Lo Que Los Haga Felices

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Era agosto del año 1995, Frank Martínez se disponía a asistir a la casa de un famoso empresario, llamado Aaron Börg. El motivo del contacto era la necesidad que tenía el multimillonario de reparar agujeros en el techo de su propiedad ubicada en uno de los sitios más lujosos de Carolina del Norte, el albañil y carpintero de ascendencia sudamericana Frank había arrivado al país como un inmigrante que buscaba un mejor futuro para él y su esposa Milagros. Siendo este un hombre honesto y trabajador, el gran empresario lo veía de confianza para atender sus problemas de estructura, el trabajador recibió una bienvenida muy agradable y pudo proceder a cumplir con sus tareas. Mientras Frank trabajaba, Aaron y su esposa Denis charlaban sobre sus asuntos íntimos, la mujer de la casa se encontraba en un estado muy delicado, había perdido a su madre en la terrible lucha contra el cáncer, ni los médicos ni los tratamientos más costosos del mundo habían podido salvarla. Ella más que ausente se encontraba distante, no alcanzaba hallar consuelo en los intentos de muy buena intención de Aaron, Frank solía escuchar sus conversaciones, pero no decía ni una palabra, se encontraba hasta los momentos apegado a su profesionalismo.

Resultaba ser tan lujosa y confortable aquella mansión que Frank siempre estaba atento a cualquier problema que presentase. Al cabo de varios meses de fiel servicio se fue haciendo como el hijo que la pareja millonaria nunca pudo tener. Él era joven y audaz, le gustaban las cosas muy bien hechas, era perfeccionista. Eso complacía a Aaron, pero nunca subía cuando era demasiado trabajo. La relación con su esposa se había deteriorado demasiado debido al poco tiempo que le dedicaba, era cierto que Frank ahora sí la complacía con cosas que antes ni podía permitirse, pero ellos se habían enamorado de una manera sencilla y humilde, con mucha pureza. El incansable trabajador se encontraba en una situación en la cual había dejado de lado lo más importante. Aaron como buen amigo le daba días libres para que no perdiese su relación con Milagros, pero él no la acompañaba, prefería ir a comprar herramientas o quedarse sentado viendo televisión cuando estaba en casa, era una especie de zombie adicto al trabajo. No obstante, buena parte de las mujeres latinas se caracterizan por su carácter y determinación.

-Tenemos que hablar-le dijo Milagros a Frank

-Más tarde-contestó Frank sin darle importancia

La impotencia de la abandonada esposa se hizo sentir en el azote de la puerta. La estaba perdiendo, y no hacía nada para enmendar las cosas, era como si hubiese dejado de amarla, ya no habían viernes de aromas o sábados de helados, él solo pensaba en aquella lujosa mansión según Milagros. Al día siguiente ya era lunes y Frank se levantó tempranito a realizar su faena, esta vez Aaron no estaba en casa, pero lo cierto es que nunca le hizo falta, todo el tiempo que había estado enganchado a esa familia era en parte por el dinero que ganaba y por Denis, una rubia hermosa que siempre tenía presente en sus sueños más lascivos y felices. Ese día el trabajador de confianza había terminado un balcón desde el cual se podía ver el hermoso cielo estrellado, este invitó a la mujer de sus sueños hacia su nueva creación, ella se sentía asombrada por su habilidad y Frank aprovechando el momento y el ambiente intentó robarle un beso. Fue un intento infructuoso, Denis no podía aceptarlo, más que por Aaron evitaba el acto por el mismo Frank, la lujuria no podía apoderarse de él teniendo a su esposa.

-No deberías hacer esto-dijo Denis

-¿Por qué? Si es lo que más deseo-contestó el osado Frank

Se podía observar la sinceridad en los de aquella mujer cuando explicaba el desatino que había tenido en sus decisiones a lo largo de su vida.

-Yo conozco a tu esposa, puedo ver en sus ojos lo que yo veía antes en los míos-continuó Denis tristemente

-No lo entiendo ¿Por qué hablas de ella?-replicó Frank

El Bastión de los RelatosWhere stories live. Discover now