LA NIÑA QUE CAMBIÓ MI MUNDO

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Cuando te conocí, todo comenzó para mí. Lo anterior está borrado y no tiene ningún sentido.

Aquel día nos levantamos temprano, sobre las siete de la mañana, porque mi madre estaba nerviosa y quería tenerlo todo controlado al milímetro. Como hacía un poco de frío, nos duchamos en cuestión de segundos y después volvimos a nuestras habitaciones para ponernos el uniforme.

Para nosotros era el primer día aunque hacía una semana que habían dado comienzo las clases. Por eso, para causar buena impresión, mi madre nos obligó a llevar la corbata reglamentaria, exigida sólo en contadas ocasiones, y nuestro padre nos tuvo que enseñar a hacer el nudo porque a nuestra edad, nunca habíamos llevado una. 

Durante el desayuno, Eric se atiborró de cereales con cacao, galletas María, frutos secos y zumo de naranja pero a mí no me entraba ni la leche. Tenía un nudo en el estómago provocado por algo intangible, que no podía expresar ni adivinar, pero que me avisaba con un pálpito desde el pecho. Llámalo corazonada, sexto sentido o intuición, pero era una certeza inconfundible de que ese día iba a ocurrir algo importante.

Me pidieron que comiera al menos un plátano y después de dos mordiscos, con el estómago prácticamente vacío, me senté en el sofá con Eric para escuchar la charla de rigor que nuestros padres siempre nos daban cuando sucedía algo nuevo.

– Hoy es un día importante para vosotros– dijo mi padre seriamente – el primer día de colegio en España. Quizás las cosas sean algo diferentes y puede que necesitéis algunos días para adaptaros, sobre todo tú, Chris. Tomároslo con calma y absorber como esponjas todo lo que vuestros maestros os enseñen.

– ¿Hay niñas en ese colegio? – preguntó mi hermano con su sonrisa sempiterna.

– ¡Que sií pesaao...! – contesté yo, cansado del mismo cuento todos los días.

– Ya sabéis lo que os he dicho siempre sobre respeto y la educación. Eso está incluso por encima de las notas. ¿Entendido?

– Sí papá, lo sabemos. – respondimos los dos al unísono.

– ¿Habéis metido los libros en la mochila? – dijo mamá al aparecer por la puerta con nuestras americanas de paño.

– Ya está todo Lola – le contestó mi padre.

– Pues nos vamos.

Me impresionó el entorno del colegio. Era un viejo edificio de 1903, con cuatro pisos y estructura de hospital. Todas las ventanas daban a un patio enorme al que se accedía nada más traspasar el portón principal. A la izquierda había un parque infantil con suelo de arena, lleno de juegos para niños y a la derecha los padres esperaban con sus hijos en una gran explanada con palmeras más altas que un edificio de siete pisos.

Frente a la explanada, bajando unas escaleras de piedra,  descubrimos un jardín enorme, rebosante de árboles, flores y arbustos milimétricamente podados. El lugar ideal para huír del mundo y entregarme a la lectura.

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