Como si tuviera un despertador en mi sistema, me desperté cuando los primeros rayos del sol empezaban a colarse entre los enormes copos de los viejos árboles. Salí de mi saco de dormir no sin antes darle una mirada a mi novia, quien se veía tan tranquila en sus sueños. En ese momento me empecé a sentir enferma por haberla arrastrado hasta lo que estábamos viviendo. Ya era el décimo día de nuestra perdición. Nuestras reservas de comida rápidamente se agotaban junto con nuestras fuerzas y motivación. Lo único seguro que teníamos, por el momento, era la constante fuente de agua del riachuelo.
Salí de mi cama, pero antes tomé la camiseta menos sucia de mi bolso. También tomé la ropa interior que no olía tan mal. Suena asqueroso, pero no teníamos otra opción. Saqué la barra de jabón blanca del bolso de Lauren y fui a la pequeña fuente de agua. En la orilla, puse mi ropa "limpia" sobre una piedra que no tenía musgo. Aproveché la soledad de la arboleda y me desvestí completamente. Con el dedo pulgar de mi pie, comprobé la temperatura del agua. Estaba helada. Me sumergí lentamente a la gélida agua soltando más de un gemido por el dolor en mis huesos. Traté de convencerme de lo buena que era el agua helada para los músculos cansados. Después de unos eternos tres minutos, enjuagué mi cuerpo, salí apurada para ponerme algo de ropa y tratar de entrar en calor. Con mi ropa sucia, sequé mi cuerpo y corrí a vestirme nuevamente.
En un vano intento de entrar en calor, empecé a saltar y a batir mis puños como cuando calentaba para mis clases de defensa personal. Todo fue en vano. Por eso, volví a entrar a la tienda donde Lauren seguía durmiendo. Con cuidado de no despertarla, me acurruqué a su lado, pero mi cuerpo empezó a temblar en un intento de recuperar el calor, por lo que Lauren despertó.
— ¿Camz? — Dijo Lauren con su voz más rasposa de lo normal. — ¿Bebé estas bien?
— Sí. Es solo que tengo algo de frío. — Dije restándole importancia al terrible frío que sentía hasta en los huesos. — Abrázame Lauren.
— ¡Camila estas helada! — Exclamó mi novia apenas tocó mi piel.
— Un poco. — Dije acurrucándome en sus acogedores brazos. — Pero contigo estoy mejor. Contigo siempre voy a sentir calidez. — Escondí mi cara en el hueco de su cuello. — No puedo imaginar una vida en la que tú no me hubieras tirado ese café. Hace días no te lo digo, pero recuerda que te amo Lauren.
— Camz, — Dijo mi novia mientras empezaba a dejar suaves caricias en mi cuero cabelludo. — Tirarte el café encima fue lo mejor que me pudo haber sucedido en la vida. — La más alta dejó un suave beso sobre mi frente. — Sé que me amas, Camila. Aunque no me lo digas, lo sé por cómo me miras. Y también recuerda que yo también te amo.
Un suave beso se apoderó de nuestros labios. El beso empezó como uno tierno y poco profundo, pero al pasar de los minutos, se trasformó en uno mucho más atrevido. Abrí mi boca concediéndole la entrada a la juguetona lengua de Lauren. Un gemido se escapó de su boca cuando mi fría mano se coló entre su pijama blanca. Al primer tacto sentí como su piel se erizaba inmediatamente; cosa que me causo una sonrisa ya que amaba el efecto que tenía sobre la chica de ojos color oliva.
Suavemente, empecé a dejar lentas caricias en el abdomen de mi novia sin separarme de sus labios. Como si fuera el mejor remedio para el frío, sentí como el calor empezaba a inundar mi cuerpo nuevamente. Mi inquieta mano continuaba vagando libremente hasta casi tocar sus pechos. Entonces, decidí parar el beso y mirarla como quien pide permiso sin usar palabras.
— ¿Desde cuándo me pides permiso para continuar? — Dijo Lauren con una hermosa sonrisa pícara dibujada en sus carnosos labios.
Sin mediar palabra, continué con el viaje de mis curiosas manos hasta llegar a uno de sus pechos. Me permití tomar con delicadeza uno de sus pezones y, en él, empecé a dibujar suaves círculos. Sabía muy bien que ese constante movimiento enloquecía a mi novia. Sin perder el tiempo y sin separar nuestros labios, mi mano libre empezó a vagar más abajo de su ombligo dejando a su paso un rastro de suaves caricias. Justo cuando estaba a punto de traspasar el límite que establecía el borde de su pantalón, Lauren tomó rápidamente mi muñeca.
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Perdidas | Camren
FanfictionUno de mis pasatiempos favoritos cuando era adolescente era tomar mi mochila e irme a explotar la enorme reserva natural que esta cerca de la cuidad. Tenía cierta fascinación por atravesar, y soportar desiertos y nieve. Caminar entre la acumulación...