VALENTINA: PARTE 1

125 11 49
                                    

Me agaché para recoger el teléfono del suelo, intentando pensar una respuesta rápida a la pregunta que me acababais de hacer. Sabía que cualquier cosa que dijese te alertaría y despertaría de nuevo tus celos o tu enfado. ¿Qué podía decir más que la verdad?

—Valentina es una chica que conocí durante el recreo...

—¡Cómo! —exclamaste, a la vez que tu tez se tornaba pálida y las comisuras de tus labios comenzaban a caer—. ¿Qué recreo?

—El recreo de esta mañana...

—¿Estuviste conociendo a una chica esta mañana?

La Negra ya se estaba alejando, teléfono en mano, mientras nosotros seguíamos inmóviles al lado del roble, frente a frente, volviendo al punto de partida.

—Sí, después de la pachanga de fútbol —contesté con calma, manteniendo un tono neutro e intentando hacer de aquello algo normal.

—¿Mientras yo estaba en clase llorando?

—Claudia... Yo no sabía que estabas llorando—me justifiqué, aunque no tenía por qué hacerlo—. ¿Crees que habría bajado al recreo si lo hubiera sabido?

En este punto, ya habías comenzado a alzar la voz, convirtiendo aquella tarde tan perfecta en una pesadilla.

—Pero sabías que estaba enfadada, y en vez de venir a hablar conmigo, ¿te fuiste a jugar al fútbol como si no hubiera pasado nada y después conoces a una chica?

—¿Qué tiene de malo? —repliqué, sabiendo que mi aparente calma sólo conseguiría cabrearte más, como siempre ocurría—. Tú lo haces cada dos por tres...

—Si no tiene nada de malo, ¿Por qué no me lo contaste cuando hablamos después de clase?

—Porque estaba pensando en ti no en ella...

Y en ese instante me odié con todas mis fuerzas, por haber olvidado que había invitado a Valentina a pasar la tarde con nosotros. Y empecé a imaginármela, llegando al Mango, sola, buscándome entre la gente, sólo para dar con un grupo de amigos entre los que no se encontraba la única persona que ella conocía.

Y su vergüenza, cuando todos la miraran, preguntándose qué hacía allí aquella desconocida. Quise que me tragara la tierra pensando en cómo se debía haber sentido.

—Claudia, tenemos que ir al Mango...

—¿A qué? —¿No íbamos a pasar la tarde solos?

¿Cómo te iba a decir que había quedado con Valentina? ¿Por qué no hacías simplemente lo que te estaba pidiendo y dejabas de hacer tantas preguntas?

Bajé la vista porque no me atrevía a encarar tu mirada inquisitiva cuando respondiera a tu pregunta pero tú me obligaste a enfrentarte, cogiéndome de las manos y tirando de mí hacia que nuestras caras volvieron a estar a dos milímetros la una de la otra.

—¡Chris!

—Olvidé que había quedado con ella en el Mango a las siete y media.

—¡Qué! —chillaste, soltando mis manos y empujándome contra el tronco del árbol.

—Claudia, no empecemos otra vez, por favor. ¡Ni que estuvieras celosa!

—¿Yo? ¿Por qué iba a estar celosa? —respondiste, dando unos pasos hacia atrás—. Tú no eres mi novio ni nada que se le parezca...

—Pues eso.

—¡PUES ESO! —gritaste más fuerte, dejando claro quién llevaba las de ganar en la pelea.

SIGO CONTANDO ESTRELLAS EN EL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora