EL SECRETO MEJOR GUARDADO

142 9 10
                                    

Durante la última hora del último día del curso apenas pude dejar de mirarte, sin que tú te dieras cuenta. Estabas nerviosa, pasándote la mano por la nuca mientras inspirabas y luego soltabas el aire de golpe. Luego apoyaste tu codo derecho en el pupitre, y tu boca reposó sobre la palma de tu mano.

Con la mano izquierda jugueteabas con el bolígrafo, que no paraba de caérsete cada dos por tres y de pronto, aunque tu brazo derecho y tu cabeza reclinada hacia delante sobre la mano bloqueaban parcialmente la vista, pude observar que entre otros garabatos, empezaste a dibujar corazones en tu libreta.

Corazones con el pico de abajo torcido, idénticos a los que yo te dibujaba en las esquinas de tus libros, corazones sombreados, corazones grandes, pequeños, medianos, algunos con flechas atravesándolos, otros resquebrajados a la mitad, goteando sangre y entre todos ellos, uno más grande, destacado en el centro de la página. Un corazón con dos "ces" entrelazadas.

¿Dos "ces"?

Mi pulso empezó a acelerarse, cuando disimuladamente miré tu cara contrariada, que durante unos segundos se quedó absorta en aquel dibujo. Frunciste el ceño, deslizando tu codo hacia adelante en la mesa para bloquear por completo mi campo de visión y lo tachaste tan pronto como terminaste de dibujarlo, pasando la punta del bolígrafo por encima hasta que el papel se desgastó, traspasando a la hoja de debajo y tú cogiste la libreta y la guardaste en tu mochila.

¿Dos "ces"?

Mi cabeza daba vueltas, visualizando aquel corazón perfecto que no estaba roto por el medio, sino atravesado por una flecha. ¿Una flecha de Cupido? No quería pensar en el significado de aquel dibujo pero empecé a repasar en mi mente los nombres de todas las personas que conocíamos cuyos nombres empezaban por C.

No había nadie, sólo tú y yo.

¿Claudia y Christian? ¿Qué siginificaba aquel corazón? ¿Lo habrías dibujado inconscientemente?

-Claudia, ¿Estás bien? -te pregunté, colocando mi mano en tu hombro y fingiendo no haber visto tu dibujo.

-Sí, sólo un poco nerviosa por el viaje.

-Nuestro primer viaje juntos -puntualicé, mirándote y sonriendo.

-Por fin te voy a tener para mí sola Christian, ¡Qué ganas!

¿Y si aquel era el último día que compartíamos asiento en un aula? ¿Y si la beca no se podía anular y tenía que seguir adelante con lo planeado? Supuse que mis miedos eran infundados, sobre todo porque nadie puede obligarte a hacer algo que no deseas hacer. ¡Qué iluso fui!

Ya les había dicho a mis padres que no iría a Estados Unidos y confiaba en que pronto fueran a hablar con el director y con la agencia que lo organizaba todo. Pero en el fondo tenía miedo. Miedo de estar equivocándome, de dejar pasar una oportunidad que sólo se me iba a presentar una vez en la vida.

Sabía que, pasara lo que pasara en el pueblo, después de aquel viaje nada volvería a ser igual. Tenía tan decidido que te iba a contar todo lo que sentía que no quería esperar ni a deshacer las maletas.

Un día antes de irnos, hablé con Eric sobre el viaje. Quería contarle lo que iba a pasar en aquel pueblo y quería asegurarme que él entendía que necesitaba hacer aquello por fin. No podía dar aquel paso tan importante sin saber que mi hermano iba a estar bien.

-Hey Eric, ¿Te apetece dar una vuelta?

-¿Ahora? Son las nueve de la noche... ¿Pasa algo?

-Quería hablar contigo de un tema... Bueno... déjalo, es una estupidez.

SIGO CONTANDO ESTRELLAS EN EL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora