«Las personas con pasados horribles son las más peligrosas, porque saben que pueden superar lo que sea».
Una Cazadora con un objetivo. Un objetivo demasiado fuerte para ser vencido. Y una venganza que ella se propone completar.
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Nanda Parbat, base de la Liga de Asesinos Presente
Si de algo me di cuenta en los últimos dos meses es que la diferencia entre Talia y yo era, por mucho, demasiada. La hija favorita de un asesino mundialmente temido, curada y mantenido joven con las Fosas de Lázaro y entrenada a fondo en la gran mayoría de las artes marciales que existen. En una verdadera pelea, me habría hecho papilla en menos de cinco minutos.
Ahora los papeles son diferentes.
—Han pasado dos meses —me dice mi mentora en pose de ataque. La luz de las antorchas se refleja en la hoja de su espada, que brilla con la intensidad del filo—. Deberías ser capaz de darme algunos golpes al menos.
—O de vencerte —lanzo el comentario en serio y a ella le causa más gracia que preocupación. Si bien es cierto que mi nivel era bajo comparado con el suyo, entrenar con ella y ocasionalmente con Oliver han aumentado considerablemente mis habilidades.
—Es bueno soñar —dice con sorna antes de lanzarse al ataque.
Desenvaina la espada previo al primer golpe, uno que detengo con mi propia espada. El sonido del metal resuena con un eco por toda la habitación, trayéndome vagos recuerdos de la última vez que me enfrenté a Erik en una pelea así. Los movimientos de Talia son premeditados y, hasta cierto punto, vienen con una elegancia envidiable.
Esquivo sus golpes y me escapo de una estocada que podría haber sido mortal de no ser esto un simple entrenamiento. No soy la única en aprietos. Cuando obtengo el control de la pelea, no lo desaprovecho.
En mi mente ya he estudiado sus movimiento. Llevamos poco de lucha, pero me es suficiente para saber lo que intentará a continuación. Así, consigo deshacerme del espiral de perdición al que me estaba llevando mi mentora. Me concentro en el presente, siento la tierra bajo mis pies, el sudor en mi piel, incluso escucho su respiración agitada y el fuerte latir de mi corazón contra mi pecho. Con la estrategia correcta, podría matarme y yo ni siquiera lo notaría, pienso. Así, la pelea continúa y aunque resulta ser una batalla bastante reñida, Talia vence al final.
—No ha estado nada mal —me dice, conforme. Mi espada roza su yugular y la suya, a su vez, amenaza con rebanarme el cuello—. Te felicito, Clarysse.
