Capítulo 4: El Espejo

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CAPÍTULO 4: El Espejo

Ya han pasado más de cuatro días que Raymond no me habla... después de lo ocurrido con Dean... ni si quiera él me dirige la palabra, ambos me ignoran. Volví a mi vida anterior, invisible a ojos de todos, Charlotte como siempre molestándome, ha intentado hacerme quedar en ridículo pero he sido lo suficientemente inteligente como para no caer.

Regresé a casa y al abrir la puerta, no pude avanzar hasta las escaleras pues me topé con una enorme sábana que ocultaba un objeto angosto y largo, lo quité; para mi sorpresa era un precioso espejo con aspecto victoriano, marco negro algo desgastado pero que pasaba por desapercibido, estaba algo polvoriento y gastado, sin embargo era hermoso y grande, me pregunto si es para mamá.

-¡Mamá!- Grité con mucha fuerza.

No hubo respuesta. Grité nuevamente y nada, no lo dude más, me lo llevé a mi habitación con esfuerzo; una vez dentro de mi cuarto, comencé a hacer lo que cualquier jovencita de mi edad haría... posar al espejo con ropas distintas, entre esas mezclas me coloqué un top rosado con un short de mezclilla, un vestido largo que tenía aspecto gótico, no solo probé ropa sino que me probé todos mis collares, collarines, pulseras y anillos hasta que me topé algo en mi muñeca, había una especie de tatuaje, el que la profesora me había mencionado anteriormente. Era un número, estaba escrito "581" me tallé el brazo para ver si se borraba, pero permanecía intacto, con pánico me dirigí al tocador, con abundante jabón, lavé y lavé pero no ocurría nada, pasando unos minutos me cansé de intentar, así que decidí utilizar unas muñequeras para ocultarlo de mis padres, hasta que se borrara y así lo hice. Pasaron días, no se quitaba el tatuaje aún insistía en estar en mi piel, afortunadamente era invisible a simple vista.

Mis días escolares se tornaron repetitivos, hasta que alguien fue a visitarme a casa, tocaron la puerta y cuando atendí no se hallaba nadie, solo había una nota y una rosa de color azul, algo que no es muy típico, era raro que una rosa no se hubiera marchitado con este clima tan frío. Tomé la nota y la leí

"Mi hermosa flor de invierno, la rosa azul representa tu inocencia, el clima es como tu forma de ser... tan frívola, pero esto no es una ofensa, ten en cuenta que tu belleza es primero que tus defectos... tu tez tan pálida como la nieve, esos labios tuyos, tan intensos como el fuego, me he de imaginar a que saben.

No soporto el olvido, pero no te puedo obligar a siempre recordarme, no quiero alargar esta carta, seré breve, ¿encontraste el número en tu muñeca? Es el número de tu alma..."

¡Espera! ¿Número de alma a que se refiere con ello?

"....Sé que suena raro para ti, pero así es, todas las almas tienen número, incluso la tuya, eres la numero 581 ¿No es así? Hace décadas o quizás siglos, fuiste una mujer soberbia, hermosa, envidiada y reconocida, alguien que jamás pasaba desapercibida. Una persona con la que todos quieren estar. En pocas palabras, lo contrario a lo que eres ahora"

Me quede pasmada, no sabía que pensar, dejé la rosa en la mesa más cercana, tomé mi abrigo y comencé a pensar que quizás se trataba de una broma, quizás no. Regresé la nota a su forma original, pero.... Algo que solo ves en películas de fantasía, sucedió. Sin explicación lógica comenzaron a aparecer manchas de tinta que formaban palabras... No, no solo eran palabras era una parte oculta de la carta:

"La flor blanca perece al par que tú agitas tus alas

Tú eres la discordia, con tu danza al mundo agitas

Y al momento desvaneces la espectral luz

Esperanza parece quedarnos... pero... aquella cruz

Parece ser el único final que conocemos ahora."

¿Tez blanca? Si soy morena... ¿¡Discordia!? ¿Por qué yo? Son los demás quienes me hacen sufrir, quienes me lastiman... quienes me han dejado cicatrices... no solo psicológicas, sino que también físicas.

Fue entonces cuando pensé que debería ser aquel caos para poder vengarme, para que ellos sepan lo que es ser yo, lo que es sentirse basura, un fracaso, una...persona solitaria... jamás he tenido a alguien parecido a mí, alguien que sufrió lo mismo que yo, que me consuele... alguien...

Mamá dice que nunca le haga caso a las burlas, a los insultos, peleas, nada, yo pienso que ella esta errada, a veces hay que defenderse, sobrevivir. Dejé de pensar un momento y vi el espejo, ahí estaba "581" traté de evitar mis recuerdos dolorosos se apoderaran de mi mente pero fue inevitable, recordé como utilizaron mis "amigos" mis secretos, mis deseos, mis sueños, mis metas... inaudito... aquellos recuerdos son inauditos, me atormentan, me provoca cólera el solo saber algo de ellos, mamá siempre dice que me calme, que no debería pensar en personas como esas, que los malos recuerdos son solo eso, malos recuerdos. Sin embargo el método de mi madre no funcionó, esta vez estaba llena de ira, me miré al espejo nuevamente y con ambos brazos comencé a golpearlo imaginando que eran aquellos imbéciles, golpeé y golpeé hasta agobiarme.

Una vez agotada y deprimida, me miré al espejo, mi cabello se encontraba alborotado, el rostro al rojo vivo, mis ojos hinchados de tanto llorar, no suelo hacerlo por tristeza, sino que por enojo; me dolía la mandíbula de tanto gritar, verme al espejo fue un alivio, pensé que estaría roto o algo, pero no fue así no tenía ni un solo rasguño o alguna grieta. Nada, estaba intacto. Mi alivio se desvaneció en cuestión de segundos, el espejo se comenzó a retorcer mientras se agrietaba sin saber un por qué o cómo detenerlo, lo tomé con ambas manos mientras recargaba la cara sobre él, así lo mantuve unos instantes. Lo miré de reojo y ya no tenía nada, estaba confundida, pero me sentía aún más confundida cuando la imagen se comenzó a distorsionar, tanto mi cabello como mis ojos, eran negros como el carbón, la piel se tornó gris como el humo, realmente no sabía qué diablos ocurría, pero luego reaccioné y me miré a mí misma, no tenía nada, todo era normal, castaña, tez morena, mis ojos...ya no eran marrones ahora eran azules y mi cabello parecía tener luces pero no de rubio o pelirrojo, eran blancas como las rosas que padecen de inocencia y pureza.

No lo dudé más y fui a darme una ducha, me tallé los ojos y el cabello; el agua tibia era muy relajante en ese momento, tanto que había perdido la noción del tiempo. Salí de la ducha y abrigándome con la toalla más cercana, me coloqué frente al espejo mientras tomaba la secadora y un peine "maldición" pensé. Aún tenía esas mechas blancas, al igual que mis ojos azules. No sabía qué era peor en ese momento, desconocer que me sucedió o no saber que me sucederá cuando mi mamá me vea con este aspecto.

Fly Away #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora