CONVERSACIONES DE MADRUGADA

120 10 6
                                    

Si lo hubiéramos pensado antes...

— ¡Pero no lo hemos pensado! —exploté, liberando la adrenalina, incapaz de contener la sensación de nervios que me estaba produciendo la conversación. Esa era mi respuesta de lucha y huída, como cuando una gacela se encuentra con un león en la selva y necesita enviar toda la energía a sus músculos para echar a correr y salvar el pellejo.

— ¡Christian, baja el tono! ¿Qué te pasa? ¿Qué he dicho?

— Perdona, es que me pone un poco nervioso hablar del próximo curso. Ya sabes que mis padres están empeñados en que estudie medicina y me presionan para que me alcance la nota media. No paran de decir que este año tengo que dejar la natación, que no puedo distraerme con tonterías. Pero yo no quiero... Quiero estudiar algo que tenga que ver con las finanzas, económicas, por ejemplo.

La verdad es que no tenía ni idea de lo que quería hacer con mi vida. Medicina siempre había sido el sueño de Eric, la razón por la que trabajaba tan duro, por la que daban las tres de la mañana y él seguía inmerso en sus libros de texto, subrayando, haciendo esquemas, memorizando cada línea, cada fórmula matemática, noche tras noche.

Yo siempre había sido el indeciso, el inteligente acomodado que no necesitaba dedicar muchas horas al estudio porque con la explicación del profesor y quizás una lectura más en casa me sobraba y me bastaba para sacar las mejores notas de la clase.

Sin embargo, la loca idea de estudiar filosofía siempre había destacado por encima de las demás, no sé si para aprender a sobrellevar ese vacío existencial injustificado que me venía dado de fábrica o por simple ansia de entrenar mi actitud crítica ante la vida que me hacía cuestionármelo todo.

Ni qué decir tiene que mis padres estaban totalmente en contra y se preguntaban qué razones podía tener un adolescente como yo para dedicar mi vida al pensamiento y la adoración del conocimiento y se afanaban en cambiar mi modo de pensar a toda costa.

— ¿Cuándo cambiaste de idea? —me preguntaste sorprendida, arrugando el ceño y elevando el párpado inferior—. ¿No ibas a estudiar filosofía? Si estudias económicas entonces no estaremos juntos en el mismo campus.

Me empezaron a gustar las finanzas ese curso, sólo porque el profesor era impresionante y supo transmitirme su entusiasmo por un mundo al que jamás había prestado atención hasta ese momento. Además, la carrera de económicas tenía una de las tasas de empleabilidad más altas del país y ese aura de prestigio social que le faltaba a la filosofía y que casi te aseguraba un futuro brillante como banquero, analista, auditor o incluso político.

— No me imagino cómo será ir a clase sin ti, después de tantos años juntos. Claudia, en serio. Prefiero hablar de otra cosa.

Con cada segundo que pasaba la sensación de malestar en mi estómago me recordaba por qué no debíamos estar hablando de este tema y cuál sería mi sorpresa, cuando la conversación dio un giro hacia otro mucho más peliagudo.

— ¿Sabes? Me pregunto si este año por fin encontraremos a alguien... —titubeaste, demostrando no estar tan segura como antes de poder manejar el tema con la seguridad que lo habías hecho hasta entonces—. Ya sabes... Nos pasamos la vida rechazando a la gente que se nos acerca, ¡Sobre todo tú! y no sé por qué.

¡Jajá! Claudia... no sabes por qué... déjame decírtelo aunque sea en mi mente. Porque estás ciega perdida...

— Bueno, yo sí sé por qué —te repliqué armándome de valor, luchando contra la vergüenza que me provocaba soltarte indirectas de aquel tipo, aún sabiendo que tú sólo pillabas el veinte por ciento de ellas—. A mí no se me acerca la que me gusta...

SIGO CONTANDO ESTRELLAS EN EL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora