Entramos en el centro comercial cuyo interior estaba bastante mejor de lo que esperaba dado el mal estado de la zona en la que estaba; había muchísimos escaparates rotos, ropa y zapatos tirados por todos sitios, lámparas caídas o colgando para caer dentro de poco y los robots asistentes estaban casi irreconocibles de la cantidad de piezas que les faltaban.
-Con un poco de suerte encontraremos una tienda de antigüedades- le dije porque si no ya nos podríamos ir, supongo que si ahora le dijésemos a una persona del 2000 que dentro de seiscientos setenta años se llevaría la misma ropa no daría crédito a lo que estaba oyendo ¿y por qué no ropa algo más actual? (teniendo en cuenta que la más actual tendría más de cien años) tan simple como que a partir del año 2100 la ropa cambio por completo, ahora era ropa electrónica (bastante cateta pa’ mi gusto) los colores cambiaban según tu estado de ánimo, cambia de forma cuando querías, cambiaba de ropa de verano a de invierno... muy cómodo, hasta que se acabó la electricidad que era lo que hacía que no pesase ni un gramo la cantidad de píxeles y microcables que llevaba eso porque ahora no hay quien se lo ponga que pesa un quintal pero por suerte siempre se quiso que permaneciera ese aire reto de cuando la ropa era normal así que, se pusieron las tiendas de antigüedades de cosas de entre el 2000 y el 2100 pero claro está, no solo se vendía ropa si no también CDs, reproductores de música, armamento, libros, juguetes, pelís etc. Y al final han sido las cosas que han perdurado porque con esa segunda Revolución de las Máquinas del año 2100 que hizo que todo se pudiera hacer desde un dispositivo electrónico ha acabado siendo la pérdida de quinientos años de historia de la humanidad.
Al final de un largo y ancho pasillo con una fuente seca rodeada de plantas marchitas estaba la buscada tienda, parece que con lo escondida que estaba ha hecho que su estado estuviera considerablemente bien. La tienda tenía un gran letrero que decía: “Volvamos al pasado” y otro algo más pequeño casi borrado donde solo pude sacar en claro unas pocas palabras: “Tiempo donde todo era más simple…” sí claro, “más simple” pero tío ¿quién ha podido sobrevivir a todos estos siglos? El interior seguía bastante ordenado, lo primero que vimos al entrar fue la ropa, algo más hacia dentro libros, CDs, reproductores de música, pelís y videojuegos; luego la sección de electrodomésticos donde había teles gigantescas y por último al fondo de la alargada tienda estaba el armamento donde había un cartel rojo o rosa o coral o de algún color desteñido que ponía prohibido a la venta a los menores de 18, que gracioso y ahora nacemos con la espada y las navajas detrás de la espalda.
-Aprovecha y coge lo que quieras que corre a mi cuenta- bromeó Zulay.
-Sí claro, no lo pagarías ni aunque hubiera alguien a quien le importase- contesté.
-Eh, “sep” va a ser que tienes razón, soy más de llevarme las cosas prestadas- dijo con chulería.
-Sí, prestadas sin haber pedido permiso antes y sin intención de devolverlas-
-Claro, si no, no tendría gracia- respondió con arrogancia.
Pasé alrededor de varios stands de ropa, había de todo, ropa de deporte, la cual no me pondría ni loca, odio los chándales son horribles; faldas y vestidos de toda clase y tamaño que tampoco me los pondría ni loca, vamos ¿a dónde voy yo con eso? Además si hay algo que odio más que los chándales es precisamente eso, por fin, lo que yo andaba buscando, los pantalones, me fui disparada hacia los vaqueros, había un montón y casi todos me gustaban (ahora lo malo sería encontrar la talla que me quede bien que no es demasiado fácil cuando eres tan flacucha) y con toda la potra encontré unos monísimos que más o menos supongo que me quedaran bien porque eran leggins de color vaquero oscuro con el bolsillo trasero con estampado de leopardo. Decidida a probármelos vi un chaleco de lana a rayas gris y negro con la cara de un tigre negro dibujado y me dije ¿por qué no? Total saldría gratis pero claro ahora tengo que buscar una cami que le vaya “of course” y me puse a mirar, finalmente la encontré, era negra de tirantas anchas y en letras blancas ponía “I hate Mondays”, me resultó graciosa aunque eso de los días de la semana ya no existen, ni los meses ni siquiera el número del día que estamos, ya a nadie le importa y mucho menos las estaciones que como hace más o menos el mismo clima por todo el planeta y durante todo el año “pos” pa’ qué y supongo sabremos en qué año estamos bueno, a no ser que con ayuda de Zulay consiga pararle los pies a Isótopo.
ESTÁS LEYENDO
Un mundo en ruinas
Science FictionImagina un mundo sin instituto, sin padres, sin responsabilidades y sin absurdas tareas extraescolares; supongo que se te habrá dibujado una sonrisa en la cara. Ahora bien, a ese mundo que supuestamente es tan maravilloso, añádele el hecho de no te...