El Navegante del Sol

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No existía puerto más transitado, compañía más elegante o marineros más dedicados que los de aquella institución. Hurlingham and Company resonaba en cada envío marítimo que se hiciese desde el lluvioso Londres, el máximo representante de sus embarcaciones era el capitán Barnes, siempre se le halagaba por su extrema efectividad, tenacidad y experiencia estando en el mar. Aquel barbado y canoso capitán siempre contaba algunas anécdotas a los que andaran con él durante las celebraciones, ya cuando el alcohol hacía efecto empezaba a relatar historias tan interesantes como increíbles, pero es típico que alguien tras tantos años de expediciones y aventuras tenga mucho que contar y poco tiempo para decirlo, sobretodo el atareado y anciano Barnes.

A pesar de todo, una de sus memorias favoritas transcurría en alta mar, su empatía por esta historia ha de ser la misma que siente a la hora de dar órdenes y dirigir su tripulación, aunque el protagonista de esta historia fuese otra persona, a la cual se refería con el nombre de "Jack", en aquella historia las aguas temblaban al paso del navegante anteriormente nombrado, gozaba de una gran reputación y riquezas tan abundantes como los tesoros de la América de los tiempos coloniales, este era el encargado de dirigir una nave de guerra muy famosa llamada "El Ocaso". Su nombre hacía referencia al devastador poder de fuego que surtía sobre sus enemigos, haciendo que la puesta del sol no viese más que escombros de aquel que lo desafiase, al igual que el capitán Barnes, Jack tenía muchas responsabilidades sobre aquel navío y sobre las defensas de su país. Esto no resultaba ser mayor problema, porque a pesar de la presión que representa ser el último obstáculo que recubre a las familias y personas inocentes que a fin de cuentas son compatriotas, no lo alejaba de un excelente desempeño en cada batalla, y por ello era condecorado con todo tipo de títulos y premios, que lo hacían sentirse invencible y entrar en total confianza, no había fuego cruzado que él no correspondiese con total liderazgo y fiereza, y no había abordaje hacia embarcaciones enemigas que no finalizasen en victoria.

Jack había enfrentado desde armadas hasta simples piratas, era todo un largometraje tratar de recitar todos sus logros, a pesar de su éxito y disciplina también tenía tiempo para entretenerse con prostitutas y tomar alcohol hasta vomitar, se estaba haciendo viejo y no tenía familia alguna a la cual mantener y amar. Era frecuente verlo melancólico pensando en quién heredaría su apellido y exaltaría su semblante, su carrera le había impedido concentrarse en una dama que amase para poder engendrar un hijo. Sin embargo, prontamente se le concedieron unas vacaciones.Eran monótonos y aburridos sus días, la costa estaba tranquila y nadie lucía como una amenaza, esto desmotivaba a Jack al punto de deprimirse, se sentía inútil fuera de su navío, este era su obsesión. Transcurría otro de esos días de poca acción para el relevado capitán cuando pudo conocer a una mujer hermosa que había ayudado a levantar tras un tropiezo, su nombre era Marie y él no podía sentirse menos que fascinado con su amable voz y su reluciente sonrisa. A través de las semanas fueron reuniéndose en restaurantes y tabernas para tomar un trago y conversar o tener una cena agradable, aquella mujer no era solo una delicada cara bonita, era fuerte como el roble y podía defenderse sola. Una personalidad única que alteraba las nociones de espacio y tiempo de Jack, al poco tiempo decidieron comprometerse, no era difícil que la pareja hiciese el amor constantemente porque eran tan apasionados como un músico renacentista ante un público numeroso.

No obstante, la época de miel y rosas se vería eclipsada por el regreso del capitán Jack a sus labores, hacía incursiones constantemente y estuvo apróximadamente un año fuera de su hogar trabajando y asaltando las movilizaciones enemigas, aunque frecuentemente se enviasen cartas los enamorados resultaba difícil mantener aquella relación, durante la ausencia de su amado Marie no resultaba tan fiel y pura como le describía a su hombre en las cartas de amor que enviaba, salía con otros hombres y tenía sexo y noches de locura. Eran muy pocos los que conocían sobre el amorío, uno de ellos era Stewart, un cercano amigo de aquel capitán instalado en suelo enemigo intentando sobrevivr para volver a ver a aquella mujer que tanto lo enamoraba, entre revolcón y revolcón Marie consiguió finalmente quedar embarazada, y no tardó ni un instante en enviarle una carta a Jack sobre su supuesto hijo legítimo, esto lo alegró con creces y lo incentivó aún más a hacer las cosas bien y mantenerse con vida. Desgraciadamente para la desvergonzada mujer, Stewart no era tonto y le notificó a los pocos días después de haber recibido la noticia de que iba a ser padre, que seguramente ese hijo no le pertenecía, Jack confiaba en su allegado, pero no podía creer que el amor de su vida lo estuviese engañando, así que a través de una carta le notificó a su mujer que regresaría en tres días, cuando realmente faltaban unas horas para que desembarcase en su hogar tras todas las batallas. 

Ya habiendo arribado al puerto de su localidad y haber puesto todo en orden se dirigió a la casa de Marie y luego a su casa, sin haber encontrado rastro alguno de ella, esto le inquietaba, pero estaba dispuesto a tomarse una copa para relajarse y fue a la taberna a la que solía ir con su pareja, y allí estaba a quien buscaba, antes de poder articular cualquier tipo de saludo solo podía apretar el puño y presionarse los dientes entre sí, mientras veía a su mujer con esa pequeña pancita de embarazada sentada en las piernas de otro hombre besuqueándose, su reacción fue darle una brutal paliza al que estaba con su mujer y mandar al demonio a aquella prostituta disfrazada de dama. 

Pasaron siete meses desde aquel incidente, el otro-hora vigoroso capitán Jack se encontraba profundamente deprimido cuando repentinamente sonaron las campanas, avisando la llegada de naves enemigas, este con el poco ánimo que le quedaba fue hasta su embarcación, el panorama no era complicado, no eran tantos enemigos como para que la situación representase algo más que un juego de niños para la temible embarcación llamada "El Ocaso" y su tripulación. Durante un corto tiempo se veía todo bajo control, pero aquel respetado capitán se desentendería de la batalla y haría que su nave sufriera graves daños a causa de su desconcentración, entre el desconcierto de los tripulantes tomaría el liderazgo un joven almirante llamado Russel, que dirigiría el barco momentáneamente y acabaría con la amenaza, pero dejando al lujoso defensor marítimo de la ciudad inservible. Al argumentar la insubordinación e irresponsabilidad del capitán Jack en la batalla ante los altos mandos sería suspendido de su cargo hasta nuevo aviso, era impresionante que tras tantos años defendiendo exitósamente aquel puerto fuesen echados por tierra por una equivocación, el panorama de aquel excapitán no era bueno, pero su estado emocional fue lo que lo condenó a no buscar una segunda oportunidad o dedicarse a seguir adelante, pasando de vicio en vicio fue agotando su inconmensurable riqueza hasta llegar a la ruina. Su último deseo era morir en el mar, quizás lo hubiese deseado hacer cuando estuviese un poco más anciano, pero ya no aguantaba seguir viviendo como lo hacía, y se montó en un pequeño bote. 

Entre remo y remo se sorteó una gran distancia hasta desaparecer a lo lejos cuando la puesta de sol se hacía presente. El ocaso final de aquel infortunado había llegado, más nunca se llegó a saber nada más de aquel hombre. De esta manera el viejo navegante Barnes culminaba la historia, dejando boquiabiertos y asombrados a todos los presentes, alegaba posteriormente no querer terminar su vida de manera tan triste como el capitán Jack, pero a la vez apreciaba el apoyo que siempre le prestaban su mujer y sus dos hijos, y explicaba que aquella embarcación que dirigía le había puesto de nombre "La Gran Voluntad", porque lo identificaba y lo incentivaba a superar cualquier dificultad con tal de cumplir el objetivo planteado, que aunque se equivocase y fuera despedido buscaría la manera de seguir adelante, y que cuando llegase la hora de partir junto a Dios lo pudiese hacer con la frente en alto y una sonrisa tan resplandeciente como el sol, porque tal vez su corazón deje de latir, pero su espíritu seguirá brillando en los corazones de todos sus seres queridos, benaventurando a todos aquellos que le dedican su vida al mar como lo hizo él.

El Bastión de los RelatosWhere stories live. Discover now