DÍA 9

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Finalmente el día había llegado. Me desperté pensando que me esperaría un día normal y aburrido como los que abundaban en mi vida, pero, lo cierto era que, ese día mi monótona tranquilidad iba a ser sacudida. Esa mañana me levanté de mi cama y caminé hasta la ventana que daba en dirección al lejano horizonte. Abrí las cortinas de mi habitación dejando así que el calor de los primeros rayos del sol calentara libremente mi cara. Miré mi reloj y vi que casi eran las siete de la mañana. Me encontraba en ese limbo que todos experimentamos recién nos levantamos; en el cual no sabía que día era y qué planes me esperaban esa jornada.

— Sábado. — dije mientras bostezaba con pereza y restregaba mis ojos con los puños de mi mano. — Sábado de... Hoy iré a la convención con Lauren.

Cuando lo recordé, la ansiedad parecía empezar a carcomer la aburrida tranquilidad que mi vida tenía. Finalmente llegó el día en el que me vería con la misteriosa joven del café. Miedo; eso era lo que sentía. No podía explicar por qué estaba sintiendo tal emoción. Algo dentro de mí me gritaba que algo iba a salir mal esa noche y por lo visto no me equivocaba. Llámenlo premonición o coincidencia.

— Hoy es el día. — Dijo mi hermana mientras ponía tostadas con mermelada sobre mi plato. — ¿Estas emocionada por ver a la chica del café?

— No, para nada. — Mentí. — Iré por compromiso.

— Sí claro. — Dijo Ally. — Sabes que sé cuándo mientes ¿Verdad?

— ¿Sabes que tiendes a equivocarte? — Le dije con mi boca llena por la mermelada de moras.

— Estoy tan emocionada por ti. — Dijo la más baja.

— Ally, te emocionas porque voy a ir a ver una desconocida. — Le dije después de dar un enorme trago al café con leche que mi hermana Ally había preparado. — ¿Y si es una traficante de órganos que planea vender mis riñones en la india? ¿No lo habías pensado?

— No me preocupa. — Ally dijo mientras tomaba asiento frente a mí con su café en mano. — Sé que sabes cuidarte muy bien. Te he visto derribar a un hombre del doble de tu tamaño con una patada.

—Lo sé. — Dije con confianza y arrogancia. — Yo soy el arma viviente.

— Karla, te lo digo porque te quiero. Pasar tanto tiempo viendo esos dibujos de DC, va acabar con tu poca cordura. — Mi hermana rodó sus ojos.

— Esos dibujos se llaman comics y, para tu información. — Hice una pausa dramática solo para molestar a mi hermana. — El inmortal Iron Fist es de Marvel y no de DC.

— Da igual. — Dijo mi hermana.

— No da igual. — La miré indignada. — Hay un abismo de diferencia entre ambas compañías. Para empezar, Marvel tiene...— No pude terminar de enumerar las diferencias porque mi hermana metió a mi boca un trozo de pan tostado.

— Calla y come. — Dijo mi hermana burlándose de mí. — Intensa.

— Intensa tú. — Dije con mi boca aun llena de comida.

— Y, ¿Ya pensaste que usaras esta noche? — Volvió a hablar mi hermana. — deberías usar el vestido negro ajustado. Ese que te marca bien las caderas y el abdomen.

— Ni lo sueñes. Ese vestido es únicamente para velorios y matrimonios.

— ¿Cómo quieres conquistarla si no pones de tu parte? — Vi que mi hermana se cruzó de brazos sin apartar sus ojos oscuros de mí.

Perdidas | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora