SE PUEDE MORIR DE TRISTEZA

113 7 10
                                    


—Hola Chris, ¿Qué tal estás mi niño? —La voz de mi madre al otro lado del teléfono no tenía el efecto reconfortante que buscaba.

—Mamá,  algo que contarte. Pero por favor, voy a intentar mencionarlo sólo una vez y me gustaría que todos respetarais mi decisión de no hablar de ello nunca más. Lo digo en serio, ¿vale?

De repente su tono se cubrió de un halo de preocupación y por los ruidos secos que escuchaba de fondo, me la imaginé recolocando frenéticamente los marcos de fotos y otras decoraciones que había en la estantería al lado del teléfono. Siempre lo hacía cuando se enfandaba y quería mantenerse ocupada pesando en otras cosas.

—¿Hay algún problema? —me preguntó soltando un suspiro exagerado—. Me estás asustando hijo.

—Mamá... he roto con Claudia —respondí, a la vez que me dejaba caer en el suelo de mi cuarto.

—¡Dios mío! —Su tono angustiado me pareció irónico en un principio, pero entendí que como madre, su preocupación era real, a pesar de todo—. ¿Qué ha pasado? ¡Bertrand ven al salón!

—Tranquilízate mamá—le supliqué, sabiendo que le estaba pidiendo un imposible—. Sólo quería que lo supieras.

—¿Cómo quieres que me tranquilice? Hijo, te conozco. ¡Soy tu madre! ¿Pero tú estás bien?

—¿Cómo voy a estar bien? —resoplé, liberando buena parte de la frustración que tenía acumulada dentro—. ¡Acabo de perder a la persona que más quiero en este mundo, mamá!

Me temblaban tanto los labios que casi no podía vocalizar y me costaba encontrar las palabras adecuadas para poder expresar lo hundido que me sentía en ese momento. No podía aceptar que a partir de aquella noche, tú y yo ya nunca seríamos uno, que sin darme cuenta, te había dado alas para poder hacer tu vida sin mí, para enamorarte de otro. El mero hecho de pensarte en brazos de otra persona me mataba por dentro.

—¿Pero qué ha pasado? —me preguntó con la voz temblorosa—. Dime hijo... ¡No entiendo nada!

—Nada, que Claudia me ha dicho que no me quiere, mamá... no me quiere... y no sé qué voy a hacer sin ella... —Las sacudidas de mi pecho producidas por los sollozos me impedían expresarme claramente pero quería aparentar una tranquilidad que no tenía porque no quería preocuparla más de lo necesario.

Me fue imposible.

—Hijo, tranquilízate. ¿Cuándo te ha dicho eso?

—En su carta. Ayer no me felicitó por mi cumpleaños. ¡No me llamó ni me mandó un mísero mensaje de móvil! ¿Por qué? ¿Ha hablado contigo?

—No... pero sabes cómo es Claudia. Estoy segura que no se le ha olvidado... —Mi madre intentaba infundirme un poco de confinaza, pero no sé hasta qué punto se creía sus propias palabras.

—Mama, estoy mal... —le dije, cubriendo mi cara con ambas manos, que se empaparon completamente por las lágrimas que no podía dejar de derramar—. Te juro que me quiero morir...

—¡Dios mío Chris, ni se te ocurra decir eso! —Sus gritos alertaron a mi padre, al que ya se le escuchaba al otro lado del teléfono preguntando qué ocurría—. Hijo, verás cómo lo solucionais pronto. Las relaciones a distancia no son fáciles.

—Noo... esta vez no hay marcha atrás. Nos hemos hecho mucho daño los dos. No sé cómo voy a encontrar la manera de arreglar esto.

—No digas eso por favor.

—¡Es la verdad! —le aseguré, y tener esa certeza me producían un dolor insoportable, una angustia en el pecho que me impedía incluso respirar con normalidad—. ¿Puedes decirle a Eric que se ponga al teléfono? Me gustaría hablar con él. Y dile a papá que no se preocupe, por favor.

SIGO CONTANDO ESTRELLAS EN EL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora