CAPÍTULO 31

1.7K 199 171
                                    

No encontré a Abigail, ella me encontró a mí.

—...¡Brian! ¿Estás en este planeta? —sonó en segundo plano, una voz a mis espaldas, a diez metros o veinte kilómetros. Estaba demasiado desconcertado para desviar mis pensamientos de aquello realmente importante.

—Sí, eh, hola Abigail —solté de forma automática, sin apenas girar la cabeza.

—Tuve que ayudar a un amigo a cazar y se me hizo más tarde de lo que...

—Hablamos el próximo domingo, ¿vale? Ahora mismo... Nos vemos la semana que viene —la interrumpí cortante y, antes de que pudiera hacer preguntas, apresuré el paso y giré saliéndome del pequeño sendero.

Visto en retrospectiva, puede que haya sido injusto y algo borde con ella, pero de verdad tenía la necesidad de ordenar ciertas piezas en mi cabeza, averiguar si todavía me funciona bien esa cabeza e intentar darle algo de sentido a estas últimas horas. Y necesitaba estar solo para hacerlo.

No entendía nada, estaba loco. Era la respuesta más fácil y una parte de mí deseaba que fuera la acertada.

Los muertos, son muertos. Están muertos. No vivos.

Mi cabeza estallará en cualquier momento.

No podía negar lo que había visto con mis propios ojos, por muy imposible e improbable que pareciera, no podía ignorar lo que había delante de mis narices. Había visto a personas que Boris había matado, o supuestamente matado. Si por "supuestamente" entendemos "ver como reciben un tiro".

Bueno, en realidad en aquel momento estaba más preocupado por mí, no lo vi con total claridad. Pero sí escuché los disparos, escuché los cuerpos caer y luego vi los cadáveres por el rabillo del ojo. Y por esos mismos ojos volví a ver un gran número de ellos vivitos y coleando. Bueno, puede que no estuvieran coleando, pero sí estaban vivos.

Debía aceptarlo, pese a no comprenderlo, debía asimilar lo que con seguridad había contemplado. Eso por una parte, solo una parte. Todavía estaba el asunto del genio de mi amigo, dejándose enredar casi de la misma estúpida forma que yo lo hice para acabar aquí. ¿Y con qué?¿Nada más que la solemne promesa de una loca traidora? Peter y Julie ahora compartían el mismo destino que el resto de nosotros. Nadie vendría, estaba seguro de eso. Eso me suponía un nuevo y todavía —sí, es posible— mayor problema. Tenía que encontrar la forma de que Peter y Julie pasaran la selección. Sobre Julie no tenía forma de saberlo, pero estaba seguro que Peter no compartía nuestra maldición. Él no era como nosotros, lo habría notado. Si llegara a hacer la selección, morirá.

Demasiadas emociones se estaban arremolinando dentro de mi cabeza, eso no era bueno. Sentía como empezaba a perder el control, sentía como me empezaba a hervir cada centímetro del cuerpo... Algo iba a pasar y ya era demasiado tarde para detenerlo. Por una vez, por primera vez, decidí dar rienda suelta a cualquier emoción que se desatara dentro de mí. Dejarme guiar por ella.

«No te contengas » dijo Boris

«De acuerdo, no me contendré »

Empecé a correr, mientras a cada paso la ansía por llegar a mi destino crecía, y con la ansia mi ira y con mi ira mi vitalidad.

«Podría levantar el mundo »

Los árboles pasaban a una velocidad vertiginosa a mi lado, pero era yo el que estaba en movimiento, no los árboles. El dolor no tardó en llegar, la sensación de estar ardiendo a fuego lento tampoco. Todo llegó, pero nada me paraba.

Si algo hacía por esta vez el dolor, era mantenerme despierto, mantenerme airado y reforzado.

Sentí las irregulares líneas de mi espalda arder y penetrarme, noté como el cambio en mis ojos y el humo que empezaba a desprender mi ropa.

Las Crónicas Del Fénix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora