Capítulo 2

3K 286 18
                                    



Las gotas de lluvia chocaban contra mi ventana incesantemente, las grises nubes eran cada vez más grandes y numerosas; escuché el sonido de un trueno apagado muy a lejos, y fue ahí cuando supe que la tormenta apenas estaba comenzando.


19 de Septiembre de 2006

Me encontraba recostada en la cama de mi fría habitación, mirando un punto fijo en el techo de ésta. Llevaba una semana de estar castigada: sin celular, ni computador, ni internet, nada de visitas de mis amigos a la casa, y mucho menos... nada de salidas con dichos amigos

No tenía absolutamente nada que hacer... ¿Qué se supone que puede hacer una adolescente de 17 años en vacaciones de fin de año y privada de todas las cosas con las que puede entretenerse?

Escasamente podía ver la televisión... y para mi suerte, tenía un televisor en mi habitación. Lástima que justo ahora la señal se había dañado por completo en todos los canales disponibles.

Estaba más que aburrida, y necesitaba con urgencia cualquier clase de distracción.

Vi un par de gotas caer sobre la ventana y supuse que pronto caería la lluvia.

«¡Lo que faltaba!» pensé.

De repente, escuché un golpe sordo proveniente del ático. Estaba sola en casa, porque mi madre había salido a una reunión de último momento, y mi hermanita Debby estaba en una guardería apta para su edad, hoy es su último día porque a partir de mañana seré su niñera.

Volviendo al tema...

Mi madre le había puesto seguro a la puerta principal, por lo que técnicamente estaba encerrada (aunque fácilmente podía escaparme por la ventana de mi habitación).

El mismo golpe sordo se escuchó de nuevo, y ésta vez, despertó por completo mi sentido de la curiosidad; así que salí de mi fría habitación, volteé a la derecha y caminé por el oscuro pasillo.

Cuando llegué al lugar exacto, me empiné y halé la cuerda que descendía del techo; de ésta salió el recuadro de suelo del ático hacia abajo y junto con ella se deslizó la empolvada escalera.

Antes de subir, corrí hacia mi habitación y tomé la linterna que se hallaba encima de mi escritorio.

Volví y empecé a subir lentamente, estando atenta a cualquier cosa que pudiera pasar.

Subí por completo y examiné todo el lugar, recorriendo cada una de las repisas y cada uno de los rincones, pero no encontré nada; sólo había muchas cosas guardadas (y llenas de polvo) que posiblemente no servían o que harían estorbo allá abajo. Todo estaba en perfecto orden.

A excepción, claro, de dos cajas que se encontraban tiradas desorganizadamente al final del ático; parecía como si las hubieran tirado sin ninguna precaución. Me acerqué un poco y vi claramente que ese par de cajas habían estado en una repisa alta llena de polvo.

Era claro que se habían caído, o más bien, las habían tirado, pero ¿quién?

Caminé hasta donde se hallaban las cajas y me acerqué para inspeccionarlas; acomodé la linterna en un ángulo perfecto para que me alumbrar sin necesidad de tener mis manos en ello. Me senté en el suelo y abrí la primera caja:

En ella sólo había libros, al parecer muy viejos, cuyos temas eran diversos. Algunos estaban realmente deteriorados, era claro que hace mucho estaban guardados y por lo visto nadie los habría leído en un buen tiempo.

Saqué todos los libros y los puse a un lado de mí, con la esperanza de hallar algo relevante, pero no hallé nada más que libros y más libros; y es que eso era lo interesante que había en la caja, sólo debí de haberle prestado más atención a los títulos:

"Descubra su poder psíquico"

"Aprenda a dominar su sexto sentido"

"¿Tiene usted poderes sobrenaturales?"

"Presencia fantasmal, ¿realmente existe?"

«¡Qué títulos tan estúpidos!», pensé.

Esos eran los títulos de los últimos cuatro libros que se encontraban en el fondo de la caja. Les limpié el polvo que tenían por encima y los separé del resto.

Puse los otros libros de nuevo en la caja y alisté por aparte los cuatro que me iba a llevar.

Puse la caja en el estante de arriba y la acomodé al fondo para prevenir otra futura caída. Me agaché y halé la otra caja para examinarla; pero unos cuantos ruidos provenientes del primer piso me pusieron alerta.

Un par de segundos después la voz de mi madre resonó por toda la casa.

-Hannah, ¿en dónde te encuentras?

Rápidamente, escondí la caja sin revisar debajo de la última estantería, agarré los cuatro libros que había separado y los apreté con fuerza contra mi pecho.

Bajé cuidadosamente las inestables escaleras, y cuando ya estuve abajo, cerré la pequeña puerta del ático y corrí hacia mi habitación.

Cerré la puerta y me apoyé contra ella, me dejé caer suavemente hasta quedar sentada en el suelo. Respiré hondo y puse los cuatro libros en el último cajón de mi armario y me levanté del suelo.

Mi madre no podía enterarse de esto, ella odia que suba al ático, nunca supe por qué, pero nunca me ha dejado hacerlo; y si se llega a enterar seguro se enoja y me alarga más mi castigo. Supongo que no hace falta mencionar que se enojaría aún más si se entera que he agarrado dichos libros de las cosas guardadas en el ático.

-¿Hannah? ¿Qué es lo que estás haciendo? -dijo mientras subía las escaleras hacia el segundo piso, lo sé porque pude escuchar sus pasos acercándose.

Me levanté y me senté en el escritorio, mientras fingía haber estado dibujando; así que agarré uno de los bocetos que tenía sin terminar y continué con él.

La puerta se abrió repentinamente. Era mi madre.

- Hannah, ¿por qué no respondías? -Dijo en un tono suave- me preocupé.

-Lo siento madre, estaba inmersa en el dibujo -se acercó hasta mí.

-Es muy bonito, pero ¿de quién se trata?

Era el dibujo de un chico que había visto recientemente en algunos de mis sueños, pero en realidad no lo conozco. ¿Y para qué escogí este boceto? Ahora viene el interrogatorio...

- En realidad no lo sé, yo simplemente...

- Sí, sí, sí... es otro personaje de tus misteriosos sueños y no sabes quién es; ese cuento ya me lo sé, ¡vamos Hannah! Soy tu madre, puedes decirme si te gusta algún chico...

- ¡Mamá basta! Si me gustara algún chico no lo andaría dibujando tan abiertamente, y si no me quieres creer lo de mis sueños ¡pues bien! No necesito que me creas.

- Está bien, está bien... -se rió- controla tu tono de voz, y ven a comer en unos 15 minutos, haré macarrones con queso.

Cerró la puerta y se fue. Me sentía frustrada, y ni siquiera sabía por qué.

- ¡AHG! -grité y tumbé todo lo que tenía encima de mi escritorio.

Los bocetos, los lápices, colores y demás útiles quedaron esparcidos por el suelo. Me tiré a la cama e intenté llorar para no tener que golpear algo, pero fue imposible. No había más lágrimas que salieran de mí. Así que sólo me quedé ahí; medio gritando, medio jadeando. Era algo raro, pero se sentía bien.

Mi madre me escuchaba, lo sabía; con tanto silencio en esta amplia casa era obvio que me podía oír. Ya habíamos pasado por esto, sin duda no era algo nuevo. Ella no hacía nada al respecto, y es que además no había nada que se pudiera hacer...

No subas al ático.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora