UN DÍA MENOS

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Después de la enésima picadura de mosquito tu piel comenzó a mostrar los signos de reacción alérgica mucho más rápido de lo normal. No podías soportar por más tiempo el picor y la hinchazón de las picaduras y comenzaste a arrascarte sin parar, irritando toda la zona.

—Claudia, no te rasques que vas a empeorar el problema—dijo Raúl cogiéndote las manos y sujetándolas un rato entre las suyas—. Si lo haces, arrastrarás la saliva de los mosquitos por tu piel y sólo conseguirás que te pique aún más.

—No puedo soportarlo, es que no me han dejado un milímetro de piel sin atacar.

—La verdad es que no tiene muy buena pinta—añadió Eva acercándose a tí para observarte la piel de cerca—. Parecen demasiado inflamadas ¿no? Lo mejor que puedes hacer es lavarte con agua y jabón, venga te acompaño al baño.

—Yo voy a ir a la farmacia a por una pomada o algo que te pueda calmar el picor. Ahora vuelvo.

—Gracias Chris. No voy a poder pegar ojo en toda la noche, ya lo veo venir.

—No te arrasques más por favor, espera que vuelva, a ver si me dan algo que te alivie y te baje la hinchazón.

Me fui calle abajo y sólo encontré una farmacia pequeña cerca de la plaza que estaba cerrando. Le supliqué a la farmacéutica que me volviera a abrir la verja para comprar la crema y no me costó mucho convencerla, después de explicarle qué tipo de picaduras tenías.

Se extrañó de que hubiera una plaga de mosquitos en el pueblo y me preguntó si estaba seguro que las picaduras no eran de otro tipo de insecto, porque el clima no era húmedo. Después me sugirió que pusiéramos unas cortinas antimoscas en la puerta, de esas que están confeccionadas con canutillos de plástico. Le pregunté dónde podía conseguir una y me dijo que las más baratas se vendían en el mercadillo de los viernes. 

Aproveché para llevarme unas cuantas pulseras antimosquitos de cuero y un repelente eléctrico que también servía para atrapar a las moscas con su luz ultravioleta. Sabía que no te iba a gustar nada la idea, porque tú eras incapaz de hacerle daño al más ínfimo de los seres vivos, pero era la única manera de que pudieses sobrevivir un mes en aquel infierno.

Volví corriendo a casa y dejé las bolsas de la farmacia en la mesa de la cocina mientras te buscaba por la casa.

—¿Dónde está Claudia? —le pregunté a Raúl que estaba sentado en el sofá del salón programando los canales de la tele. 

—Está en el baño con Eva dándose una ducha. Ya deben estar a punto de terminar.

—¿¿Están duchándose juntas??

—¡No joder! Ya sabes cómo son las tías que van juntas a todos los sitios. Supongo que Eva estará haciéndole compañía. No te montes películas.

—¡Ah! Es que lo has dicho de una manera... ¡No sabes las cosas que se me han pasado por la cabeza!

—¡Hey córtate tío! Que estamos hablando de mi novia. 

—¡Já! Dime que tú no has pensado lo mismo...

—Christian, necesitas que te echen un polvo pero ya. Como no hables con Claudia se lo voy a decir yo. ¿Me oyes? 

—¿Qué es lo que me tienes que decir, Chris? —me preguntaste mientras asomabas la cabeza por la puerta del salón y yo amenzaba a Raúl con cortáselos como abriera la boca. Te miré  aterrado, pensando que podías haberlo escuchado todo pero insististe con la mirada y las comisuras de tus labios se elevaron ligeramente.

—Que Chris quiere salir con nosotros a dar una vuelta y no sabe cómo decírtelo para que no te enfades. 

—¡Qué dices! Lo único que quiero es estar donde esté ella.

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