En otro lugar...

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  El pequeño ángel mira a su alrededor con curiosidad. Tras haber pasado tanto tiempo dentro del espejo y apenas haberse movido del mismo lugar desde que salió, todo para él era nuevo e interesante. Y mucho más aquel lugar, que parecía lleno de rincones.

  Ante el pequeño con apariencia de niño, se alzaba el, aunque no tan imponente como el de Londres, Instituto de Cardiff. Y, junto al portalón de la entrada, los actuales directores lo veían avanzar hacia ellos por el irregular camino de piedra.

-No pensábamos tenerte aquí tan pronto.-Dice algo borde la mujer.

-Sí lo hacíais.-Contradice el niño.

-Es un placer para nosotros conocerte.-Dice el hombre con voz alegre, adelantándose unos pasos y dando un inesperado abrazo al pequeño ángel.-La comida aguarda, espero que estés hambriento.

-Lo estoy.

  Sonriente, el pequeño sigue a la pareja dentro del edificio. El hombre le cae mejor que la mujer con diferencia, y por ello mismo se compadece de que tenga que aguantar a alguien tan altanera bajo el mismo techo.

-Y dinos, ¿qué es lo que trae a alguien como tú a este lugar?-Inoportuna, pregunta la mujer sentados ya a la mesa.

-No seas tan grosera, mamá.-Riñe una niña, mirando a la mujer.-Deber y hospitalidad, ¿recuerdas? Él es un invitado.

-No importa, ya sé que no le gusta que esté aquí.-Dice el niño comiendo tranquilamente, dando una mirada de agradecimiento a la otra.-Y el porqué estoy aquí, es por una espada.

El resto de comensales guardan silencio, esperando a que diga algo más. Sin embargo, unos minutos largos más tarde, se dan cuenta de que el pequeño no parece dispuesto a explicarse.

-Y dinos, ¿qué clase de espada buscas?-Pregunta el hombre en tono amigable.-Podríamos ayudarte a buscar una.

-No es una espada, es "la" espada.-Corrige el ángel, limpiándose la boca tras terminar el último plato.-Y gracias por el ofrecimiento, pero debo rechazarlo. Ya sé dónde está.

-Oh, en ese caso espero que sea bonita y de tu agrado.-El tono de la mujer es de burla.

-Para nada.-Corrige el niño, de nuevo, levantándose de la mesa.-De hecho, es más bien tosca. No la forjaron para pelear. Con permiso.

  Mientras el pequeño ángel se dirige a la puerta, escucha otra silla deslizarse sobre el suelo.

-Si no os importa, iré a seguir tejiendo la bufanda.-Se disculpa la mujer.

-En realidad, va a leer una revista de cotilleos de un montoncito de ellas que tiene.-La mujer le dirige una mirada asesina, a lo que él se encoge de hombros.-Como ya sabéis, soy el ángel de la verdad. Si oigo una mentira, debo corregirla.

-¿Mamá leyendo revistas de cotilleos?-Se sorprende la niña.

  Y en seguida ella y su padre rompen a reír. La mujer trata de desmentirlo, pero es inútil. El daño ya está hecho. Y el pequeño ángel no se arrepiente de nada. Igual así la mujer aprende a ser algo más amable con las visitas.

  Sin demorar más su misión, se dirige con paso rápido hacia el sótano del Instituto. A parte del olor a cerrado y humedad, también se nota que nadie ha pisado allí en mucho tiempo. Evitando fijarse en el polvo acumulado en las esquinas, se dirige hacia una de las paredes, examinando esta piedra por piedra, casi literalmente.

-¿Dónde estaba...?-Susurra para sí mismo, sin dejar de recorrer las piedras con las manos.

  La única razón por la que se había ofrecido a ir a aquel lugar era porque sólo él, al ser un ángel, podría reconocer las marcas del sello. Eso, y el único en conocer la ubicación exacta. Sin embargo, debía reconocer que quienes escondieron la espalda lo habían hecho a conciencia.

  Al fin, tras minutos de búsqueda infructuosa, ve algo que le resulta familiar. Tras eso, no tarda demasiado en activar el mecanismo que abre una pequeña puerta el la susodicha pared.

-Muy bien, aquí vamos.

  Y entra al oscuro corredor de piedra oculto. Como que no quiere la cosa, mantiene su mano derecha puesta sobre la pared, y el cuerpo no muy separado de esta. Sabe que la primera trampa está cerca, y que no tardará en activarse.

  Varios susurros que cortan el aire pasan por su lado. Él continúa sin alterarse, pues sabe que los dardos no lo rozarán. Como tampoco llegará a él la piedra del pasadizo descendente, el fuego de los orificios del techo, el ácido de la caverna o que no le aplastarán las paredes dado que sabe que piedras no pisar. Cuando al fin llega al final del recorrido y abre la puerta ante él, no puede estar más aliviado.

-Sigue aquí.-Suspira para si, tomando la espada entre las manos y colgándosela a la espalda.-Ojalá nos sirva igual que hizo en el pasado.

  Y, aun siendo consciente de que él no estuvo en ese pasado, sale igual de tranquilo de la estancia y regresa al interior de la parte habitada del Instituto... No sin antes reactivar todas las defensas. En aquel lugar aun quedan muchas cosas por proteger.

-¡Ya has regresado!-Exclama alegre la niña, quien espera al ángel junto a la puerta.-¿Encontraste lo que buscabas?

-Así es.-Asiente él, cerrando la puerta.-¿A ocurrido algo?

-Depende de a lo que te refieras.-Responde la niña, caminando junto al niño por el pasillo.-¿Algo malo? No, no ha pasado nada. Pero ha llegado un hombre que preguntaba por ti.

  El niño la mira extrañado, esperando algún tipo de explicación por su parte.

-No sé quien es. Papá está hablando con él, es por aquí.

  En la estancia, los dos hombres se encontraban en un silencio incómodo. El director trata sin éxito de iniciar una conversación, mientras que el desconocido permanece sentado sin mover a penas un músculo con la gabardina negra aun puesta.

-Es usted quien quería hablar conmigo.-Acusa el niño mirando inocentemente al hombre.

  Este por fin parece salir de su estado de petrificación y vuelve la cabeza para mirar al pequeño. El director se apresura a dirigirse hacia la puerta y abrazar a su hija.

-Bueno, entonces os dejaremos solos.-Declara, y sale de la estancia.

  Los dos permanecen donde están. Una vez el hombre comprende que el ángel no tiene intención de tomar asiento, suspira y se dispone a hablar.

-Mi nombre es Carlos Villalobos.-Se presenta, sin alterar su cara de póker.-Y soy el...

-Director del Instituto de Salamanca.-Termina el niño por él, sin dejar de mirarlo.-Lo sé, en su momento me informé de ello. Lo que no entiendo es, ¿qué hace aquí?

-Me han llegado rumores.-Responde Carlos, levantándose de su asiento y situándose frente al infante.-Estáis preparando un ataque hacia las tropas de ese niño hada, ¿me equivoco?

-En absoluto.-Responde, dando la razón al adulto.-Sin embargo, es algo que La Clave no ha dado el visto bueno. ¿Qué interés podría tener usted en ello?

  Por primera vez desde que lo ha visto, en su expresión pétrea asoma una sonrisa rota.

-Digamos que tengo asuntos pendientes con ese monstruo.-Responde, saboreando cada palabra.-Si estoy aquí, es para ofreceros todos los recursos a mi alcance y para pedir participar en ello.

  Durante unos instantes, un tenso silencio se apodera de la instancia.

-Está bien.-Accede el ángel, asintiendo.-Sin embargo, aun falta saber qué es lo que opinan mis compañeros.

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¡Pido disculpas por la demora!

Lo cierto es que hace unas cuantas semanas me enteré de que en Agosto Cassandra Clare había anunciado más institutos, y cual fue mi sorpresa que... ¡Salamanca tenía uno de ellos! Así que tuve que reescribir todo y añadir un par de cosillas. Pero al final estoy feliz con el resultado.

¡Nos leemos!

Voz metálica- (Cazadores de sombras) (LCM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora