Siempre había envidiado a su hermano mayor. Envidiaba la preferencia que sus padres siempre habían demostrado hacia él, envidiaba el poder que él tenía, la autoridad que ejercía sobre todo aquél que lo rodeaba, el temor que levantaba a su paso ante su reputación de hombre inplacable y sanguinario..., y el respeto y admiración que tenía  de quienes si lo conocían de verdad.
Alfonso se acercó a la cama, su hermano se veía en total calma, solo se escuchaban los aparatos que lo mantenían con vida. Se acercó, tomó su mano, se sentía fría.
_Perdóname hermano apretó su mano. -acto seguido se apartó alejándose de él.
_Hazlo. -dijo a Leonel. Y salió de la habitación.

***
Santiago escuchó la charla entre sus familiares. No lo podía creer, su hermano y esos hombres a los que tanto había ayudado, ¿hoy le pagaban así?
Escuchó que la puerta se cerró, alguien había salido, pero aún quedaba gente adentro, podía escuchar las voces que se movían por la habitación, ¿qué estaban haciendo?...
Si por algún momento pensó que el aire podría volver a entrar a sus pulmones con normalidad se equivocó. Ahora no solo no podía respirar, sino que sentía una tremenda opresión en el pecho, quiso jalar aire pero no pudo, quiso gritar y tampoco, desesperado trató de moverse pero parecía como si una pesada loza aprisionara todo su cuerpo impidiéndole cualquier movimiento.
De pronto lo comprendió todo. La habitación estaba en silencio de nuevo, solo se escuchó la puerta al cerrarse otra vez, lo habían abandonado a su suerte después de desconectarlo. No contaba más con ayuda. Así terminaría todo...por fin... dejaría de sentir esa agonía, esa desesperanza, esa angustia por no poder tener lo que más anhelaba en la vida a Elizabeth, su querida y adorada Lissy.
Cerró los ojos y se dejó llevar, lentamente la angustia empezó a ceder dejando paso a la calma, por primera vez en mucho tiempo empezó a experimentar paz... esa paz que anhelaba con desesperación luego ese túnel ya conocido pero esta vez llegó la inconciencia.

***
Damián dudó entre subir por las escaleras o el elevador, a pesar de que lo usaba a diario no dejaba de sentir cierta aprehensión cada vez que lo hacía por lo que siempre que podía lo evitaba.
Por fin decidió usarlo, pues aunque no tenía prisa, había dejado sus obligaciones en la empresa porque durante toda la mañana se había sentido muy inquieto, tenía un mal presentimiento y no podía dejar de pensar en Santiago. Por fin las puertas del elevador se abrieron y el entró, marcó el piso ocho y las puertas comenzaron a cerrarse cuando los vio. Estaba seguro de que eran ellos, su hermano y sus cuñados, cuando quiso detener el elevador era demasiado tarde, los controles ya no le respondieron, por un momento decidió bajar en el siguiente piso e ir tras de ellos, pero el mal presentimiento que lo acompañó durante la mañana se agudizó y una opresión se apoderó de su pecho. Con angustia corrió hacia el cuarto de Santiago nada más abrirse las puertas del elevador, al entrar se dio cuenta de que no había nadie en la habitación sólo estaba el, más pálido que de costumbre, yacía boca arriba igual que siempre, pero algo no estaba bien algo había diferente y no sabía que era. De pronto lo supo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, luego oleadas de furia se apoderaron de él y con desesperación apretó el botón de las enfermeras, ¿cómo era posible que hubieran abandonado su puesto, él no estaba en condiciones de permanecer ni un segundo solo, además bastante bien se les estaba pagando por tenerlo ahí. Ya lo escucharían después, ahora solo atinó a salir al pasillo y gritar por ayuda, luego se regresó hacia su hermano, tomo su mano y para su sorpresa estaba helada. En ese momento entraron varias enfermeras corriendo y un médico tras ellas.
Todo se volvió un caos.
El solo atinó a apartarse a un rincón donde no estorbar rogando que su hermano estuviera bien, lo que dudaba entre más pasaba el tiempo. Todos corrían y hablaban al mismo tiempo, mas médicos y enfermeras ingresaron a la habitación, mientras unos revisaban y maniobraban los aparatos conectados a su hermano, otros se encargaban de conectarlos a la corriente eléctrica de nuevo y unos más se dedicaban a darle reanimación.
Con angustia veía como todo se les escapaba de las manos.
Los aparatos no dejaban de sonar, los médicos con los rostros sudorosos y angustiados, las enfermeras con cara de preocupación. Nadie reparó en su presencia.
El tiempo pasaba inexorable, ninguna respuesta había en su hermano, de pronto a una orden del médico todos se concentraron alrededor de Santiago y comenzaron a maniobrar con los aparatos y la camilla y en unos segundos sacaban a su hermano de la habitación.
_ ¿Qué sucede? -preguntó con angustia a un médico que quedó rezagado. _ ¿a dónde lo llevan?, ¿qué van a hacer?
_Ha entrado en shock, necesita    una cirugía. -dijo agachando la cabeza y saliendo de la habitación con prisa.

FUE MI ERROR. No. 1️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora