5. El desastre

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Luego de los habituales mensajes matutinos con Levi, llegué al instituto de buen humor. Sabía que aún tenía que encargarme del problema con el pelirrojo pero, ni siquiera él era capaz de cambiar mi estado de ánimo esta vez.

No quería aceptarlo, me rehusaba a hacerlo, pero me sentía bastante contenta de haberme llevado tan bien con Iris y los demás. Justamente estaba pensando en que quizá por fin era tiempo de dejar la soledad a un lado, cuando al pasar las puertas del instituto, me encontré con todos los alumnos que estaban allí, viéndome.

«¿Pero qué rayos?» arqueé una ceja.

Todos me miraban de manera extraña. Traté de no mostrár interés y mientras me hice paso por la entrada comenzaron a susurrar, ¿Qué le sucedía a todo el mundo?

Bueno, no tuve que esperar mucho para saberlo, porque en el segundo en el que di la vuelta al pasillo me di cuenta. Después de todo era imposible no notar las paredes tapizadas por fotocopias de... mi expediente escolar.

Por un segundo lo miré todo con incredulidad, acechada por esas paredes que gritaban a todo el mundo lo que alguna vez hice mal, una y otra, y otra vez. Era casi como si mi culpabilidad hubiera despertado de nuevo, pero definitivamente esto no era obra de mi conciencia.

Un par de risas me sacaron de mis pensamientos y aunque no resultaba para nada útil, me dediqué a arrancar con mis propias manos algunos de los papeles pegados a las peredes y casilleros. Arrugando un montón de fotocopias entre mis dedos me dirigí directamente a la sala de delegados.

Nathaniel estaba allí realizando una llamada por teléfono, pero cuando me vio, se puso pálido.

—Oh —fue lo único que pudo decir.

—¿Qué significa esto, Nathaniel? —reclamé.

—Sí, señora, ella está aquí... —dijo al teléfono, lo que me hizo enojar aún más de lo que podía contener.

—Dijiste que ni siquiera tú podías leer los expedientes —hablé con rapidez acercándome cada vez más hacia él—. Dime cómo es posible que todo el instituto lo haya hecho entonces.

—Gio —retrocedió intentando calmarme—. Te juro que no sé lo que pasó, acabo de informarle a la directora y...

—Esa mujer ya me odiaba por culpa de mi expediente —protesté—. Ló único que me falta es que todo el instituto lo haga también.

—Esto no va a quedarse así —me aseguró.

Solté un bufido y me senté inquieta en una de las sillas para pasar las manos por mi rostro y terminar dejando caer la cabeza sobre mis piernas. No culpaba a Nathaniel, pero me preguntaba cómo siendo el encargado de esos papeles era posible de que se le escapara una persona tratando de robarlos.

Sentí el peso de una mano sobre mi hombro.

—Te prometo encontrar a la persona que lo hizo —dijo el delegado, haciéndome sentir un poco mejor.

Levanté mi rostro hacia su reconfortante sonrisa y agradecí. Suspiré intentando asimilar lo que me imaginaba que iba a suceder a continuación y salí de la sala de delegados.

La mayoría de los alumnos ya se había ido, pero algunos todavía seguían allí, divirtiéndose a costa del contenido de mis expedientes.

Debrah estaba recargada en mi taquilla, sonriendo de manera maliciosa. La hice a un lado para abrir mi casillero y sacar los libros de mi próxima clase, lo que le molestó.

—¿Así que ésta es tu verdadera yo? —se burló restregándome uno de los papeles en la cara—. Al parecer ya no eres tan valiente como...

Se quedó callada cuando la pasé de largo empujando su hombro al cruzar por su lado ignorándola. No quería lidiar con ella.

Love is not Over   »Castiel CDM [Liars #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora