cafetería

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Y aquí me encontraba yo, una vez más, fascinado por aquella extraña que no despegaba la vista de aquel libro de Jean Paul Sartre del que no alcanzaba a leer bien el título, ya que las letras eran muy pequeñas.

¿Que tenía esta vieja cafetería, que me hacía regresar cada semana sin falta? ¿Era ella ? No lo sé.

Aún recuerdo cuando la vi entrar por primera vez, llevaba un ligero suéter negro que se amoldaba muy bien a su cuerpo, jeans grises y unos tacones color negro . 

Su peculiar cabellera castaña capto mi atención enseguida, en sus manos cargaba un iPhone, un libro, y una taza humeante de chocolate. Nunca la había visto antes, no estaba seguro si ella era de aquí.

Me quedé ahí hasta que se fue.

Al día siguiente fui de nuevo, pero la chica nunca apareció.

Mi subconsciente no quería reconocer que ansiaba verla una vez más y continué yendo todos los días sabiendo que mis posibilidades de encontrarla eran casi nulas.

 Y así me pasó la semana hasta que llegó nuevamente el día Lunes, cuando vestida con una blusa del mismo color que sus ojos llegó hasta ese mismo lugar y la vi sentarse en aquella mesa. 

 Me siento patético, trato de convencer a mi subconsciente de que esto no es más que un capricho, algo tonto, pero apenas siento su presencia a centímetros de la mía todos esos pensamientos se van por la borda.

Había reunido el coraje suficiente para abandonar el lugar, no podía seguir haciendo esto, era denigrante, me había Levantado y me encontraba metiendo mis cosas en mi mochila, pero al voltear lo hice de forma brusca, y sentí un líquido tibio derramándose en mi camisa.

Ella estaba ahí, frente a mí, empapada en chocolate caliente y completamente paralizada, al igual que yo. 

 

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