La casa está vacía

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Hoy voy a contarles una gran verdad: La casa está vacía... Y no me extraña. ¿Quién querría vivir en una casa con tantos laberintos? Algunos vienen a visitar lo que queda de este descuidado edificio, porque para ellos tiene cierto atractivo, pero siempre se van. Nadie quiere vivir entre una infinidad de pasillos inentendibles.

El sol rara vez alumbra el corazón de la casa, el aire apesta a melancolía, y estos muros, que alguna vez tuvieron un alegre color blanco, hoy se visten de un color olvidado. En cualquier momento ceden. En algún pasillo aledaño se puede oír el triste eco de un piano que llora, pero en la casa no hay pianistas, ni ecos, ni pianos. ¡Claro que no hay nada de eso! Si para que haya un pianista debe haber audiencia, para que haya eco debe haber ruido y para que hayan pianos debe haber un sentimiento, pero no hay nada de eso. La casa está tan vacía como el alma del fantasma que la habita.

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