Había sucedido un hecho extraño en una ciudad española de paisajes urbanos y pocos espacios de vida silvestre, y es que en el hospital más importante de la localidad había nacido un niño, originario de una madre soltera, este corrió con la suerte de cruzar la barrera que le imponía la muerte desde su temprana llegada a este mundo, pero la progenitora no sería tan habilidosa a la hora de sortear las manos del huesudo personaje que vemos de cerca por lo menos una vez en nuestra vida. Llegar al mundo solo era su primera cirscunstancia, no habían familiares ni amigos, flotaba y quedaba libre como un terreno baldío con potencial agrícola. Sin embargo, desde su temprana infancia sería parte de un orfanato de buenos tratos según se rumoraba, el niño que muy poco sonreía le habían concedido el derecho de tener un nombre y este era Marco.
Inexpresivo, apático y algo distante, palabras que describían muy bien a este muchacho, algo particular en él es que siempre sostenía en sus manos una libreta, que había sido lo único que le había quedado de su madre. Era una especie de diario, aunque nunca dejaba mostrar su contenido, esto llenaba de extrema curiosidad a las trabajadoras del recinto, Claudia sería el nombre de la primera fallecida en aquel lugar, era una de las más cercanas al niño, que siempre miraba fríamente un árbol hermoso que yacía en el patio de juegos, nadie relacionaba la reciente muerte de una de las trabajadoras del recinto con aquel pequeñín, que observaba como una a una caían las hojas de aquel majestuoso árbol. Ese mismo día de luto los cielos derramarían lágrimas también, tan fuertes que agrandarían las goteras e inundarían las calles, el patio de juegos inundado se encontraba.
El día siguiente sería caluroso, los niños solían jugar en los columpios fijados sobre aquel árbol que se llevaba toda la atención de Marco, siempre le preguntaban el por qué de su indiferencia ante el jugueteo infantil, pero con su postura siempre silenciosa no compartía ningún tipo de información, solo se peinaba su cabello rubio y dirigía su mirada inexpresiva a su alrededor mientras anotaba cosas en su libreta, esto inquietaba muchísimo a la directora de aquel orfanato, que un día mientras el niño dormía decidió observar la libreta, no decía nada que fuese inteligible, solo al final tenía un grabado que decía: "no debes llegar a donde no te llaman". En los días posteriores aquella señora curiosa empezó a divisar movimientos extraños en el establecimiento y a presenciar escenas escalofriantes, los garabatos de la libreta los podía observar como si los tuviese grabados en las pupilas cada vez que una silla se encontraba fuera de lugar o una lámpara se quemaba de repente, en episodios tremendamente extraños. Pero eso no era todo, sombras movedizas, cánticos extraños y ciertos movimientos en los muebles y objetos de su oficina, ella lo ignoraba pensando en que era una ridícula paranoia. Aunque no sería menos que una sorpresa terrorífica que Laura, una de las más nuevas en ingresar a la institución como trabajadora, fuese a llevarle el café caliente al frío y boquiabierto cadáver de la directora Eisen, gritos y alaridos desembocarían en la atención de todas las personas dentro de la estructura.
A excepción de una persona que miraba fijamente por la ventana el árbol del patio de juegos como de costumbre. Él sabía lo que estaba pasando, pero no le importaba, y era como si fuese algo que ya tuviese previsto. El día de juegos siguiente no fue tan divertido como siempre, los dos columpios se habían caído mientras los muchachos hacían plena faena en ellos, se hirieron, aunque no de gravedad. Casualmente las víctimas del accidente habían sido los compañeros de cuarto de Marco, fueron llevados al hospital donde fueron atendidos, no parecía grave el daño que se habían hecho, aunque ambos repetían una frase que hacía a los doctores y enfermeras arrugar la frente y mantenerse curiosos.
-El inicio del final está a punto de acabar, el hombre de las sombras está cerca-dijeron ambos niños
El ambiente en el orfanato se hacía cada vez más tenso, el evento que descontrolaría por completo la situación sería cuando Marco compartiese su libro con el resto de los chicos a la hora del almuerzo, todos empezaron a actuar extraño y a pronunciar una frase repetitivamente después del hecho:
-Ya vienen las yescas para el incendio-
Al escuchar aquella frase las trabajadoras no entendieron a primeras de qué se trataba aquella recurrente pronunciación de los niños hacia dicha frase, todos se encontraban con la mirada perdida pronunciando una y otra vez la misma oración. A excepción de Tony, uno de los huérfanos más especiales del lugar, que consiguió leer los escritos del libro sin actuar de la misma manera que los demás, su reacción fue totalmente diferente, se fue corriendo hasta su habitación y ya exhausto se escondió debajo de la cama, aterrorizado estaba aquel joven que padecía de cáncer en los pulmones, pero es que lo que había divisado era mucho peor que desmayarse producto del cansancio. Tras unos minutos empezó a escuchar como los cuchillos de la cocina eran extraídos de su lugar, los gritos y golpes a sus alrededores, era como un infierno escuchar todo lo que afuera pasaba. Al paso de las horas cayó el silencio sobre el lugar, reuniendo un poco de valor el enfermo joven que tocía constantemente salió de la habitación, pudiendo ver los cuerpos mutilados de todos los muchachos y el personal, era una matanza.
Con cada uno de los pasos Tony se iba acercando hacia el salón principal desde donde todo surgió, con un profundo terror por todas las atrocidades que contorneaban su camino, al llegar pudo observar a Marco sentado en una silla bastante grande observando el río de sangre que corría a su alrededor, sonreía mientras tomaba el cuchillo y se cortaba el cuello de izquierda a derecha, contribuyendo con el rojo ambiente, despidiéndose de este mundo de la manera autoinducida más macabra posible, el traumado Tony se sentó en el suelo en un estado de shock escribiendo con la sangre de sus compañeros una nota en la pared, ya la policía estaba en las afueras del establecimiento atendiendo a las quejas de los vecinos sobre un alboroto. El joven aún aterrorizado pero con esperanzas de escapar de aquel infierno decidió salir al patio de juegos, que estaba muy cerca de la salida donde se juntaban los cuerpos policiales. Tony se detuvo en la entrada de la zona de esparcimiento de los niños, aquella que conectaba el exterior con el interior del establecimiento, totalmente cubierto de sangre mientras los agentes procedían con cautela. En ese momento ya la última hoja del majestuoso árbol había caído, y con ella su tronco que aplastó al último sobreviviente de aquel lugar, no había necesidad de preguntar por los niños que se habían quedado en el hospital, se habían automutilado al punto de quedar irreconocibles y fríos cuando los médicos los descubrieron. Al proceder los cuerpos policiales adentro del orfanato presenciaron la muerte en su máxima expresión, fue hallado el incomprensible libro y la nota del difunto Tony, cuya escritura decía:
-No siente dolor, no es humano, la muerte es su aliado, siempre está a su lado y cosecha las vidas cercanas, su madre nunca lo amó y ahora el señor de la oscuridad tomó su voluntad, hagan lo que hagan no lean el libro, solo los que están al borde de la tumba pueden entenderlo sin volverse totalmente locos, alguien así como yo, QUEMEN ESE MALDITO LIBRO-
Las autoridades no menos que sorprendidas fueron a depositar le libro en las evidencias, pero fue reportado como desaparecido en poco tiempo.
Aún se rumorea en la ciudad que las oscuras escrituras se pasean por el mundo buscando nuevos sirvientes que propaguen la voluntad de la muerte, bajo el pseudónimo de "El Adalid de la Desgracia".
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El Bastión de los Relatos
Short StoryUna recopilación de cuentos y ensayos que abarcan distintas temáticas. Teniendo como objetivo entretener a los buenos lectores.