Londres, Gran Bretaña. [13:22]
El taxi me deja a pocas calles de mi destino. Pago al señor y camino un par de minutos. La enorme iglesia, aparentemente deshabitada, se alza ante mí. El Instituto de Londres, el antiguo hogar de Euphie.
-¿Hola?-Pregunto al abrir la puerta.
Nadie responde, ya que es como el interior de cualquier otra iglesia... Abandonada. Los bancos de madera, aunque perfectamente barnizados, tienen una ligera capa de polvo, al igual que el altar. Alguien lo ha limpiado hace poco.
Doy un par de vueltas, en busca de una posible puerta. Hasta que doy con un ascensor. Es más una vieja cabina que otra cosa, pero puede que sea el acceso que estaba buscando. Entro y empiezo a tirar de las cuerdas para subir. Casi me da un paro cardíaco de lo que chirría el maldito.
-¿Hola?-Vuelvo a preguntar, una vez en lo que es el Instituto en sí.
Casi parece como si estuviera en un castillo. El techo se levanta y desaparece en la oscuridad por encima; y en las paredes hay antiguos tapices que representan estrellas, espadas, y runas. Y también, aunque algo más escondido, hay un dibujo de un ángel saliendo de un lago y sosteniendo una copa y una espada. El ángel Raziel.
Me giro cuando escucho unos pasos a mi derecha. Y casi no entiendo lo que veo.
-¿Caliel?
-Hola, y bienvenida a nuestro humilde hogar.-Saluda el hombre que lo acompaña.-Tu compañero llegó esta mañana y nos avisó de que usted llegaría por la tarde.
Sus cálidos ojos grises enseguida hacen que confíe en él. Tendrá unos treinta años, pelo castaño y algún kilo de más.
-Gracias...-Respondo ante su enérgica bienvenida.
-Christian Whitelaw.-Se presenta, estrechando mi mano.
-Sophie Lovelace.
En seguida, se ofrece a enseñarme todo el lugar. Claro está, tras haber insistido diez minutos en si tenía hambre o si no había comido nada. Al parecer, el resto de los ocupantes no se encuentran presentes, así que solo tenemos como compañía a una vivaracha cocinera que parece creer que soy su nieta o algo así.
Y al fin, cuando el amable hombre nos deja a solas en una habitación, puedo hacer la pregunta que lleva rondando ya un rato largo por la cabeza.
-¿Se puede saber qué diablos haces aquí?-Inquiero, encarándome al niño ángel.
-Soy tu guardián.-Él parece molesto.-Tengo que estar contigo para protegerte. Y me parece fatal que te hayas ido sin despedirte.
Noto el calor en mis mejillas.
-No te tienes idea de lo que me ha costado hacer eso.-Replico, desviando la vista al suelo.
-¡Pues no, no la tengo!-Afirma él, chispas doradas en sus claros ojos.-Pero sí se lo que hemos sentido nosotros. ¿Por qué no has dicho nada?
-Porque no podía.-Mi mirada vuelve a la suya.-Debo hacer esto sola, Caliel. O si no, no podremos hacer nada para detener a esa hada malnacida.
-Pues yo te acompaño, y no admito discusión en esto.-Concluye él la conversación.-Haré de tu sombra si hace falta, pero no pienso dejarte sola. Para eso están los amigos, para apoyarse.
Sonrío, agradecida por sus palabras.
-Está bien.-Accedo por fin.
Nos dirigimos a la sala de armas. Allí nos hacemos con un látigo y una espada extensible. Y después nos encaminamos a la búsqueda del mapa del tesoro, literalmente. Nathan me dijo que Euphie había dejado escondido en este Instituto un mapa con el punto exacto de la cueva señalado, claro que si llego a saber que íbamos a tardar dos horas en encontrarlo en un sótano medio abandonado lleno de lo que parecen ser viejos inventos igual no habría tenido tanta prisa en venir.
-¡Por fin!-Exclama Caliel, mapa en mano.-¿Pero quien demonios se molesta tantísimo en esconder un mapa?
-Mi tía Euphie.-Río.-Siempre fue una experta escondiendo cosas, deberías haber visto los sitios que se le ocurrían para mis peluches cuando no quería estudiar.
Tras todo ese tiempo perdido, nos ponemos en marcha. Según la comparación del viejo mapa con uno nuevo, la dichosa cueva está ahora entorno a la periferia. Tras un corto viaje en metro, pedimos uno de los famosos taxis amarillos que nos deja a menos de cinco metros de lo que se supone es el lugar donde se encuentra.
-¿Estás segura de que es aquí?-Pregunta Caliel cuando pago al conductor.
-Eres consciente de que has sido tú quien ha querido mirar el mapa y ha dicho este lugar, ¿verdad?
Empezamos a dar vueltas por el lugar, pero no vemos más que paredes de ladrillo y hormigón. Pero nada que pueda ser la entrada a una cueva o algo por el estilo. Ni siquiera una puerta grande.
-¿Y si probamos a abrir eso?-Pregunto agotada, señalando una pequeña chapa de pinta sospechosa.
Con un suspiro, Caliel asiente y nos acercamos al metal. Contando hasta tres, le damos una patada.
-¿Es en serio?
Un agujero, que abre paso a un túnel de roca y arena. La entrada a la cueva. Maldiciendo para mis adentros, me adentro linterna en mano por el oscuro hueco, seguida de mi pequeño ángel. Aun no puedo creerme que hayamos perdido una tarde entera entre el mapa y esta idiotez.
Llegamos a un amplio espacio, el cual está ocupado por una pequeña tumba.
-Ahí está sepultada el hada que dio a luz a Lord Mountrasir.-Informa Caliel.
-Me lo imagino.-Concuerdo.-Ahora tenemos que buscar algo que él haya podido dejar olvidado.
...
Absolutamente frustrada por haber perdido un día entero para nada, volvemos al Instituto justo a tiempo para que no tengan que salir a buscarnos. La amable cocinera nos había dejado hecha la cena para que solo tuviéramos que calentarla. Y lo cierto es que ese fue el mejor momento de todo el día, poder recordar el sabor de las comidas de Euphie.
Cuando nos fuimos a dormir, no podía para de pensar en si de verdad todo esto no había servido de nada. Nathan había insistido en que viajara a Londres para encontrar algo que, con un poco de suerte, siguiera aquí. Pero ya había seguido todas las pistas que se me habían ocurrido. Incluso me había tomado un ratito para inspeccionar la antigua habitación de mi querida tía.
Y así pasó la noche... Hasta que tuve una idea.
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Voz metálica- (Cazadores de sombras) (LCM #2)
Hayran KurguUna batalla está a punto de comenzar. Ángeles y demonios luchando unidos y en distintos bandos. El destino de toda una raza en juego. Y, en medio de este caos, Sophie debe hallar la forma de vencer a su enemigo sin poner más en riesgo la vida d...